Tuve ocasión en Internet de ver el momento en que el “padre Pato”, criollo en su vestimenta, poncho al hombro, interrumpe al Coral Lutheriense, y tuve ocasión de escuchar y leer sus posteriores declaraciones.
Es verdad que todo esto “no afecta la vida de los pobres”, como dijo algún cura amigo, pero no podemos ignorar que el tema esconde aristas muy sensibles y graves.
Dejo de lado la trascendencia del tema en diferentes medios y el ocultamiento en otros, más propios de algún oligopolio mediático, y sus circunstanciales aliados políticos, provinciales y nacionales de lo que se han ocupado correctamente sectores de derechos humanos de San Rafael.
Dejo de lado también la pena que me da la falta de sentido del humor del personaje en cuestión. He escuchado decenas de chistes sobre judíos contados por amigos judíos y no podría recordar la cantidad de chistes de curas que se cuentan en ambientes clericales.
Me quisiera detener en dos aspectos que fueron juntos en la perversa afirmación “violar la fe es diez mil veces peor que violar a una hija”.
En momentos en que el mundo está conmovido por los escandalosos casos de pederastia en el clero –cosa no siempre acompañada en nuestro país donde “el gran pederasta” sigue suelto– resulta una bofetada arrojada al aire y al público. Podría haber dicho “peor que violar las leyes”, o hasta “peor que violar la Constitución”, ¡pero no!: dijo “diez mil veces peor que ¡violar a una hija!”.
Es sabido que la enorme mayoría de los casos de violencia familiar contra mujeres y niños/as ocurren en el seno de la familia, pero eso no exime al clero. El padre Pato parece haberse burlado, o –peor aún– menospreciado a las víctimas de abusos por parte del clero. Y eso es escándalo y es violencia.
Pero, por otro lado, el sketch en cuestión se reía del celibato, no de la fe. El celibato no es cuestión de fe, es una disciplina eclesiástica que bien podría anularse (¡y sería bueno que el tema pudiera debatirse en el seno de la Iglesia!) y, si se anulara, la fe no se vería afectada en lo más mínimo.
Es posible que el cura en cuestión sea un perfecto ignorante, y la lectura no figure entre sus hábitos, pero lo que sí parece figurar entre sus pasiones es el autoritarismo: autoritarismo que se cree con derecho de interrumpir un espectáculo público, autoritarismo que se cree con derecho de burlarse de las víctimas de la pederastia, y autoritarismo que cree que la Iglesia debe decir a la sociedad qué debe ver, escuchar, pensar y hasta sentir. Y eso sí es cuestión de fe. Y en eso, el padre Pato ha sabido violar la fe. Porque un tal Jesús de Nazareth, que sabía de estas cosas, dejó bastante claro cómo entendió la autoridad, donde ni siquiera Dios se impone. Claro que para saber esto, el padre Pato debería haber leído el Evangelio.
* Coordinador del movimiento de sacerdotes en opción por los pobres Carlos Mugica.
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