Él no entiende que por dentro estoy rota, que soy como un hueso quebrado y recompuesto a base de años de estricta escayola, que he vuelto a mi forma original pero que no he conseguido ser entera, toda una, de una pieza. Creo que no se da cuenta o no quiere hacerlo, de mis fisuras, de las pequeñas grietas que guardo dentro, de la precariedad del pegamento que me une, a veces a base de mala leche, otras de genio, o de pasión, o de alegría. Por eso pierde la paciencia y se desespera cuando, más o menos una vez cada tres meses, me da por llorar descontrolada sintiendo que esas lágrimas son como la lluvia de donde vengo, lluvia sobre piedra gris que lava y pule y aleja el polvo, lágrimas que me liberan de una inquietud que siempre he tenido por dentro, de una pena que llevo en la sangre desde que nací, de un fatalismo personal asumido y silencioso que no puedo evitar ni vencer aunque intente disimular, porque se que llevo en la cara tres años perdidos y el frío de las seis de la mañana.
Él ríe cuando yo me río y se admira de mi empuje y me riñe por mi excesiva, por mi intransigente sinceridad, pero se confunde cuando lloro, le parece una traición que me hunda, no admite que me rompa.
Y no tengo remedio.
Mercedes Castro
"Y punto"
Wednesday, April 22, 2009
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