Sunday, August 16, 2009

Sol naciente de los animales


No me extraña que, en los países que hace calor, su gente no de un palo al agua.
La haraganería debió nacer en primavera, (con la cosa de la astenia primaveral), pero floreció, y ¡Como!, en verano.
En estas fechas, no hay cuerpo que pueda moverse, ni que le apetezca hacerlo.
Mira por donde en las Iglesias antiguas se está fresco, o en los conventos.
Al año que viene, pediré plaza de Madre Abadesa, todo por ver si no sudo.
No me hago monaguilla por la edad, a ver si me confunden con algún Obispo rechoncho.
Yo no tendría problema en mi casa, si pudiera soportar el aire acondicionado.
Pero el aire ese y yo, somos como las pelis del Oeste. Uno de los dos sobra en el pueblo.
El fresco antinatural, aparte que te arruina el bolsillo, te deja sin salud.
Los huesos no sabes si son de tu esqueleto o prestados por algún fiambre. El ojo está a lágrima viva, sin tener pena. La nariz taponada como una botella de vino de garrafón.
Y yo por las orejas aún no aprendí a respirar. Podría intentarlo por donde, dicen, respiran las gallinas.
O los patos, veré.
Pero para eso necesitaría plumas, y con el calor no pienso colgarme nada de eso encima.
Os dejo algo para el recuerdo, The Animals.

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