Sunday, June 14, 2009

Puerto Rico en la encrucijada

Por WILLIAM MIRANDA MARÍN /


Nuestro país enfrenta serios desafíos que ya vienen provocando una caída en nuestro nivel de vida e incertidumbre entre los ciudadanos. Ello coloca a nuestro país en una encrucijada peligrosa.

Nuestra economía lleva más de tres años decreciendo. Se estima que se ha contraído en un 10% en esos tres últimos. Su raquítico crecimiento en años anteriores, a partir de la década del setenta, fue inducido principalmente por un aumento considerable en el uso del crédito público. Y sabemos que utilizar esa ruta para estimular la recuperación no es hoy una alternativa.

Los despidos de empleados tanto en el sector público como en el privado son la orden del día. El desempleo oficial se dispara al 15%. En los primeros tres meses de este año se han perdido más de 64,000 empleos.

El gobierno de turno, guiado por un criterio financiero contable con una dosis enorme de fundamentalismo, ha decidido que, para salvar alegadamente a Puerto Rico de una debacle mayor, tiene que reducir la actividad gubernamental recurrente en cerca de $2,000 millones. Esto, al contrario de lo que vienen haciendo todos los países del mundo, que han optado por estimular sus respectivas economías con diversas iniciativas.

La manufactura, responsable del 40% de nuestro producto bruto nacional, atraviesa por serias dificultades a causa de nuestra pérdida de competitividad, ante todo por nuestros altos costos energéticos.

Uno de los sectores más impactados por esta situación es el farmacéutico. Sus altos ejecutivos, todos puertorriqueños, tienen que convencer casi diariamente a sus superiores para que sigan produciendo medicamentos en nuestro país. Como si eso fuera poco, ahora se levanta la amenaza de la eliminación de los beneficios de la Sección 901 del Código de Rentas Internas Federal que trata a nuestro país como una jurisdicción extranjera para fines contributivos.

Los esfuerzos para delinear la nueva plataforma de desarrollo económico del país, fundamentada en las ciencias y la tecnología, incluyendo la energía renovable, pierden impulso en un escenario gubernamental que aún no encuentra su norte económico.

El principal partido político de oposición, mi partido, debilitado en todos los aspectos, no logra proyectarse con relevancia ante un pueblo desilusionado que busca desesperadamente dónde depositar sus esperanzas.

Se habla de la fuerza nueva, pero ésta no debe ser sólo cuerpos jóvenes con las mismas ideas, doctrinas y estrategias fracasadas que han convertido al partido en algo irrelevante y sin credibilidad.

Ante esta situación nuestro pueblo se pregunta: ¿qué haremos para salir de esta encrucijada? ¿Qué institución nos ayudará a salir de ella?

Stephen Mansfield, reconocido escritor, nos dice que el destino ofrece a veces oportunidades que debemos reconocer y aprovechar porque hacerlo nos conduce a la gloria. Si uno no lo reconoce pierde las oportunidades y quedará sumido en la superficialidad, en la inmovilidad y en la miserable contemplación de lo que pudiera haber sido.

Por ahí es que debe empezar mi partido, el Partido Popular Democrático, si interesa ser nuevamente un instrumento que ayude al país en el proceso de contestarse esas preguntas. Para ello, más que “fuerza nueva”, es valentía y arrojo lo que hace falta. Arrojo en la renovación, en el pensamiento y en la acción, para servir de esperanza a un pueblo atribulado que observa con temor cómo vamos perdiendo lo ganado como país durante décadas y que no encuentra dónde anclarse para dar la batalla.
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