La Mara Salvatrucha es un ejemplo del enmalecimiento de las palomillas de jóvenes salvadoreños, quienes arribaron a Los Angeles, California, en los principios de 1980. Sus familias fueron víctimas de las guerras civiles internas. La agresión norteamericana, el apoyo a los contras nicaraguenses y lo salvaje de la guerra, marcó con ira las almas de estos jóvenes.
CONTINUACION: En este y anteriores ensayos, elaboramos un marco interpretativo que nos permita entender la situación de los niños y adolescentes en la sociedad. El primer paso fue describir la índole de integración social que caracteriza a una comunidad que produce pandillas. El segundo paso, ya descrito el medio y la posición social de las minorías en la sociedad y sus modos de vida urbana, será describir algunas de las regulaciones impuestas sobre estas comunidades, antes y después que se vean afectadas por el delito o la conducta anti-social de sus jóvenes. Causalmente, lo impuesto y legislado puede o no resultar en las pertubaciones del sujeto y su medio.
Entendemos que las motivaciones de los seres humanos pueden clasificarse en dos reacciones fundamentales: actitudes altruístas y egoístas. Los niños y los jóvenes como grupo son los reflejos de las familias en su dinámica de integración social. La efectiva integración social es decisiva para el buen resultado de la inclinación de los vecindarios hacia el propósito de una movilidad ascendente y la evitación de la decadente. Las expectativas de progreso definen una comunidad saludable. El rezago de un barrio, su paulatino empobrecimiento, indica que hay obstrucciones a la movilidad social y signos palpitantes de actitudes egoístas. Las tendencias a los comportamientos egoístas originan la prevalesencia de estados incompatibles que si se perpetúan duradera e intensamente, dan ocasión a la violencia silenciosa o abierta que perjudica a generaciones de jóvenes, cambiándoles su tipo de organización social y el uso de su tiempo libre.
Explicamos que la organización de los jóvenes en palomillas es natural y les brinda una cohesión identitaria. La gavilla ha existido desde siempre y se ha proliferado, en particular, desde que se perdió el papel de los ritos iniciadores. Robert Bly ha comentado que esa pérdida fue dramática a partir del nacimiento de la Revolución Industrial.
Discutimos el tema de la juventud en pandillas y la desintegración de familias porque la comunidad levanta su voz describiéndolos como fenómenos amenazantes. Asusta el número de grupos criminales, en cuanto la comunidad prefiere que las organizaciones sean protectoras o tengan una función policíaca y benevolente. Inquieta, por igual, a las autoridades del orden público en cuanto el llamado que se imponen es combatir a las organizaciones de jóvenes, cuando se manifiestan antisocialmente. Finalmente, contrario a las pandillas de otras épocas y naciones, en los EE.UU. la pandilla callejera, en muchos modos, es muy distintiva y unica como institución. En su libro The Anatomy of Gangs, Allan M. Hoffman y Randal W. Summers comentan que «nuestras pandillas son mucho más prevalentes, más permanentes, grandes y complejas y mucho más involucradas en el crimen» que otras en la historia del mundo. Ambos autores dan el ejemplo de las pandillas angelinas. «En Los Angeles en 1991 se calculó que el 40% de los homicidios estaban relacionados a pandillas. En el periodo de cinco años de 1986 a 1991, esto representó 2,400 homicidios cometidos por pandillas».
Según el Departamento Federal de Justicia, el número de pandillas en la nación estadounidense puede ser mayor a 30,000 pandillas, con más de 800,000 miembros. Cerca del 49% de los pandilleros son de origen hispano/latino, 34% son afroamericanos, 10% son blancos no-latinos y 6% son asiáticos. «El problema ha empeorado tanto que el gobierno considera que las pandillas son una de las amenazas más serias a la seguridad interna, después del terrorismo».
