Wednesday, June 25, 2008

Palomilla, pandilla y rivalidad (1)


La transformación de la palomilla en pandilla


Por CARLOS LOPEZ DZUR

ORANGE COUNTY: Una palomilla y una pandilla no son la misma cosa; pero, en cierto momento, una palomilla se puede transformar en pandilla. Esta transformación hay que entenderla, histórica y sociológicamente porque los elementos que inducen al cambio son extracomunitarios. Son influencias ajenas a la comunidad natural y solidaria, tema de mi ensayo anterior, basándonos en las Teoría de Comunidad y Sociedad que desarrollara Ferdinand Tönnies.

Este ensayo se enfoca en la experiencia concreta de la juventud y sus padres en los EE.UU.. Es mi reflexión personal en torno al problema de la violencia en la comunidad hispánica y en sus barrios.

Cuando nos referimos a palomilla significamos al grupo de jóvenes que, desde su pubertad y adolescencia, busca fuera de su familia otros nexos de afecto y socialización. Esta gavilla o camarilla es, esencialmente, distinta a la pandilla, «the gang», o «criminal gang». El calificativo de palomilla tiene la connotación afectiva que describe al plebe. El diccionario Larrouse incluye algunas nociones clarificadoras: la palomilla como grupo es compuesta por niños ruidosos, niños vagabundos y callejeros, granujas y malvestidos.

En antaño fue frecuente que se hablara de la palomilla en términos de gavilla. Los gavilleros fue la metáfora para referir a su grupo como uno de baja condición social, pero no necesariamente criminales. El niño gavillero solía ser, en el peor de los casos, el vagabundo y el pilluelo. El gavillero tiene el carácter común al pícaro, a quien le gusta la aventura. En cierto modo, recuerda a dos personajes de Miguel de Cervantes de Saavedra, cuya niñez de inocentes fue tronchada por la noción del aburrimiento. Rinconete y Cortadillo son dos pícaros que escapan de sus casas. Uno de ellos, Cortado, porque le aburre la aldea.

Aquí la aldea implica unos valores centrados en la comunidad natal, ante los que Cortado objetará, sin la madurez para entenderlos ni los medios para superarlos. Es el niño que ya respeta otros modelos o valores: la ostentación y el lujo, parejos a la prosperidad y que, en su deseo de libertad e independencia, se vuelve individualista. La aldea mienta la mentalidad de pobreza del barrio frente a la ciudad.

La palomilla es descrita como un estado ninfático, es decir, una etapa temprana de desarrollo y, como tal describe el mundo orgánico de muchos insectos. Como la mariposa pequeña y nocturna. La palomilla, como diminutivo de paloma, vuela en bandadas. Bandada alude a grupo.

Cuando hablamos de comunidad, lo mismo que de «barrio», nos referimos al vecindario urbano. No sólo como una demarcación espacial y geográfica, o territorio, sino que la comunidad es una continuidad cultural y lingüística con su profunda connotación emocional. El carácter de lo racial es secundario, no así el cultural. El barrio latino trasciende lo meramente racial, porque hay comunidades latinas, con población muy diversa y su gente es ya una con diferentes orígenes, ancestros y razas. Lo que no cambia es el carácter comunitario de sus relaciones y su instituciones. Las instituciones sociales representantivas de la comunidad son la familia y la iglesia. Se discutirá, a lo largo de este ensayo, cómo la emergencia de relaciones impersonales e instrumentales, características de las grandes urbes y ciudades, tensa a niveles desintegrativos las relaciones personales y afectivas típicas del núcleo comunitario.

Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, es uno de los primeros documentos de la literatura que nos da la descripción de una comunidad con su consecuente mafia. En la Sevilla descrita por Cervantes se acusa la existencia de auténticas cofradías del hampa en aquella época, el siglo XVII. Es que la palomilla y la posibilidad de transformarse en algo delictivo y mafioso existe desde incontables siglos. En el mejor de los casos, una palomilla puede agremiarse y convertirse en algo inspirador para la comunidad y, en particular, para los más desfavorecidos. Lo que Cervantes nos dice de una pandilla es útil aún hoy.

Cuando Sevilla era la ciudad más rica de España, por su condición de puerto comercial principal para la llegada de galeones cargados de riquezas y oro, provenientes de América Latina y el Caribe, así como por el establecimiento en la ciudad de comerciantes de muchísimos países, la palomilla o el gremio de desprotegidos nacería. También el lumpen. El problema es que había decadencia económica y moral, por otro lado, debido a que la riqueza que seguía recibiendo España de sus colonias no repercutía en las clases bajas. Sevilla, pese a su cosmopolitismo y la prosperidad de sus clases pudientes, era una red de aldeas con bolsas de gran miseria.

