Por Carlos López Dzur
La realidad o aspecto manifestado del mundo ofrece las coyunturas para nuestras anotaciones al margen. Lo que Martin Heidegger llamara la 'mundanidad' [«Weltlichkeit»] concierne a un 'entorno' ('Umwelt'), pero ese entorno es mucho más que una reunión o suma de entes / o cosas / o espacios singulares. Tampoco el espacio único o singular se puede determinar mediante la reunión de atributos recolectados en ese proceso de la aprehensión del espacio.
Dar con la coyuntura posible para anotar otras nociones al margen de cualquier espacio empírico, o limitador, del entorno mundano descrito o del presente discursivo sobre el mundo y los comportamientos, es el poeta quien lo cumple y realiza. Es una de sus funciones. Al poeta hay que describirlo como el individuo apto para ejercitar la intución y hallar los márgenes, donde el texto sobre el Entorno (o las «realidades oxidadas», dice el poeta Edgar Ramírez Mella) pueda enriquecerse con «utopías encendidas, de amor y desencanto» y «otros colores, de ensueños y nuevos alucinógenos». Ramírez dice que ese poeta, anotador de márgenes, suele ser un «aprendiz de chamán», o uno que viene, o:
deviene [uno] corajiento y gruñidor,
pasando la antorcha a los de ahora...
[Descarga s. XXI]
El poemario Marginalia de Edgar Ramírez Mella (textos del 2002-2003 y que ha sido publicado recientemente con Lulu Publishing, 2005) me servirá de pretexto para reflexionar sobre el tema de lo marginal, la multiplicidad del ver no ya entes y mundos como mera cosas o imágenes presentadas desde la percepción visual [«Wahrnehmen»} que domina, sino como expresiones con un uso transcendental, suceptibles a comprehensión e interpretación. La percepción visual, tan común y manida, es una mundanidad específica de útiles; pero es «inestable, oscilante» y, por tanto, pesada y engañadora. Lo que suele ocurrir cuando la mundanidad pesa, «oscila», «de acuerdo al estado de ánimo», es una reacción que suele ser llamada refutación. Esas «realidades oxidadas» que Edgar Ramírez Mella se plantea en su poemario y para las que plantea que se articulen otras estructuras discursivas, lógico-interpretativas, que las saquen del ver simple o la presentación oscilante y pesada de su disponibilidad es lo que lleva a las anotaciones al margen y a las refutaciones. Mas suele ser necesario, por igual, que para refutar se haya pasado por la experiencia de «comparar y escudriñar los mitos» y examinar las «infinitas formas (que) hay de entrar al mundo», aunque la «forma de volver a comenzar» parezca que «está tan lejos de mis fuerzas».
De hecho, el poemario de Edgar me recuerda la actitud de Edgar Allan Poe quien es uno de los autores que primero utilizó el título Marginalia, en su caso, para dar unas reacciones a libros leídos. En unos ensayos del 1844 a 1849, E. A. Poe defiende el hábito de estas anotaciones, no como quehacer de una «costumbre de memorandum», sino que, al buscarse en los espacios marginales de la página de libros que le provocaran una nota, habría una deliberación que él hará a lápiz o con tinta. «In the marginalia, too, we talk only to ourselves; we therefore talk freshly-boldly- originally-with abandonnement-without conceit-much after the fashion...» (A. E. Poe, Marginalia). Este hablar para nosotros mismos es lo que libera «algo», intuitivo, que no es trivial, «a thing that might have been a thought in time, and under more favorable circumstances» (loc. cit.) y lo pensado, insiste Poe, entonces tiene más de ventajoso que de inconveniente.
Si bien la noche de la mundanidad, con su pesadez y oscuridad, es larga y hace pensar que la voz del poeta semeja un holocausto («En lo alto del Faro. / La voz del poeta. / Incansable holocausto», como cita Ramírez Mella de Miguel Labordeta), aunque «—no hay con quién hablar», se persiste en la tarea. El poeta es el que persiste y, si no haya un hablante dialógico, monologa con un libro. Le hace anotaciones en los márgenes.
Por lo menos, en Inglaterra, los primeros usos del término «marginalia» para liberar pensamientos de actitud teórica o comparativa ante las propuestas de determinación concreta de lo mundano datan de 1819 por la Revista Blackwood. También Samuel T. Coleridge llegó a publicar cinco volúmenes de libros provocantes de Marginalia. La costumbre de anotar en los márgenes de un manuscrito, más allá de la escasez de papel, es algo que se relaciona a la «scholia» de comentadores clásicos y medievales. Es una actitud creativa ante la que el anotador / lector / poeta / se abandona, como si tratara de un diálogo con el libro, realizado con valentía y frescura («freshly-boldly-originally-with abandonnement' s talk»), diría Poe, aunque sea triste.
Es triste, es verdad
infinitas formas hay para caer
en la orilla de este mundo...