LOS PACHUCOS, LA ULTIMA PALOMILLA: Del área del El Paso-Ciudad Juárez, entre 1910 y 1920, el Suroeste estadounidense, vio los modelos y formas de una cultura de palomillas que se integró por cholos y chucos. Laura L. Cummings ha tratado el tema en el ensayo Cloth-Wrapped People, Trouble, and Power: Pachuco Culture in the Greater Southwest. Ella los describe como jóvenes traumatizados por «la violencia, los trastornos y el hambre en el curso de la Revolución Mexicana, que comenzó en 1910, y que ocasionó desplazamientos muy grandes de población y migración hacia los EE.UU. por el área de la frontera de EE.UU.-México, especialmente a través de El Paso, que en aquel tiempo fue el centro de contratación de jornaleros para el oeste de los EE.UU.»
Ellos habían llegados con sus padres y fueron los primeros mexicanos que, por la guerra en su país natal, ven limitadas sus opciones de volver a su tierra. Constituyen las palomillas hispanoparlantes que nacerán en el Norte. Un porcentaje de estos inmigrantes, si consideramos a sus padres y parientes, constituyó una clase acomodada en México y es Norteamérica que empobrecen y se ven en la necesidad de trabajar, sea en el campo o en ciudades.
Durante el final de esos años, en los EE.UU. casi todo el mundo empobreció, si tomamos en cuenta los años de Depresión Económica. El crecimiento económico y aumento de la productividad de los '20 produjo dividendos y ganancias que fueron a parar al beneficio empresarial. Un crash bursátil motivó una reacción en cadena en el sistema financiero. Numerosos bancos que empezaron a tener problemas de solvencia y liquidez y cerraron. Ell pánico y la desconfianza no fue sólo de los banqueros que no podían rembolsar a los depositantes. Fue de todos. El agresivo intervencionismo del gobierno en el sector agrícola y en los aranceles condujo a una carrera mundial hacia el proteccionismo y el nacionalismo económico. La quiebra de muchos negocios y el aumenta el desempleo afectó a los inmigrantes mexicanos y la situación de depresión la resintió todo el mundo. Aún habiendo bienes y capacidad productiva, nadie tenía la capacidad económica para adquirir los bienes.
En medio de la pobreza generada por la Depresión de 1928, a lo largo del decenio del 1930 a 1940, aparece la subcultura del pachuco. Utilizaron una vestimenta distintiva (conocida como los Zoot Suits) y se inventaron un dialecto o caló. Los jóvenes de esta subcultura fueron los hijos de los traqueros, o trabajadores migrantes de los ferrocarriles que seguían la ruta de El Paso a Los Angeles. Estos jóvenes estaban doblemente marginados. Por un lado, por su necesidad juvenil de socialización, limitada por el racismo y la pobreza. En segundo lugar, su etnicidad no fue bien vista por los anglocaucásicos. El anglocaucásico les consideraba punks and troublemakers. A ésto él asociaba la palabra pocho.
La inmigración de las familias que huyeron de las consecuencias de la Revolución Mexicana coincide con el segundo brote de la nativistas asociados al Ku Klux Klan que el Presidente Ulysses S. Grant procesara judicialmente, en cuanto fue posible, por sus desmanes, antes de 1870. En 1915, el segundo movimiento del Klan comenzó sus actividades para originar otro período de tensiones sociales. Después de la primera Guerra Mundial ocurre la llamada Gran Migración que trae oleadas de inmigrantes de Europa Oriental que se suman a los sureños, afroamericanos y anglocaucásicos, se mudan a las ciudades principales del norte en los EE.UU..Cuando los veteranos de la primea Guerra Mundial regresan, resienten a los nuevos grupos de inmigrantes y es cuando el KKK recontinúa una prédica racista, anticatólica, anti-semita y que ahora incluye el anti-comunismo. Durante los años de la Gran Depresión, el Klan ganó mucha popularidad y crecimiento. Después de la Segunda Mundial, perdería influencia y prestigio.