Esto debe recordarnos en algo las crisis económicas que están en el corazón del surgimiento post-industral de las pandillas en los EE.UU.. La pandilla como transformación de la palomilla es lo que, en gran número, produce la aparición de pícaros, ladronzuelos y pedigüeños, como los que Cervantes describe echando a la suerte sus voluntades como criaturas, con la preguntas: ¿Qué valores nos son necesarios? ¿Aquellos de la prosperidad, el avance técnico, la buena vida, como la que lleva la Gran Burguesía, blanca y anti-aldeana, o los valores que en sus casas se les inculca: el Pórtate Bien de la religión, Respeta la Ley (patriotismo), No seas abusador (esencia del valor y al autoestima) y Honra a tu casa y tu vecindario (el honor).

La pandilla es un fenómeno no perteneciente a la comunidad, aunque relacionado a ella. Los ideologemas de las pandillas son frutos consecuenciales de la sociedad. La definición básica sigue siendo la unión de personas que se reúnen para engañar, o hacer daño a otros, o por fines ilícitos, capitaneados por un jefe. En la pandilla, la camaradería es condicionada y no puede ser definida como trato amistoso, sino como trato impersonal e instrumental. No hay confianza, hay mandato, recompensa y castigo. La pandilla no es una institución comunitaria, sino un mamarracho empotrado en ella, por fuerzas inductoras no comunitarias.

Al estudiar al pícaro como un antecedente del gavillero y el pandillero, Angel González Palencia hace este retrato de lo que pudiera ser el miembro de una palomilla: «Una clase de gentes no habituadas al trabajo, y que viven de ciertos servicios, y no se avergüenzan de comer la sopa de los conventos. Literariamente es el pícaro, hombre que, sin ser verdaderamente criminal, pertenece al hampa; tiene pocos o ningunos escrúpulos, particularmente en proporcionarse medios de mantenimiento; es humano, buen creyente, aunque pecador; no está habituado en modo alguno al trabajo regular y constante, sino que es perezoso y holgazán; su ocupación normal es la de servir a otro; hurta pero no roba, es astuto, ingenioso e imprevisor y simpático».

No se habitua al trabajo quien no lo tiene. O quien aún no está en la edad legal de emplearse. ¿Qué tal si no hay creadas en la comunidad las oportunidades de trabajo cuando el niño ya arribó a la adultez? ¿Qué tal si no hay disponibles servicios, excepto la sopa de los conventos?

Lo interesante de las observaciones de Cervantes y González es que coinciden en explicar que la proliferación del gavillero, el plebe simpático y el pícaro, reflejan un mundo donde la abundancia es de pocos y la miseria de muchos, puntos de las ciudades donde hay riqueza, comospolitismo (o diversidad étnica) y caos, por un lado, y virtud conservadora, opresión y miseria. En los niños, al salir de su hogar, hay una expectativa de fascinación con lo opuesto a lo que viven en sus aburridos hogares sin ventaja. La palomilla es, inicialmente, un lugar para soñar y romper las rutinas opresivas. Cervantes, quien conoció por amigos las mafias y cofradías sevillas, ciudad donde se desarrolla su argumento, da pormenores de la ideología que organiza a los pilluelos y vagabundos de ese siglo XVII. Como si nos describiera las pandillas modernas, perfiló minuciosamente en Rinconete y Cortadillo cómo están organizadas, los símbolos ante los que sus agremiadoas hacen advocaciones, el desarrollo del lenguaje propio, las germanías, o jergas utilizadas por los rufianes de aquel tiempo. Finalmente, al describir la Pandilla de Monipodio, da los rasgos del Jefe y sus deberes. Monipodio es como un padre entre los gavilleros. Es temido, admirado y querido; tiene prestigio y fuerza para resolver las querellas, así como para asumir la representación de toda la cofradía a fin de defenderla y administrarla.

Antes de abundar sobre los aspectos sociales, daré la siguiente perspectiva sicológica y existencial del adolescente y el joven, provenga de una familia rica o una pobre. Esto nos ayudará a entender que la palomilla puede darse entre ricos y pobres igualmente. Lo que es común en el surgimiento de la palomilla es una carencia. La comunidad, tal como la define Tonnies, a través de los padres, es la que debe proveer los rituales de iniciación («rites of passage»), nuevos códigos de conducta según un niño pasa a la juventud, con nuevas responsabilidades ante la familia y la sociedad. De hecho, el joven tiene también, con su maduración unas responsabilidades ante sí mismo. Sin embargo, como bien dice Eliade, «una de las caracteríticas del mundo moderno es la desaparición de ritos significativos de iniciación».

