Thursday, January 20, 2011

Dos actitudes para enfrentar el momento político

El cortesano exige lo imposible a los dirigentes populares mientras trata con indulgencia a los gobernantes de la oligarquía. Si Floro Tunubalá, primer gobernador indígena del Cauca hubiera vivido un escándalo como el de PROBOLSA, hace rato estaría en la cárcel.

Por Fernando Dorado Gómez

En estos días que empezamos a calentar motores para realizar de la mejor manera posible el ejercicio electoral en que me he comprometido, algunos amigos me han reconvenido amablemente sobre el hecho de que estoy siendo muy agresivo con antiguos aliados. Dan a entender que la irreverencia y el radicalismo pueden alejar a potenciales electores.

He pensado en el asunto y quiero compartir algunas reflexiones que considero pertinentes sobre el momento político que vive nuestra región.

El Cauca tiene personas preparadas para construir un camino de progreso. Sin embargo, la mayoría de ellos/as han tenido que emigrar a otras regiones o al extranjero porque no encontraron espacio para realizar sus sueños y anhelos. Los que se quedaron hacen esfuerzos en la empresa privada y/o soportan la situación haciendo de tripas corazón.

Cualquiera de ellos/as podría ejercer el cargo de Gobernador con lujo de detalles. Sin embargo les atemoriza la realidad política caucana. Saben que las cosas no marchan bien, que la clase política tradicional fue permeada por la mafia. Son conscientes que la riqueza natural y los intereses de los caucanos están siendo feriados al mejor postor. No es ningún descubrimiento, es vox populi. Estas personas son conscientes del enorme poder que han conseguido esas mafias y parecen decir: No hay nada qué hacer.

Ante esa situación surgen dos alternativas: una, agachar la cabeza, doblegar el espíritu, negociar con los poderosos. Sumisos y entregados quieren acceder a cargos de representación popular para «hacer algo por la gente». Algunos lo llaman pragmatismo, otros realismo.

El otro camino - el más difícil -, nos lleva al terreno de enfrentar la situación con toda la nitidez posible. Denunciar la corrupción, hacer pedagogía política, mostrar la incapacidad de esa dirigencia para gobernar con honestidad, intentar llegarle a los amplios sectores de la sociedad que desprecian la política y están hastiados de la politiquería.

A ésta segunda alternativa la llamo… «desencadenar las fuerzas reprimidas y acumuladas por nuestro pueblo». Es la que he escogido y claro, implica arriesgar.

Tenemos ejemplos que indican que el segundo camino se puede recorrer:

En 1997, al final de nuestro ejercicio en la Asamblea Departamental, con la participación del dirigente indígena Manuel Santos Poto, de las diputadas Claudia Piñeros y Gema López - quien por entonces se le había rebelado a Aurelio Iragorri -, logramos vencer al gobernante de turno con la ayuda de algunos diputados liberales y conservadores. El principal prospecto del liberalismo aristocrático de Popayán en ese período, Rodrigo Cerón Valencia, supo lo que era morder el polvo de la derrota. El movimiento popular campesino del Cauca lo quemó políticamente. Es historia.

Fue la antesala del triunfo de Floro Tunubalá. El pueblo caucano nos dio una lección de coraje y de rebeldía en el año 2000. Liberó la presión acumulada durante más de tres décadas, castigó a los partidos tradicionales y ofreció una oportunidad a los dirigentes de las organizaciones sociales representadas por el Bloque Social Alternativo. Y… ¿qué pasó?

Se desaprovechó ese momento histórico. Fue un gobierno mil veces mejor que cualquiera de los realizados por los partidos tradicionales, pero no fuimos lo suficientemente conscientes que la principal tarea de un gobernante alternativo es gobernar con el pueblo, romper esquemas, aprovechar la oportunidad para construir con nuestra gente un verdadero sentido de DIGNIDAD y de pertenencia a una región.

El sólo hecho de ver a un indio sentado en la silla del Gobernador ya era un triunfo. Por primera vez se había expresado electoralmente un fuerte mandato popular. Pero… se volvió a imponer la lógica y el pensamiento cortesano.

Se renunció a enfrentar el establecimiento. «Había que pagar a la banca privada» – dijeron los asesores. Floro sacrificó su presupuesto para cancelar la deuda contraída por los gobiernos anteriores. Inició la recuperación de las finanzas departamentales (Ley 550), a pesar que el anterior gobernador había contado con los cuantiosos recursos de EPSA (1). Se impuso el pensamiento de ONG. La cooperación internacional fue la supuesta tabla de salvación. Pero no hubo tal.

No se consideró en ningún momento la moratoria de pagos y, menos, la posibilidad de convocar al pueblo para decidir en colectivo. La Minga se quedó en folclor. Nunca se enfrentó con verraquera el bloqueo oligárquico que montó el gobierno de Pastrana y la clase política de Popayán que - por ejemplo -, se propuso impedir la construcción del proyecto de vivienda de Las Guacas (que los siguientes gobiernos no han terminado y lo convirtieron en un remedo de lo que se había planificado).

Mi insistencia en el tema de la actitud se basa en esa y otras experiencias. Definitivamente nos faltó coraje, no se recurrió a las bases sociales para hacer un verdadero ejercicio de gobierno con el pueblo. La timidez se impuso. Hoy estamos pagando el precio de no haber entendido ese mandato del pueblo caucano.

El talante del gobernante popular no es un problema menor. Es lo que va a definir el futuro de los procesos de cambio que ocurren en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y demás países de América Latina. Es la capacidad de apoyarse en la gente lo que define el futuro.

NOTA: Quienes quieren llegar a la Gobernación del departamento de la mano de Jesús Ignacio García (intermediario del negro Juan Carlos Martínez Sinisterra, hoy en la cárcel) o de Aurelio Iragorri Hormaza, no podrán hacer más que repetir lo hecho por los gobiernos de Juan José Chaux Mosquera y Guillermo Alberto González Mosquera. Heredan y tendrán que administrar la corrupción y la incapacidad ya demostrada.

(1) César Negret Mosquera (1998-2000) tuvo a su disposición directa más de $28.000 millones y la CRC - controlada por Chaux Mosquera -, manejo desde entonces más de $48.000 millones de la venta de La Salvajina.

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