Un hecho sorprendente es que, en los años de intensa actividad del KKK, cuando había, según el censo de 1920, una población de varones blancos de 18 años de edad o más de casi 31 millones, sólo 4 a 5 millones pertenecían al mismo. Hubiera sido más si para la membresía resultaran elegibles muchos que lo pedían. Fundamentalmente nativista, el segundo Klan rechazaba a los inmigrantes fuesen de donde fuesen. No admitía católico-romanos ni judíos. Ni latinos ni afroamericanos.
Mas antes de su debilitamiento a finales del decenio de 1940, el KKK y otros movimientos nativistas descubrieron al mexicano. En particular, a los mexicanos de la segunda generación que han sido asociados al pachuquismo. Les sorprende su manera de vestir. «Innovated a style and attitude that expressed their defiance of mainstream America. Dressed to kill in zoot suits and with pompadour haircuts they hung out on the streets of East Los Angeles, speaking their own language and asserting their difference from everyone around them». Se ha interpretado que fueron el primer grupo subcultural que hicieron su despliegue de rebelión —no como la mafia u otros grupos que ya los EE.UU. conocía desde 1760 y 1812, con las referencias de los Gabelloti y el feudalismo siciliano. Los pachucos desafían con la ropa y su cohesión como palomilla.
La acusación resultante de la creativa autoexpresión de los últimos gavilleros, palomillas no maleadas, fue que los pachucos fuesen identificados como una subcultura de delitos y pandillas. Como resultado de una propaganda acusatoria y xenofóbica, vestir como un pachucho comenzó a significar que se era un pandillero («gang member»). «To Anglos, zoot suits were clothes than only hoodslums wore». Contrario a la especulación de Octavio Paz que asocia a la moda del «zoot-suit», una subcultura parelela («zazou») existente en París durante la Segunda Guerra Mundial, es más probable que el pachuquismo se asocie a la inventiva lingüística juvenil antes de tal guerra. La misma palabra pachuco se origina por la mexicanada residente en la ciudad de El Paso, en los años en que los jóvenes la llamaban El Chuco o El Pasiente, dos términos contenidos en el vocablo.
Mas antes de 1943, como ya hemos dicho, fecha en que se marca en Los Angeles, la transición de la palomilla pachuca y su cultura juvenil a una serie de motines, así conocidos Zoot Suit Riots y que los vierten en la notorierdad nacional, es necesario destacar lo siguiente. Ellos son el fin de un silencio muy pasivo. Representan dos guerras en las que se les pagó a sus familias con ingratitud. Eras, entre dos guerras mundiales, en que ni como ciudadanos estadounidenses los mexicoamericanos pudieron encontrar ayuda del gobierno federal ni auxilio de sindicatos ni seguros de vida comerciales para beneficiar a sus familias en caso que faltara el proveedor, por enfermedad, desamparo o muerte. Durante el tiempo, antes y después de las guerras, que un gran número de mexicoamericanos (primeras, segundas y terceras generaciones) dejaron sus vecindarios en el Suroeste y se integraron como trabajadores a los centros urbanos, encuentran una gente, predominantemente blanca y afroamericana. Ambas tienen la misma actitud egoísta: «No vengan. Les cerraremos las puertas». Las maneras en que practicaron la actitud fue mediante la discriminación en el empleo. Se les dijo que son competencia en el área de mejores empleos de cuello blanco y azul. Les condenaría para que volvieran a trabajos en el campo, casi como en la era de los siervos feudales. La metáfora de «Cerraremos las Puertas» se materializó con la discriminación habitacional. Y, además, los mexicoamericanos no fueron admitidos a los empleos en la policía, el sistema de seleccin de jurados y otras oficinas públicas.
Durante los años subsiguientes a la primera Guerra Mundial, se organizó la primera asociación que denunciaría la injusticia que representa la virulencia discriminatoria. En 1929, surgió LULAC, Liga de Ciudadanos Latino Americanos Unidos, cuya meta desde siempre ha sido informa sobre la discrinminación, la desigualdad educativa, la explotación y malas condiciones de vida del inmigarnte, su pobreza, los barrios hacinados, donde el trato ofrecido a las familias fue el de «ciudadanos de segunda» y «tercera clase», aunque fuesen tan ciudadanos como anglocaucásico y ofrecieran sus vidas en las guerras que los EE.UU. peleara.