Los ritos de iniciación, en el contexto de este ensayo y como reclamos de lo necesario, son los conocimientos que nos permiten descubrir al guerrero interior, el ser social que se trasciende a sí mismo y obedece a las demandas de su cuerpo y las causas de su interior, la autenticidad de su psiquis. Robert Bly, editor y mentor del Movimiento de los Hombres, también lo llama el rey interior («the inner king, the one one who's in our soul»», voz de nuestra alma. «El guerrero no es alguien que sale a matar. Ese es el guerrero negativo, uno que no es rey... El guerrero es un defensor de fronteras. Cuando se vive en una familia disfuncional, las personas en la familia invaden tus fronteras todo el tiempo. Ellos abren la puerta, ellos la cierra. La actitud del padre dominante es la más fuerte en la casa. La actitud propia, la de uno, no cuenta para nada». Bly nos puntualiza que los territorios mencionados requieren el defensor que es uno mismo. Los territorios comienzan en el hogar, se extienden al vecindario, a la comunidad entera y a las relaciones con el mundo.

Conocer el guerrero y el rey interior es el proceso de aprendizaje, cuyas etapas consisten: (1) en el vínculo con la madre y a su debido tiempo separarse de ella; (2) la segunda etapa, conectarse con el padre y separarse de él; (3) la tercera fase del proceso, Bly la llama la aparición de la madre masculina («male mother»), que es el varón nutricio. Funciona con las cualidades de una madre diligente y sensible, pero no es una hembra. «El Rey Arturo funcionaba de esa manera con los jóvenes». Es el mentor, que es otro de los calificativos de Bly para la madre masculina, quien es quien ayuda a los jóvenes a separarse de la madre y el padre. De lo que se trata esta tercera etapa es de la búsqueda del mentor. Y la idea que yace, en el fondo de estas descripciones de la búsqueda iniciática, es que en el proceso de aprendizaje de niño a adulto, es necesaria la búsqueda del mentor, que suele ser un Anciano («Older Man», no necesariamente por su edad, sino por su experiencia y su sabiduría. Será éste quien sea capaz, como mentor, de inspirar al joven un compromiso con la comunidad. Bly lo piensa en términos de la relación de Zeus con Prometeo y de la función de las mitología disponible en nuestras vidas. Citando a Gary Snyder, Robert Bly apunta: «La conexión del poeta con la mitología es asunto de siglos. La función del poeta, decía Snyder, es hallar esa parte de la mitología que es útil para el tiempo de nuestras vidas».

La importancia y antiguedad de los ritos de paso, como proceso iniciático, fue introducida a las Ciencias Sociales por el antropólogo francés Arnold van Gennep en el libro titulado, Les rites de passage, publicado en 1909. En las sociedades no industrializadas, tales ritos son un constituyente esencial de la vida social y no se puede ser admitido en la comunidad sin probarse la idoneidad del «iniciado» o novicio.

Se preguntará: ¿qué es lo que hay detrás del rito, qué tipo de información son las que contienen? ¿Por qué se subraya su importancia si algunos ritos fueron crueles, según observamos de sus ceremoniales? Los ritos se realizaban para ahorrar las experiencias dolorosas e incertidumbres de la edad difícil? Sus objetivos fueron instructivos aquella advertencia ciceroniana: Cui dolet, meminit: El que sufre tiene memoria. Los ritos iniciadores reducían las memorias de dolor y preparaban para un conocimiento regocijado de la abundancia y el cuidado. Por esta razón, una enseñanza fue «ahórrate tiempo», «cuídate de acumular desengaños», «adquiere la experiencia mientras más pronto mejor». En su ensayo Of Youth and Age, Francis Bacon decía: «Un hombre joven en años, puede ser viejo en horas si no ha perdido el tiempo». No se debe permitir que la experiencia llegue tarde. Los iniciadores se deban a esa responsabilidad y que obviamente ya se ha desechado.

Los ritos iniciadores enseñan que hay ciclos en la vida del niño y el púber social en que los padres dan algo de sí que no sólo puede describirse en términos materiales, como las actividades de la familia proveedora. Bly concluyó que uno de los ideales más altos que los viejos iniciadores enseñaban para la prevalescencia de sus tribus y territorios es que el más valiente es quien ayuda a otros. Que hay que rechazar la idea de que todos los hombres están en competencia egoísta y salvaje de unos contra otros. Que hay que aprender a admirar para ser admirado, a ayudar para ser ayudado. Desde un remoto pasado, los ritos iniciadores instruyeron a niños y niñas a reconocer el valor terapéutico y trascendental del dolor, el respeto a la vida, a los sentimientos y a la tierra y al tiempo en que se conviven padres e hijos.

