Monday, August 24, 2009

Ramón Soto Ríos: Su persona y su legado




Ramón Soto Ríos / Portal de SS del Pepino


Por Dr. Eliut González / Escritor e historiador

En Ramón Soto Ríos, El Pepino, que ha sido fructífero en todos los aspectos del quehacer humano, ha tenido uno de sus hijos más fulgurantes. Del resplandor colorido y punzante de su talento ha dibujado y marcado ideas transformadoras con su lápiz y descrito con su pincel realidades para estos tiempo y para la eternidad.

En la antigua vereda que nace en el Guayabal que más adelante partió aquel huerto de chinas en dos, la calle Tanca, se levantó el vecindario de Tablastilla, un espacio sideral en la tierra del cual emergerían futuras luminarias. En torno de sentimientos primordiales que llegó a ser la patria de su alma. Ramón, en conjunto con los chicos del barrio, escalaría los altos mogotes que toponímicamente le dan nombre a El Pepino. Este camino trazado por él y sus compañeros de manigua sería la ruta anual del Regreso a la Montaña que volverían a caminar, esta vez motivados por la energía del recuerdo mas con las fuerzas las físicas menguadas.

En el 1954 y desde Guacio, le conocí cuando vine a compartir con él el mismo vecindario, el Callejón que llevaba el nombre de su abuela maternal y madre: Fina y Blanca. Allí me empezó a rodear, luminosamente, las humanidades, el arte y la ciencia de Tablastilla: el violin de Navel y la guitarra de Candallo y de Jim, la trompeta de Puyú y el saxofón de Pluto, el pincel de Carmelo, la palabra escrita de Long Playing y la claridad literaria de Papo Font, el poema de Ramón Cardé, los fuegos artificiales de colores de los Torres, Wichie y Guillo Rivera y sobre todo la caricatura, el boceto y el poema significante, los grabados y carteles de Ramón y sus hermanos, Fidel y Saúl.

Veo a Ramón en la salida lateral del Teatro Mislán, lo que fue posteriormente el Callejón de Manolo, empapelando el mural portátil y combinando colores sobre él, para anunciar los estrenos y las películas que se presentarían en aquella sala cinematográfica.

Más adelante, lo veo y lo leo con Laura Castro, hilando fino con hebras de Maguey. Tejiendo primorosamente lo que aún quedaba por tejer de los valores trascendentes que le dieron origen a la etnia cultural pepiniana. Valores como la identidad pepiniana y puertorriqueña, la dignidad de la vida humana, los valores del trabajo y la educación, el valor de la justicia social para los menos afortunados, el valor de la tradición cultural y el valor de la palabra que libera y potencia al ser humano.

Su obra maestra consistió en tejer con valores trascendentes la parte de la hamaca pepiniana que le correspondía a su generación, hamaca que es y será siendo el símbolo de nuestra identidad como pueblo. Ha dejado en el mundo de los sentidos un mensaje trascendental por cada cartel del Festival de la Hamaca.

Hoy, elevado y situado como una estrella en la constelación celeste del firmamento pepiniano, sirve de luz-guía a esos pocos amantes del quehacer pepiniano que buscan, sin fines de lucro, transmitir para perpetuar el arte humano hecho mensaje. Que en la noche oscura de la cultura pepiniana y puertorriqueña, sea su mensaje una luz intensa que disipe las tinieblas de la ignorancia y la indiferenccia de la conciencia humana.

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