UN CIERTO DESPERTAR: El 2 de gosto de 1942, el joven mexicano José Díaz, de 21 años de edad, fue golpeado a muerte en las cercanías de una locación llamada Sleepy Lagoon. El racismo y sensacionalismo de Los Angeles Examiner se concentró en echar la culpa a las pandillas mexicoamericanas; pero, a tal fecha, las alegadas pandillas eran meramente palomillas; algunos miembros de estas palomillas jóvenes, empleados en la pisca, que salían de sus barrios rurales y visitaban centros de diversión mexicanos. El caso de asesinato de José Díaz se llevó a los extremos del prejuicio, la burla de todo procedimiento adecuado y, sin que se presentara evidencia de testigos de cargo, unos 24 mexicoamericanos fueron acusados y diecisiete de ellos convictos de delitos que iban de asesinato en primer grado a asalto con armas mortales. Dos años más tarde, el juez que los condenara fue reprendido por incompetencia, hostilidad para los acusados y extremo prejuicio. Tras una apelación en cortes de las familias mexicanas, los diecisiete convictos fueron liberados. Se halló que ellos no habían cometido ningún crimen.
La publicidad mala contra los mexico-americanos, los sleepy-lagooners o, simplemente, goons, siguió en periódicos y revistas. En esta ocasión, tras el incidente de Sleepy Lagoon y su inesperado resultado, que absolviera a los jóvenes acusados, el chivo expiatorio serían los adolescentes pachucos. A ellos tendrían que acusarlos de los aumentos de criminalidad en Los Angeles. Los marinos anglocaucásicos se prestaron al juego de una prensa hostil y anti-mexicana y el día 3 de junio de 1943 once de ellos avanzaron hacia un barrio mexicano. Irían a perpetuar su juego de provocadores. Un enfrentamiento se cuajó inevitablemente. Al día siguiente, los marinos requieren de más ayuda frente a los rudos puñetazos y palos que dan los mexicanos y mexicoamericanos. Alquilaron una flota de taxis que trajo a los barrios de Los Angeles dos centenares de marinos. Para el 7 de junio, ya miles de civiles se habían involucrados en las peleas y motines. Las palomillas mexicanas, ante tanta provocación, peleaban con una pasión inusitada, aunque siempre resultaban superadas por el número de policías, marinos y racistas, haciendo causa común de complicidad y xenofobia.
La escritora Himilce Novas, al describir la actitud gubernamental ante los motines angelinos de 1943, escribió: «The police looked the other way and even arrested victimized Mexican American youths. Downtown Los Angeles was essentially declared off limits to military personnel, but by then the riots had become widespread. The Zoot Suits sparked attacks in Beaumont, Texas, Chicagho, San Diego, Detroit, Evansville, Indiana, Philadelphia, and New York City».
A partir de entonces, la policía comenzó a recibir el mensaje de que no se puede agredir a una comunidad sin una consecuencia de violencia más intensa que los crímenes que se le achacan a sus minorías. Un motín puede ser un detonante de una guerra civil. El entonces Gobernador de California, Earl Warren, y el Obispo de Los Angeles, Joseph McGucken, reconocieron un informe de un Comité Investigador de Ciudadanos que concluyó que los Motines de 1943 fueron ocasionados por prejuicios raciales, animados por la prensa sensacionalista y, posteriormente, por la policía misma. El Cabildo de la Ciudad de Los Angeles debatió una ordenanza para declarar el vestir al estilo zoot suits un acto ilegal. La experiencia de este primer motín, sumado al caso de Sleepy Lagoon, sirvieron como una lección comunitaria para que comenzara a incentivar la lucha por los Derechos Civiles de los mexicoamericanos y latinos en general.
Habría que preguntarse, ¿se entendió el mensaje? El hecho real es que no. Institucionalmente, se ha hecho poco.