Algunos ritos se relacionan al paso de la condición infantil a la adulta; otros a la adquisición de cierto conocimiento especializado, otros a la consciencia de valor y el manejo de energías, no sólo emocionales, sino espirituales. La enseñanza básica de lo iniciático ha sido formulada con dos palabras: nacimiento y renacimiento. Se refiere con ésto a que «la naturaleza no es meramente natural; es también supranatural». La existencia tiene un significado. La sabiduría de los Ancianos, contenida en mitos y, en particulates formas de jargón sicológico, contiene esos principios. Aunque se crea que sólo en el lado oculto de lo inconsciente es donde residen las fuerzas sagradas y realidades trascendentales, éstas pueden ser conocidas y experimentadas. El novicio puede renacer a una dimensión más elevada del ser. «Ahora bien, para acceder a los saberes mitológicos es necesaria la muerte iniciática». La enseñanza de esta muerte iniciática supone vencer «todo odio por lo humano», «el miedo a la felicidad y a belleza», vencer «la voluntad por la Nada». Una victoria que no es un quebrantamiento animal, ni exhibicionismo de la superioridad de la fuerza o el vigor. Se vence por la adquisición de una cualidad moral. Esta muerte simbólica sepulta las limitaciones que nos atan a la animalidad, el miedo y la huída de «toda ilusión, cambio, crecimiento» y crea una nueva proyección, que superpone a la antigua imagen que teníamos de nosotros mismos, naciendo. «un nuevo ser, pleno y merecedor de la abundancia».

En su libro Passages of the Soul, James Roose-Evans expresa que los iniciadores en los antiguos ritos fueron los facilitadores o guías de una experiencia con la profundidad del ser. Esta se da en el momento en que se anhela un contacto con la Divinidad. Así como hay ritos de transición y paso, hay otros que expresan el anhelo de purificación y unidad con la Naturaleza y lo profundo en ella. «Desire to know Divine radiance within their heart, and everyone is deserving of experiencing the profoundness of the sacred». Cuando Roose-Evan, explica por qué es tan especial la música para la juventud y la misma antiguedad de la actividad musical, explica que los rituales son «formas reverentes y vivas de arte». Y es através del sonido, la música, el movimiento y las imágenes visuales, además de las palabras y la propia imaginación, que nos podemos transportar a lo profundo y lo sagrado, saliendo de las rutinas y lo que ocasiona sufrimiento e incertidumbre. Sin música y sin arte, sin una muerte imaginaria de lo cotidiano, no se puede entrar al reino del Espíritu ni tender el puente entre lo humano y lo divino. «Your humanness and your divinity, your inner and outer worlds».

La juventud es la única promotora práctica del ideal de su renacimiento. Hoy por hoy, aquí el error, lo hace por su cuenta. Tiene el apetito dionisíaco necesario para la tarea. Anda en búsqueda de reformular una imagen perfecta de sí misma, donde sea su propio creador. Las palomillas siempre vuelan en búsqueda de un poco de arte. Integrarse a rituales de sonido e información visual. Si el adulto no tiene tiempo para ellos, se irá a escarbar entre discos, CDs, aparatos que les abran las cajas del sonido y la evocación. La juventud con su corazón entiende el valor de lo ritual y quieren integrar lo sagrado en sus vidas dirias. Saben que una puerta que no se ha cerrado ni se cerrará jamás es la voz de los artistas que les orientan al cantar, aunque no estén presentes. Un artista que se convierte en ídolo juvenil es la encarnación de una oferta de comunicación que ha tenido éxito entre los jóvenes. Cuando la palomilla es parte de la masa de los que admiran su presencia, compra sus productos y asiste a sus conciertos, tenemos un ejemplo de cómo la niñez y los jóvenes están en disponibilidad permanente con aquel que les crea un ritual. La palomilla canta y baila con su ídolo. El artista, que es carne y hueso, eleva su convocatorias musical a categoría de personalidad con autoridad. Indirectamente es el Iniciador (su «ancianidad» es tácita; la vejez es asimilada a la experiencia de su triunfo. Lo que espera el joven del ídolo que canta para él es que integre a su repertorio los mensajes, preguntas, inquietudes, temores, aspiraciones, en suma, los conocimientos que él espera, por lo que sufre y se interroga.

