Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño
El hombre siempre ha tenido la certeza de que un Ser Superior rige sobre todo lo creado. Pero el propio hombre ha caído en la engañifa de los muchos dioses. Ha caído en la mentira de los muchos Libros Sagrados. Ha caído en el tierno susurro de las muchas revelaciones. Ha resbalado en la piedra mojada donde se arremolina la suma de todos esos dioses para pedir en oraciones interminables por los mejores deseos para toda la humanidad. La paz ha sido el centro mismo de todas esas peticiones y ruegos. ¿Y qué hemos visto a lo largo del tiempo? Que la paz verdadera no se cuaja. Que la justicia recta no nos cobija. Que las bendiciones genuínas no están a nuestro alcance. ¿Estaremos perdidos irremediablemente en esta cápsula espacial llamada planeta Tierra? ¿Alcanzará la humanidad algún día levantarse y despojarse de ese popurrí de deidades?
Con algo de lógica podríamos concluir que no es posible la existencia de tantos dioses. Que esto solo se da en la vida religiosa de los pueblos paganos. La propia historia del hombre nos aclara el camino cuando nos introduce en las antiguas civilizaciones de Babilonia, Egipto, Grecia, Roma y otras muchas sociedades del pasado. Aquella multitud de dioses se caracterizaba por las fieras luchas que entre ellos mismos se daban. Eran asesinos. Eran traidores. Eran mentirosos. Eran atormentadores. Eran dioses y diosas sin principios morales ni ética alguna para mostrarle a la humanidad el camino correcto de la vida.
Lamentablemente, de aquella sucia palangana pagana bebió hasta emborracharse la presente cristiandad, la que se jacta de ser la gran amiga del Unico Dios Verdadero y de su Unigénito Hijo. Por ese largo y oscuro camino espiritual ya llevamos muchos siglos de perdición. No en balde, el libro de Apocalipsis nos amonesta de la gran destrucción que le viene encima a todo el imperio de la llamada falsa religión mundial. Dice: Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra. Este malvado imperio religioso tiene una larga prole. Veamos.
Es la madre de las rameras porque todas las religiones falsas del mundo individualmente, entre ellas las muchas sectas de la cristiandad, son como sus hijas, y la imitan al cometer ramería espiritual. Ella es también la madre de las cosas repugnantes porque ha dado existencia a prole tan repugnante como la idolatría, el espiritismo, la adivinación, la astrología, el sacrificio humano, la prostitución en los templos, la borrachera en honor a dioses falsos, y otras prácticas obscenas. Ese es el cuadro histórico del clásico paganismo y de la gran Apostasía que anunció el propio Jesucristo. Ese es el ropaje y alhajas de la mentira religiosa que vivimos y enseñamos.
En una de sus columnas periodísticas, el licenciado Wilfredo Amr Ruiz, Capellán musulmán, nos trae un corto relato de la fe con relación a la resurrección. Cito: «Y cuando Ibrahím dijo: ¡Señor mío! Déjame ver cómo resucitas lo que está muerto. Dijo: ¿Acaso no crees? Dijo: Por supuesto que sí, pero es para que mi corazón se tranquilice. Dijo: Toma entonces cuatro pájaros distintos, córtalos en pedazos y, a continuación, pon un pedazo en cada monte y luego llámalos. Vendrán a ti en el acto. Y sabe que Allah es poderoso y Sabio». [Qur'an 2:260]
La Biblia nos trae nueve relatos sobre la resurrección. Unos en el Viejo Testamento, otros en el Nuevo Testamento, siendo el más dramático de todos la resurrección del Hijo de Dios. En todos y cada uno de ellos la resurrección está implicada con seres humanos. La resurrección es la promesa más grandiosa de Dios para toda la humanidad. Si esta promesa no llegara a cumplirse, entonces el castillo del cristianismo se desplomaría en su totalidad. Dios no puede mentir. Dios no puede contradecirse. El Verdadero Dios, Jehová, es uno celoso que no admite adoración a falsos dioses.
El Verdadero Dios es uno de paz y armonía. Su propia Santidad Divina no le permite expresar versiones diferentes sobre un mismo tema. La resurrección de la cual habla la Biblia es para los hombres de todas las naciones. No es una para pájaros ni animales de ninguna especie. Este relato del Corán es uno insípido, tonto, de nivel elemental, de magia teatral. Su credibilidad reveladora es de tipo mitológica. No tiene escenario histórico. No alcanza la altura, profundidad y santidad de la sabiduría que sí tiene el relato bíblico. Indisputablemente, la superioridad de la Biblia no tiene contrincante. Solo hay un Dios Verdadero. Solo hay un Libro Sagrado. Jehová Dios no repartió su verdad entre muchos dioses ni tampoco envió Salvadores ni revelaciones a tutiplén.
Pero hoy nos ponemos en manos de cualquier individuo –hombre o mujer- que se nos presente con aire religioso y nos tire encima algún discurso teológico. He ahí la base del enfermiso sincretismo religioso que vivimos. Juramos que cualquier dios es bueno, que cualquier religión nos lleva por el camino correcto, y que lo importante son las buenas obras. Parece que el hombre ha creado a su imagen y semejanza toda una recua de dioses. En ese atolladero espiritual vivimos y gozamos. Lastimosamente, nos conformamos con lo que tenemos. No escudriñamos. ¡Cuidado! Esos falsos pastorcillos no nos llegan como amigos, ni con bendiciones. Todo lo contrario, son enemigos que nos llenan de maldiciones.
Caguas, Puerto Rico
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