¿POR QUE HAY PANDILLAS?: Las familias en las comunidades han llegado al punto de reconocer la importancia del por qué existen las pandillas y ya no son como antes que la pandilla fue una simple reunión de gavilleros y muchachos andariegos y callejeros, que no necesariamente eran unas malas personas. No se puede cambiar las actitudes de la pandilla de hoy sin conocer qué es lo que ellos quieren, qué les afecta y les duele, al punto de que hayan decidido solucionar sus problemas antisocialmente.
¿CUALES SON LAS ASPIRACIONES DEL PANDILLERO?: Una definición de pandillero que puede ser muy útil es: «el chico que se va de la casa, rompe con los valores de su familia y es una presencia vacía o invisible delante de sus padres, custodios y parientes». Este irse de la casa puede ser permanente, o temporal; pero siempre es una reacción a algo que falta en la casa. Se va por una carencia, cuya esencia es algo que él aprecia. No se abandona aquello cuya conexión es significativa, o sentimental o espiritual fuerte. La carencia que provoca la ausencia, la desvinculación del hogar, tiene que ser tentadora. Tiene que suponer algo que se quiere, aunque parezca egoísta. Irse ya presupone una búsqueda y hallazgo de un destino, al mismo tiempo una nueva forma de vinculación. El que se va se unirá a un espacio de admisión. Cree que halló una puerta abierta.
Hay que decir otra cosa del que se va. Su huída del hogar es premeditada. Sabe que se va sin una bendición. Bendición se enterá como sin el permiso expreso de su familia y de su comunidad. Cuando una comunidad identifica un pandillero, lo menosprecia. Lo avizora como un ser-no-bendito. Siente vergüenza de él y, aunque no haya recibido ningún daño de parte de él, el pandillero como joven, sin bendición, lo declara sospechoso, éticamente reprobable. Esto es así porque, como explicara Van Gennep, el único joven admisible en su comunidad es el que ha sido iniciado en rituales iniciáticos que explican el tránsito entre «viajar y retornar», irse y regresar. Esta expectativa de integración social está en la psiquis de una comunidad natural. Si bien es cierto que ya no existen los ritos de paso la idea trasciende los tiempos y la existencia o no existencia de rituales institucionalizados por la comunidad. En las sociedades no industrializadas, en las viejas comunidades naturales, que el niño y el adolescente se sustraiga de la autoridad de los adultos, en la forma de un irse, formar un grupo aparte, «representa un peligro potencial». En las viejas comunidades, es la familia y la comunidad, la que da ese permiso. Los ritos iniciadores, llevados a cabo en forma individual, no se condonan, dice Van Gennep. Son una huída, una deserción. En término de cómo intuye una comunidad, la conducta de un pandillero y cómo lo evaluará por no sujetarse a su trámite es el desertor, no bendito, que huye y quien huye, desafía. La pandilla es el lugar de los proscritos.
LA HUIDA DEL LENGUAJE TRADICIONAL: La primera reacción del niño / adolescente / que rompe sus relaciones con una comunidad que ya no le bendice es adquirir un lenguaje que les diferencíe de ella. La palabra es__- Lo primero que anhela decirle el proscrito a quien le proscribió es que ya ni el lenguaje es común. No los une. El niño / adolescente / los desafiará mediante su adscripción a un caló, jerga o slang, que contengan una actitud desvinculadora respecto al habla general, sea el español o el inglés, que habla su familia y su comunidad en general. Los estudios de Stephen J. Caldas, de Hofstra University, Hempstead, tienden a evidenciar que «en general, los niños evalúan su bilingualismo y biculturalismo mucho más que los adolescentes más viejos y adultos jóvenes» y, de hecho, los adolescentes más que los adultos y ancianos de su comunidad. Dice Caldas que «también los niños exhíben una autoconfianza bilingüe más grande y consciencia propia menos dismininuída o acomplejada que otros adolescentes de mayor edad, cuando se les plantea que, al madurar, decidan sobre su identidad»; pero, esta actitud de autopercepción saludable es vulnerable a la presión cultural circunstancial. «Greater exertion of peer pressure in early adolescence», se impone en la manera de un menosprecio a la condición de niño inmigrado, latino, de ancestro extranjero, sea monolingüe o esté en el proceso del aprendizaje del inglés como segundo idioma, por lo cual el niño minoritario sufre. En Estados Unidos («the US venue in particular did not place high value on bilingualism») no se tiene en alta estima al chico bicultural.