Las palomillas piensan sobre lo memorable de un ritual artístico y lo agradable de su participación. A todo niño y jovenzuelo le gustaría ser artista. No siempre pensando en el glamour. ---ampliar

Algo ha ocurrido, a partir de la Revolución Industrial, por decir la fecha dada por Bly, en que la relación de padre e hijo ha sido muy lesionada y el intercambio de tiempo para conversar, transmitiéndose confianza, conocimiento de lo que es psyquis masculina, the male mode of feeling, se ha perdido. La masculinidad suele describirse en términos de los valores hegemónicos de la cultura dominante donde las cualidades adscritas son instrumentales y no representan la profundidad real del ser masculino. Janet Saltzman Chafetz, al listar las cualidfades, enuncia: «No suele es emocional. No llora. Es impersonal. Su anhelo es ser lider, dominante, impartir disciplina, serse independiente, libre e individualista. No busca autoexpresión externa. Vive sin preocupaciones sobre la apariencia o el envejecimiento, prefiere ser lógico, intelectual , práctico, racional y objetivo». ¿Hasta qué tiempo él pudo representar todo éso y de veras cumplirlo? ¿Qué sucede cuando las condiciones que posibilitan tales cualidades decae? ¿Qué sucede cuando la sociedad post-feminista le antepone un nuevo competidor: la mujer misma ante la que fue sexualmente agresivo? ¿Qué será de su futuro y el de sus cualidades cuando faltan para los jóvenes, de cualquier sexo, los ritos iniciadores por sus adecuados mentores?

Los simulacros de ritos iniciadores no la satisfacen. «Encontramos muchas conexiones entre los espacios y ritos viriles de la pandilla, la escuela, el ejército y la cárcel, espacios de resocialización del macho, de purga de cualquier sentimiento o valor femenino», dice Elizabeth Badminter. «Frente a la naturalidad con que se produce la femineidad, la masculinidad es algo que debe ser continuamente construido, reconstruido y demostrado. La homofobia contra los varones adopta así tintes de mayor crueldad y estigma social... La masculinidad es puesta a prueba de manera reiterada y se accede a ella a través de dolor, renuncia y sufrimiento, físico o psíquico».

Para Bly, precisamente para neutralizar esa homofobia, es que el mentor tiene como cualidad cierta feminidad nutricia. Lo llama Madre Masculina como si fuese un andrógino. Lo llama Old Man / Anciano / porque su deber no es ya con una sexualidad activa, que él ya ha vivido y disfrutado. Su respoinsabilidad es orientadora y espiritual. «En verdad, los padres nunca tuvieron la intención de ser los iniciadores de sus hijos... El padre no puede hacer la iniciación con sus hijos porque hay demasiada tensión. Ambos están interesados en la misma mujer. Y ese es el problema. Cuando los hombres entienden que sus padres no pueden hacerlo, ya no hay iniciadores. No hay nadie para dar la bienvenida al jovencito al mundo de la masculinidad. Los adolescentes se sienten heridos y enojados con eso... Cuando ellos buscan una pandilla, lo que estamos viendo es a jovencitos que no tienen a personas adultas («older men») dándoles la bienvenida al mundo de la masculinidad y estn tratándolo de lograr por ellos mismos. Están tratándose de enseñar lo que es valor uno al otro, cuánto dolor uno debe soportar, cuál es la causa. Están tratando de hacerlo, pero no funciona, porque los adolescentes y varoncitos no se pueden iniciar en verdad unos a otros. Sin embargo, se sienten enojados por la ausencia ante los adultos que no están iniciándoles».

La necesidad de renacer es uno de los estímulos ocultos por los que un niño busque una socialización fuera de las instituciones donde intuye que le atacan. Con el nombre de disciplina, aunque sin tacto ni mensaje, hay familias cuyos valores patriarcales se aplican «de forma implacable sobre los propios varones, especialmente aquellos que no se ajustan a todos los modelos y patrones de conductas que se espera socialmente». Cuando ésto sucede, el niño se vuelve un desertor o un fugitivo. Deja la aldea y la casa, como Rinconete y Cortadillo. Aspira a un ambiente más sano, cordial y armónico, no porque quiera sentirse más poderoso que otro; pero porque no desea ser víctima.

Un dato que quiero destacar es que la pandilla, a la que defino moralmente indeseable y, por tanto, como un grupo de riesgo, frente al término palomilla, no crece tanto como la segunda Si bien es cierto que la palomilla tiene una vida precaria y una organización casi invisible, los estudios sociales nos hablan sobre ella como un grave problema. Es, en este grupo palomillero, donde se acusa el fenómeno de los niños fugitivos, escapados o perdidos. En inglés, se les suele llamar runaway children. Cada año cerca de 800,000 niños en los Estados Unidos son informados perdidos y otros 500,000 aproximadamente están perdidos sin que sea denunciado. Algunos expertos calculan que la cifra más real de los niños que escapan de sus hogares cada año es 1.3 millones. Los niños fugitivos dejan la casa sin la aprobación abierta o tácita de sus padres o vigilantes. En algunos casos se sienten como deshechos, en invisible e inconfesado abandono; en otros caso, los padres los declaran claramente indeseables y los empujan a irse («push-outs»). Estorban. Niños y adolescentes tratados de ese modo no están satisfechos con su vida hogareña.