[Edgar Ramírez Mella, Descarga, siglo XII]
Edgar E. Ramírez Mella (ERM) es uno de los poetas nacidos en San Sebastián del Pepino, Puerto Rico, en 1954, más talentosos que me ha tocado leer.. Es pintor y poeta y fue becario de National Endowment For The Arts y el Instituto de Cultura Puertorriqueño. Su poesía ha aparecido en revistas de México, Santo Domingo y Puerto Rico y, desde 1980, se le incluye en antologías poéticas de su país, incluyendo la que le da identidad generacional: El Límite Volcado (Poesía de la Generación del 80), publicada en el año 2000 por Isla Negra editores. Ha publicado libros como El Veneno y Marginalia y prepara otras colecciones como La Tentación de La Palabra y Máquina Emotiva.
Para describir su actitud lógico-interpretativa de ver el mundo el mundo, la mundotemporalidad que le toca vivir, tanto los apriori regionales de mundanidad [«Weltlichkeit»] como formas de «mundanidad específica», asaltadas por estados de ánimo e inestabilidad [«stimungsmäßig flackernd»], observo la recurrencia de Ramírez a nociones heideggerianas. Los hablantes que se presentan en su poesía para articular una comprehensión no tienen un sentido indiferente del ser y del habla. Si bien es capaz de verificar las hablas en desgaste y percepciones que se acomodan a negación
intentan obnubilar las huellas de la infamia,
desterrar de la memoria toda la actual miseria
y el dolor,
efímera existencia
donde las calaveras hablan
retóricas torcidas, siniestras y gastadas,
donde las calaveras sonrientes
entonan sus dulces canciones de sirena...
la voz que ERM rescata para sí y anota para su Marginalia es refutante, recelosa. Exhíbe algo nuevo dentro de los andurriales del mundo:
Bajo la voz
ahora / entonces
y con receloso ademán
acudo a mi humilde vicio de palabras
inútiles y párvulas palabras,
acudo en este intento estéril e impotente
con la misma desazón de la troyana visionaria.
Acudo religiosamente a exhibir y a develar
el terrible horizonte de estos días.
[ERM, Sobrevivir en este andurrial]
Tener una voz / actitud sobreviviente / no es un hecho negativo en el contexto del oscurecimiento contemporáneo de la cultura o el «espanto global» de la pos guerra y posmodernidad, sino un exceptuarse de la complicidad y utlizar lo que le quede de su humilde voz («vocación de búho») para sobrevivir y alertar. La marginidalidad de sus textos son la oposición al horror «que deja corto el horror del tercer Reich» y testifica, dirá con ironía, «los humanitarios bombardeos de Bagdad, / Gaza y demás territorios caídos en desgracia / y abandonados del dios capitalista e inhumano / de los civilazados países de Occidente».
Lo que esta voz / actitud sobreviente / salva para sí y otros es lo que Heidegger llama la apofánsis. El horizonte provincial que Heidegger identifica con la aprioridad traicionada del espacio respecto a las mundanidades, la empirie y el discurso que oscurece con decadencia a Occidente, sujetándolo todo a nivelación y la asumpción de que lo trascendente se pierde y no puede expresarse en el mundo no sería posible la apofánsis. La situación del expresarse quedaría trunca, condicionada por la concepción de la lengua. Mas es posible una interpretación circumvidente, con un giro lingüístico de habla óntico transcendental. Se puede hablar desde el origen del ser y desde un cómo hermenéutico que devuelva holismo al lenguaje y al mundo. El relativismo oscurecedor que, con sus juegos de lenguaje, no llega a lo abierto de lo mundano y la visión circumvidente cede a un habla óntico transcendental. El mundo configura una capa apriorística fundamental y necesaria. Para ver ese mundo puede que se acceda primeramente a lo oscilante. inestable y no auténtico, a la seguridad encubridora y cómoda, que rehuye la angustia y la sinceración.
En el poema «Ya ves» de ERM se resume el proceso. El hombre inauténtico y cómplice no quiere ser lacerado, por lo que rehuye lo primordial y el encarar las incertidumbres. Ese espacio de seguridad es lo que llama su «horizonte provincial» para ver el mundo y su submisión en el tiempo. ERM da una visión de otra perspectiva, la del poeta que es.
Un hombre como yo
libre
primordial
deviene torpe
repercute raro
por este horizonte provincial.
¿Soy yo que me lo invento?
Estabamos estaban
sumidos en el tiempo
¿Acaso existe amor,
o es tal vez que vestimos
músicas dispares?
Yo no sé,
nunca he aprendido como amar
pero me surge natural,
aunque con sustos:
«mi reino por un 'te amo', sangrándote en la boca»
Nadie sabe que piensa cada cual.
Fortuna es que todavía
camino las calles acechando sus alcobas
y por fin creo, he aprendido a ser sincero.
Ya lo dijo Borges:
«La noche es una fiesta larga y sola»
Perro yo de mis instintos
la celebro:
Privado festín en llama.
