Tuesday, June 23, 2009

¿Quién fue Gerhard Mercator?


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño

Nació en 1512 en Rupelmonde (Bélgica), un pequeño puerto cerca de Amberes. Tras graduarse en la Universidad de Lovaina, estudió a Aristóteles, pero al poco tiempo le perturbó no poder compaginar las opiniones de dicho filósofo con las enseñanzas de la Biblia. Mercator escribió: «Cuando vi que el relato de Moisés sobre el origen, o génesis, del mundo no armonizaba con las enseñanzas de Aristóteles y los demás filósofos, empecé a dudar de la veracidad de todos los filósofos y me puse a investigar los secretos de la naturaleza». Hoy sabemos a ciencia cierta cuán errado estaba Aristóteles con su teoría sobre el origen de la vida.

Al llegar a esa encrucijada decidió abandonar la filosofía. En 1534, se dedicó al estudio de las matemáticas, la astronomía y la geografía. Para el 1536, en Lovaina, donde vivía Mercator, el luteranismo estaba muy extendido. Mercator llegó a simpatizar con esa corriente religiosa, y luego su esposa terminó abrazando la misma fe. Fue arrestado en febrero de 1544 junto con otros 42 ciudadanos de Lovaina bajo la acusación de redactar cartas sospechosas. Con sus conocimientos de cartografía había revuelto el avispero teológico. Con carimbo de hereje fue marcado. Dos teólogos de la Universidad de Lovaina llamados Ruard Tapper y Jacobus Latomus, quienes habían participado en el juicio del traductor bíblico William Tyndale, quien había sido ejecutado en Bélgica en 1536, fueron los mismos que intervinieron con los trabajos científicos de Mercator. Este es otro ejemplo histórico de cómo se usurpa la libertad de pensamiento y cátedra cuando se decide juntar religión y ciencia. Claro, cuando ambas son verdaderas, entonces no hay problemas. La Biblia no es un tratado de ciencia, pero sí encierra muchas verdades científicas. La Biblia sí es un extenso tratado de valores, principios y ética.

El paredón religioso empezó a utilizar sus demoniacas soluciones. Mercator fue sometido a esos espurios juicios religiosos. Antoinette Van Roesmaels, otra de las personas sometidas a juicio, testificó que Mercator nunca había asistido a las lecturas bíblicas que los protestantes celebraban a puerta cerrada. Pero como ella sí lo había hecho, fue enterrada viva para que muriera lentamente de asfixia. Por su parte, Mercator salió en libertad tras siete meses de cárcel, aunque todos sus bienes fueron confiscados. El más santo amor de la Madre Iglesia le fue aplicado al pobre cuerpo de Antoinette. Ese fue el mismo bálsamo usado durante la infame Inquisición.

En 1569 publicó la primera parte de su síntesis, titulada Chronología, que enumeraba los acontecimientos históricos más importantes desde la creación en adelante. Su objetivo era ayudar a los lectores a ubicarse en el tiempo y la historia. Sin embargo, esta obra figuró en el índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica, pues Mercator incluyó en ella la protesta que Lutero había expresado contra las indulgencias en 1517. Este es un capítulo más de la tan larga y sangrienta historia de la Iglesia Católica Romana. El Espíritu Santo de Dios no funciona de esa manera. ¡Nunca!

Sus ideas religiosas las tenía muy firmes. Mercator escribió una carta en la que decía que el pecado «no tiene que ver con los planetas [con la astrología] ni con ninguna inclinación de la naturaleza que Dios ha creado, sino que se origina únicamente del libre albedrío del hombre». En sus cartas rechazó el dogma católico de la transustanciación y sostuvo que las palabras de Jesús «esto es mi cuerpo» no tienen un significado literal, sino simbólico. Este monumental disparate teológico aún sigue vivo en las enseñanzas del catolicismo.

¿Qué aprendemos de este ejemplo? Que en la comunidad científica, a lo largo de la historia, hay hombres y mujeres que creen en Dios. En el otro plato de la balanza, están los ateos y evolucionistas. También aprendemos que tenemos hombres y mujeres analfabetas que se dividen entre los que creen en Dios y los que rechazan su existencia. O sea, no es necesaria la profundidad de conocimientos para creer o rechazar la idea de un Ser Supremo con el título de Dios. En esta parcela sideral encontramos de todo. El bien y el mal, el sabio y el obrero, el teólogo y el analfabeta van todos juntos en la rotación y traslación de este nuestro planeta.

A los pulidos teólogos de la cristiandad les pregunto: ¿Dónde están las bendiciones que tan expeditas salen de sus bocas? ¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué tanta desigualdad? ¿Por qué tantas religiones luchando unas contra otras? ¿Por qué religión y ciencia no llegan a un punto de concordancia? ¿Por qué tantos crímenes atribuidos a las religiones que dicen ser seguidores de un Unico y Verdadero Dios?Por favor, denme luz para caminar por tanto camino oscuro.

Quedan todos emplazados. Y si no encuentran la fuente de la verdad, entonces les recomiendo que hagan contacto con el sacerdote católico/episcopal Alberto Cutié. Este ejemplar hombre de Dios ha llenado muchas páginas dando sus consoladores consejos. Confieso que he leído algunos de ellos. Y si no lo sabían, nunca encontré uno donde mencionara la sabiduría bíblica. La fortaleza espiritual de este señor con cuello clerical es de corte farandulero. Mientras, esperemos por el próximo fraude espiritual.

Caguas, Puerto Rico

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