Hay niños que son las víctimas de las disputas por custodia y uno de los padres los «secuestra». Sólo un pequeño número suele ser la víctima del secuestrador ajeno a la familia («stranger abductions»). Lo que es indudable que la cifra de niños / adolescentes / niñas fugitivas es inmensa y que sus quejas siempre son las mismas: (1) en sus familias falta la comunicación; (2) sufren con sentimientos de no pertenencia y de rechazo (por no haber sido suficientemente buenos); (3) recibieron maltrato físico o sexual; (4) los padres les dan ejemplos de pleito constante y violencia; (5) tienen problemas con los padres, o padrastros o la parentela; (5) algunos en la familia les incomoda por su problema de adicción al alcohol o las drogas; (6) el niño fugitivo tiene un problema de consumo con el alcohol o las drogas; (7) no sabe enfrentar el sentido de pérdida de un ser querido (sea la muerte, el divorcio o separación de sus padres); (8) su hogar está padeciendo una gran dificultad financiera; (9) no quiere mudarse a una nueva área escolar ni separse de amigos inseparables; (10) será una madre soltera («teen mother») sin apoyo sin aceptación de la familia; (11) siente una fuerte presión («peer influence»), (12) está siendo atraído a las pandillas; (13) sin privacidad, invasión de espacios; (13) escapa de una institución custodiante que los retiene, entre otras razones.

Una organización que ayuda a estos niños tiene un significativo y, por cierto alertoso nombre, «The Street is a Brutal Parent». La mayor parte de las quejas del niño fugitivo apunta al hecho de que las familias en los EE.UU., pobres o ricas, pasan por problemas que lastiman a los niños y, en algunos casos, empuja al niño a buscarse otro lugar no familiar. Por otro lado, es un hecho fundamental que la soledad daña a los niños. Un hogar de crianza es aliento y expectativa de esperanza y consolidación para las mentes frágiles de los niños. Un niño puede sentir deseos de escapar de un hogar abusivo; así como de una institución que los tiene en custodia, sin en ésta no se cumplen sus mínimas espectativas de buen trato. Pero las palabras de volver a tener padres son como su miel, representan un renacimiento. Lawrence Adams, quien escribe que en el año 2006 habían 500,000 niños en el sistema de cuidado de crianza en los Estados Unidos, 123,000 de ellos disponibles para adopción, observa que a más se demora una adopción, por la falta de interés de la comunidad en hacerles partes de sus vidas, el niño sufre. Miles de niños huérfanos o abandonados (y que son adoptables) en el limbo significan «serios detrimentos en su autosentido de valía y en sus habilidades sicológicas y social». Lo que impresiona del comentario de Adams es que «Irrespectivamente de lo que oiga usted en la televisión y lea en los periódicos, nuestro gobierno federal no está intensamente preocupado con los niños del país. Esto se hace evidente en las contínuas reducciones al financiamiento para las escuelas y la falta de preocupación por el muy rectificable asunto de los hogares de crianza y su sistema, entre muchos otros»..

En este país, según estadísticas de 1996 de agencias protectivas de la niñez (cps), más de un millón de niños han recibido maltrato físico. Un 1.5% de los niños de la nación han sido víctimas confirmadas de maltrato. En el 77% de los casos confirmados, los padres han sido los victimarios y en un 11% de los casos el daño lo han producido otros familiares. Los casos de maltrato sexual son cometido principalmente por varones, mientras las madres y mujeres, en general, se expresan delictivamente con abandono, violencia verbal y desatención. Lo trágico es que más de 1,000 niños murieron por causa del maltrato en 1996.

Las estadísticas de 2002 indican que un niño o adolescente estadounidense muere cada dos horas por un arma de fuego. Nueve cada día. Desde 1979 a 2003, han sido 87,000 niños y adolescentes. Es más seguro ser un policía en servicio, tratando con el delito, que ser un niño menor de diez años en los EE.UU.. Un policía jamás sufrirá, ya que es funcioario bien pagado en nuestro sistema público. Pero, en la nación, hay más de 12 millones de niños que son pobres y, entre ellos, millones que están hambrientos o en riesgo de estarlo, a pesar de vivir en los vecindarios peores, casas inadecuadas o en el desamparo.