Otros estudios, como el realizado por Alexander Seeshing Yeung, en Can Two Tongues Live in Harmony: Analysis of the National Education Longitudinal Study of 1988 (NELS88) Longitudinal Data on the Maintenance of Home Language, indican que las especulaciones en torno al efecto negativo en la adquisición del inglés como segundo idioma, por hablarse o preservarse el español («home language») no tienen base. Las lenguas extranjeras pueden vivir en armonía y no es necesario poner esta presión en la comunidad. De hecho, los estudios sugieren «la necesidad de apoyo para que se amplíe el lenguaje nativo o primario («first language (L1, non-English») para que su uso proeficiente sea conservado». En el discurso comunitario, la actitud es prejuiciosa. El sistema educativo público ejercita una actitud anti-étnica y pide a la comunidad la renuncia al idioma nativo, la asimilación total, no el aculturamiento y ésto se revela en la presión política que se cierne sobre las escuelas con las propagandas del English Only, desmantelamiento de programas de ayuda para la Educación Bilingüe y otras iniciativas.
Considerado este hecho, el desprecio de la biculturalidad y la bilingualidad, el niño rebelde y tránsfuga juega creativamente con los lenguajes. Crea códigos de intercambio. La pandilla le permite este juego. La investigadora Letticia Galindo, de la Arizona State University, estudia estos fenómenos (la conservación del español, las actitudes hacia el hablarlo con acento, el cómo afecta la identidad étnica y social) entre adolescentes chicanos de Austin (Texas) hasta motrar la variedad de actitudes lingüistica posibles y su función comunitaria entre hablantes.
Cuando la comunidad distancia al adolescente mexicano, o ya mexico-estadounidense por su adquisición del inglés y otros valores de la corriente hegemónica de cultura, le estampa el nombre de cholo. Mas habría que entender que cholo no necesariamente significa a gangster, o pandillero, aunque recientemente el término da por sentado que lo son y que todo cholo es miembro de una pandilla. La más antigua acepción de la palabra fue en atención a su vestir: utuilizando baggy chinos (o pantalones khaki). Cuando son cortos khaki, utilizan calcetines a media rodilla. Cholo es dicho, con cierta actitud despreciativa por ellos, en particular, por miembros de la comunidad de origen mexicano, que conocen el término náhuatl xolo y al indio que lo fue. El cholo no describe ahora un estatus de esclavitud ni inferioridad social; pero connota un más o menos tono de piel oscura.
En 1571, Fray Alonso de Molina, estudioso del náhuatl en su Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana Y Mexicana y Castellana, definió la palabra xolo / cholo como «esclavo, criado, sirviente». En toda América, la palabra designa al mestizo o al indio e, históricamente, en las áreas de la frontera, es un calificativo derogoratorio para clasificar a los inmigrantes de la más baja clase social. El mexicano blanco de las áreas norteñas, como su homónimo suramericano, al decir cholo dice dos cosas: «Eres prieto e indio» y «ya no conoces ni eres fiel a la cultura de su origen». Cholo es el mexicano, «al que viéndosele el nopal en la frente», no sabe el español o la habla muy deficientemente. Al cholo no se le respeta el acento ni se le perdona que se haya asimilado.
El cholo vive en la cultura de la acusación. Se le reprueba su modo de vestir. Se le acusa de pandillero aunque no lo sea. Se le reprende por olvidar el español. Se duda que sea suficientemente inteligente para articular un inglés como una persona educada. Le menosprecia el anglosajón y el paisano. Cholo en el discurso público de la vida diaria significa «indio como insulto»: mudo, incivilizado o poco sofisticado. El trato que damos al cholo aquí es el mismo que da la clase alta y media en México al indio.