[ERM, Ya ves]
Frente al mucho dolor de la historia atestiguada, o la existencia efímera, lo primero que sufre es el habla. Ramírez nos alude a las «retóricas torcidas, siniestras y gastadas» y Heidegger sobre un dolor que petrifica los umbrales del solverse, sentir y abrirse al amor. Entonces, es necesaria una reapertura o retorno desde ese momentum del «haber sido de la petrificación» que es otr forma de hablar, o de expresión, típica del lenguaje fundador de los poetas. Es un hablar que reconexiona con la dimensión temporal propia de la estructura subjetiva, y que sólo adviene como palabra verdadera, sustituyendo la palabra vacía, desgastada. Aún siendo un hablar cotidiano, el habla común y corriente ha olvidado algo de sí, algo del dejar ver el ente en su comprehensión y en invocación.
Heidegger llama a ésto la apófansis transcendental, es decir, que es el habla del advenir siendo sido. O de un pasado que nos viene del porvenir, y persiste viniendo en el momento en que la palabra presente adviene. «Apofanestai sería lo que se muestra desde lejos, en el sentido de que se muestra desde la cosa misma: Es la cosa misma la que se muestra, la que se revela como emergiendo», afirma Heidegger. «Apofanestai sería el-habla-que-se-manifiesta-desde-lejos. El habla que permite ver, allí, apo (a lo lejos), partiendo de aquello mismo de que se habla. El habla habla desde lo que se habla, a condición de que aquello de lo que se habla se revele... el habla como logos apofántikos, en Ser y tiempo]
El hombre que«repercute raro» en los horizontes eventuales del sostén de la servidumbre «con las ligas de la ambiguedad» de la palabra desgastada y «no ha aprendido a ser sincero», como dice ERM, no surgirá «al alba orgulloso y radiante». No será siquiera «aprendiz de chamán» y, por tanto, no tendrá acceso a la función creadora de la palabra y toda la luminosidad que puede traer a la estructura subjetiva. Vivirá en sin apofánsis y será esa víctima cuya sonrisa, en el«falso desvivir»:
que nos roban todos
los que acechan cobardes en la esquina.
Entonces sé:
duerme la verdad,
yace, muy abajo allá
lejos
de tus labios...
[ERM, La muerte, más probable]
Una visión de mundo, con verdad y autencidad, a fin de sobrevivir, requiere de la iniciación de la experiencia apofántica que Edgar Ramírez compara con el aprendizaje del chamán. En el texto Eso que lanzas al viento hay otra comparación. la resucitación de la Masa / la colectividad adormecida, para que cobre los anhelos por «un sueño largamente anhelado / y postergado por los hombres miserables». La justicia. Y el optimismo porque la Humanidad tiene que dejar de ser ese cadáver que es:
En el diván sicoanalítico se nos muere el cadáver
que alguna vez la humanidad resucitara en Masa.
(...)
Eso, eso que lanzas al viento,
cantos dorados que brincan y danzan sobre la plata del lago,
acaban hundidos en el lodo del alma;
la honda que vibra, molino en el aire,
no atina ya contra el Goliat de la desesperanza.
Eso que lanzas al viento: palabras, en carne viva palabras.
[ERM, Eso que lanzas en el viento]
Este poema sobre las palabras vivas y la honda que vibra en aire, aún sin atinar golpear la desesperanza, tiene que ver con Iniciación del Estío del Aprendiz de Chamán. El estío simbiloza nuestra historicidad amarga y decandente y lo que lanzamos al viento en el poema anterior son las piedras del lenguaje: «Eso que lanzas al viento: palabras, vivas palabras. / Esqueletos menudos entre tus escuálidos brazos» y nuestra actitud en la vida. No obstante, el Estío puede convertirse en un solsticio de verano, en una etapa de gozo y solidaridad y protecciones:
madriguera de laboriosas abejas y el dulce,
dulcísimo néctar, me hace olvidar,
la sangre y el dolor...
(...)
He pasado la iniciación de estío,
de noche, y al fin ya solo, contemplo el guiño
de los ojos en la piel de la noche;
mis compañeros me han dejado,
postrado y exhausto frente al ídolo nuevo
del solsticio de verano;
mis compañeros han dejado
cerveza, de dátil y maiz,
en la entrada del nicho en la piedra,
de donde surgiré al alba orgulloso y radiante.
[Iniciación del Estío del Aprendiz de Chamán.]
En visión de Ramírez Mella la visión esperanzadora es asunto de remozar las palabras viejas, abrirse a la apofánsis y compartir con los compañeros una nueva iniciación. Es el advenir siendo sido un Escuchar y un Haber Visto, o conocido. No es cerrar los ojos y no ver; ni es un hablar imitativo en la complicidad. Es siempre un aprender de lo que se atestigua en el ser-ahí de la historia y transformar el cadáver del Estío en resurrección.
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Martin Heidegger: Ser y tiempo: Editorial: Fondo de Cultura Económica. México, 1971. 2ª ed. revisada, con una nota preliminar, 5ª reimp. 477 páginas; 21