El maltrato y desamparo de la niñez no es sólo cuestión de los 581,000 que, según estadísticas del 2002, se hayan en el sistema de cuidado de crianza, o de los más de 9.2 millones que carecen de seguros médicos, sino que mienta el futuro y cada minuto del día. Uno de cada cinco niños en la nación es pobre y cada 43 segundos un niño nace en pobreza. Sólo uno de cada niños pobres recibe cierta ayuda de cuidado infantil a través de programas públicos. Al menos, 3.6 millones de niños provienen de familias trabajadoras que pagan la mitad de sus ingresos por hogares destartalados, bajo los estádares de habitabilidad, o hacinados por compartirse por varias familias, o ser demasiado pequeños para el número de inquilinos. Las agencias de beneficencia pública de la nación informan que cada día un promedio de 7,900 niños sufren algún tipo de malatrato o descuido y más de 2.6 millones, en vez de ser atendidos por sus padres, lo son por sus abuelos u otros parientes, instituciones u hogares privados de crianza.

En 1996, el descuido constituyó el 52% de los casos confirmados de maltrato. El descuido se define como no satisfacer las necesidades básicas del niños —lo que se incumple de muchas formas. El descuido material (más allá de los límites impuestos por pobreza) incluye no proveer de alimentos adecuados, ni vestimenta, albergue o supervisión. El descuido emocional mienta no satisfacer las necesidades emocionales, ni protegerlo de daños o peligros que puedan afectar su desarrollo infantl normal, en el área de su crecimiento sicológico. Esto incluye permitir que utilice drogas ilícitas en la casa; o servirle de tapachín si las drogas las consume fuera y no hace algo para evitarlo.

Uno de los peores y particularmente inconfesado por muchos padres es el que se comete contra el niño feo y, si bien en la escuela, éste pone cara a las burlas, cuando más duele, es cuando los priopios padres lo rehuyen e ignoran, cuando lo juzgan menos que atractivo. En el artículo «Unwanted Children: Parents Need to Accept and Love Their Ugly Kids», publicado AC Associated Content, se discute el problema: «Un niño está muy enterado de los sentimientos de sus padres y pueden detectar en sus expresiones faciales del adulto si es amado. Cuando un niño detecta que es visto como carente de valía, el mundo del niño se quiebra y tales piezas no podrán jamás ser reconstruídas... Los niños feos («Homely children») que no son amados se traumatizan por el rechazo de sus padres y comprenden que son vistos como feos. Los niños saben acerca de su apariencia a través de los padres sin que una palabra haya sido dicha; y hay padres que no pueden amar a niños que no son atractivos. Hay criminales alguna vez llamados Plug-Uglies que se hicieron tales porque fueron «homely» y emocionalmente maltrados por eso..Mcuhas personas que nacieron feas («that were born homely», sin recibir amor desde su infancia, se volvieron criminales por coraje ante un mundo que les trató como ciudadanos indeseados («unwanted citizens»). Ver

Si bien es cierto que la apariencia de una persona, más o menos poco atractiva, no decide cuanta bondad y sensibilidad hay en ella, ésta no es pocas veces el criterio para que se le rechace y ofenda. Hay que tomar en cuenta la cantidad de calificativos que puede sumar un grupo escolar, con actitudes homofábicas, para referirlas: ___. Si su propia familia no se exime de castigar verbalmente su persona, ¿qué esperar de los demás? No es extraño que en muchas pandillas, ya criminalizadas, la existencia del feo, socialmente castigado por sus grupos primarios, sea quien más deposite su enojo y su rabia. El prejuicio y el racismo latente de policías se concentra en estereotipar, con preconceptos, que la belleza del alma no tiene espacio en ese sujeto. Lo criminal se asocia a lo animalesco, a lo menos tierno y claro de una apariencia.

El año pasado, con el libro Kids with ADD and ADHD: A New Generation of Gifted Children Called Indigos (2007), Rob McCormick Jr., confirmó la curiosidad que despiertan en sus padres y en las autoridades escolares una clase especial de niños. Los niños-problema o problemáticos. En ocasiones se les nombra como altamente sensibles, «highly sensitive children» (HSCs); una personalidad que, según la neuroterapista Elaine Aron, la tiene entre 15% al 20% de la población. En otras ocasiones, su mención se hace como Spirited Childs, como es que Mary Sheedy Kurcinka prefiere al describir a tales «niños, que son más intensos, sensibles, perceptivos, persistentes y energéticos que otros». El término que los puso de moda, por primera vez, aunque en forma más compasiva, fue niños índigos, acuñado por Nancy Ann Tappe en 1982 y Savannah Thomas Arrigo con unas propuestas teóricas que asocian el color del aura a la conducta de los niños excepcionales. N. A. Tappe ha estado estudiando estos niños desde 1970. Doce años después presenta el libro Understanding Your Life Through Color, donde incluye el cálculo de que el 60% de la gente, con edades entre 14 y 25 años y el 97% de los meres de diez años, puede que sean indigos, de modo que hoy hay niños y adultos índigos.