Citaré del blog de Exktor H. Martínez, lo que a su vez él transcribe de Nikito Nipongo en su libro Perlas (Lectorum, 2001), respecto a la situación de los indios en México: «Somos así con los indios: los vemos fuera de nuestro mundo, los suponemos inferiores, les hablamos de tú, nos causan risa, no les damos la mano por temor a un contagio, los consideramos siempre sucios, los tenemos por torpes y lerdos, no los concebimos cultos jamás, se nos antoja el color de su piel signo de enfemedad degenerativa, no admitimos que ningún indio pueda progresar, sostenemos la vieja creencia de que los indios son peores que los animales, contemplamos inmutables su miseria, nos parece indecente que tengan parcelas y casa de cal y canto, jamás se nos pasa por la cabeza la posibilidad de ser amigos de los indios, estamos acostumbrados a la descriminación del indio hasta verla como simple costumbre, nos oponemos a su autonomía cultural, no permitimos que adelanten en ninguna forma, tenemos la convicción de que en México los indios significan un estorbo, consideramos que sus mujeres sólo pueden aspirar a ser sirvientas, no condenamos su maltrato ni su exterminio y de ninguna manera les concedemos la calidad de mexicanos. Así somos con los indios los hombres de razón... ¡ah!, mas cuando ellos se rebelan, aullamos: "¡No, no, violencia no, violencia no!» Ver
NO VUELVAS A LLAMARME CHICO: Lo primero que hace el chico étnico, o bicultural, es declarar una independencia lingüística. Ya no será el chico o el kid / boy / young fellow del barrio, o la vecindad donde viva. Entre los calificativos que, según su edad, admite para sí están las siguientes construcciones: boi, boo, boyz (compañwros de su pandilla), homie, homey, homeboy, peeps {gente no de la pandilla con la que se puede hablar), dime (la chica sensual, hot girl), shorty (niña, o chica), haps (la jefa o madre), vato loco (crazy dude),
Cambian las maneras de saludo: Orale («Woah man!»),
SUS RIVALES: Para sus rivales, según sean, tendrá sus nombres: los policías o cops son: popo(s),
Para los miembros de pandillas latinas, los negros son: nigga, niggaz, nizzle, busted (ugly nigga), jigga,
RECONSTRUCCION ILUSORIA DE LA CUADRILLA: lll
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Locations
* areous - area* crib - place of residence* hood - neighborhood* bodega - corner store* the shops - mall somewhere to go shopping
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Bibliografía
Laura L. Cummings, «Cloth-Wrapped People, Trouble, and Power: Pachuco Culture in the Greater Southwest», en: Journal of the Southwest, Vol. 45, 2003
Allan M. Hoffman and Randal W. Summers, The Anatomy of Gangs [ Praeger, 1996. 358 pgs]
Alejandro Tagliavini, «Las Pandillas Latinas en Estados Unidos», en: Diario de Américas. 3/9/2005 Ver
María Elena Salinas, «Las pandillas, el nuevo enemigo urbano», en: Voces de Univisión. Ver
José Baig, «Detroit, la pobreza y las pandillas», en: BBC Mundo. 22 de abril de 2008 Ver
Lis Horta Moriconi, «Crecimiento de pandillas femeninas en Estados Unidos preocupa autoridades», en: Comunidad Segura. Ver
Stephen J. Caldas, Changing Bilingual Self-Perceptions from Early Adolescence to Early Adulthood: Empirical Evidence from a Mixed-Methods Case Study [Applied Linguistics, June 1, 2008]
Letticia Galindo, Language Attitudes Toward Spanish and English Varieties: A Chicano Perspective [Hispanic Journal of Behavioral Sciences, Vol. 17, No. 1, 77-99 (1995)]
Himilce Novas, Everything You Need To Know About Latino History [A Plume Book, 3d. Edition, 2003}, ps. 96-104.
Horne, Gerald, Fire This Time: The Watts Uprising and the 1960s, Charlottesville: University of Virginia Press, 1995.
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