Para muchos científicos, la idea del niño índigo como es defendida por los creyentes de que se vive una Nueva Era bajo los auspicios de la constelación de Acuario (tras la muerte del Pez, Cristo). como todos sus argumentos, son cuestionables o inseguros por falta de evidencia empírica. Algunos, como Sharon Jason, han dicho que las cualidades que se asocian al niño indigo, o altamente sensitivo, son interpretaciones arrogantes y egoístas de padres con ciertas conexiones filosóficas con las ideas de la Nueva Era, cuando se propalaron creencias como las relaciones sexuales de extraterrestes, ángeles y otros entes, con las criaturas humanas. Los noeristas describen a sus niños, altamente sensitivos, como Niños de Cristal o Niños Siderales («Crystal Children», «Star Kids», etc.), presuponiéndoles «un claro sentido de autodefinición y un fuerte deseo de que necesitan hacer una diferencia significativa en el mundo». Los noeristas y defensores de estos niños creen que pensadores independentes, en estado infantil, que prefieren hacer las cosas a su modo antes de cumplir, en rodillas, con las figuras de autoridad. Son niños empáticos. Detectan fácilmente, o se ponen a tono con los pensamientos de otros. Pueden ser muy armónicos o reaccionar en rechazo. Les atraen los asuntos relacionados a la espiritualidad, los misterios, los fenómenos paranormales y lo oculto, al tiempo que son enemigos de la autoridad incuestionada, dogmatizada y anti-convencional.

Richard Boylan, Ph.D., quien abogado por estos niños, y les llama Star Kids, niños de las estrellas, asocia a los genes de un visitante extraterrestre («Star Visitor») como donate al material reproductivo de una madre humana, completándose una ingeniería genética, pionera en su tipo que supone una misión deliberada del Visitante Sideral. La avanzada tecnología biomédica del Star Visitor ha sido capaz de alterar de la psiquis de nuevos niños. El Dr. Boylan que en la Tierra hay personalidades (espíritu-alma) y genomas reemplazadas cósmicamente por su equivalente de un Visitante Sideral («Star Visitor spirit/soul/personality»).

Pensemos, por de pronto, que tal teoría es una mera posibilidad especulativa y el sistema educativo no tiene por qué convalidar los hallazgos. Centrémonos en el hecho más concreto que hoy es conocido como los «HSCs», con necesidades especiales. A estos niños están asociados ciertos diagnósticos siquiátricos: e.g., Attention Deficit Hyperactive Disorder (ADHD), Attention Deficit Disorder (ADD), Obsessive-Compulsive Disorder (OCD) y tambiém autismo. La escuela pública no está preparada para tratar con este fenómeno de los niños problema, sea cual sea el nombre que se les asigne. A muchos de estos niños se les receta uel estimulante llamado Ritalin para que puedan funcionar normalmente en la escuela y cumplir tareas rutinarias. En la medida en que su existencia y especial condición se han enfocado de modo diferente y en sus escuelas se aplican metodologías especiales, se ha comenzado a admitir que los niños hipersensitivos (HSCs) se inclinan a la sutileza, la reflexión profunda, pero se excitan y agobian fácilmente. Estas cualidades harían a esyos niños muy listos, conscientivos y creativos, pero si tienen por padres a unos equivocados, ignorantes y negligentes, y por escuelas maestros hostiles e impacientes, son los niños que se comportan vergonzosa y tímidamente, o se descontrolan

«Muy pocos padres y maestros entienden por qué se manifiesta esta conducta y como resultado –nos dice MacCorminck, Jr--, a menudo los HSCs son malcatalogados como excesivamente inhibidos, temerosos, o melindrosos, o se le clasifica como niños problema. En muchos casos, con los síndromes deficitarios de atención. Sin embargo, si se criaran con la debida comprensión y cuidado, los HSCs no serían más propensos a estos problema que los niños no sensitivos y crecerían para ser adultos felices, saludables y bien adaptados».

Elaine Aron, la autora de The Highly Sensitive Child: Helping Our Children Thrive When the World Oveerwhelm Them, coincide con los números que calculan y publican Tracy L. Morris y John S, March, los editores de Anxiety Disorders in Children and Adolescents, cuando escriben: «Pediatric anxiety disorders are among the most prevalent forms of childhood psychopathology, affecting approximately 20% of children and adolescents at some point in their lives...» [«Los desórdenes pediátricos de ansiedad están entre las formas más prevalentes de sicopatologías de la niñez, afectando aproximadamente al 20% de los niños y adolescentes en algún punto de sus vidas»].

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