Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
Cuando se tiene el estómago lleno, los pies bien calzados y el cuerpo bien abrigado es muy fácil cantarle loas a la vida. Cuando se tiene trabajo, comida y bebida es agradable hablar de los preparativos para recibir a Santa Clós, el Año Nuevo y los Tres Reyes Magos. Muchos millones de seres humanos viven rodeados de estas buenas circunstancias, son los afortunados. Pero el mundo tiene otra cara. Otra realidad es vivida por muchos más millones de seres humanos.
Seres humanos que no tienen patria, no tienen trabajo. Seres que casi no tienen nada que comer y muy poco que vestir. Seres que caminan descalzos. Hombres, mujeres y niños que van por muchos caminos, y en ninguno de ellos encuentran un final feliz. Seres que cargan con una pesada mochila de males. Estos son los millones de seres humanos que andan desparramados por el planeta Tierra. Nadie los quiere. Nadie los recibe. Son un estorbo para las naciones, especialmente para aquellas que son ricas y progresistas; para aquellas que se hacen llamar democráticas, generosas y cristianas.
Son nómadas empobrecidos que huyen de su país. Otros se desplazan en fuga interna a otras zonas dentro de su propio país. Huyen dejándolo todo -mucho o poco-, huyen de la violencia, de la guerra, de la persecución. Huyen en busca de mejores oportunidades. Sus mejores oportunidades -por lo menos temporalmente- son los campos provisionales donde encuentran algo de paz y pan. Estos vagabundos de la Tierra vienen de muchos lugares. Todos son inmensamente pobres. Son los desposeídos del siglo XX que entran al siglo XXI con sus mochilas rotas y vacías. En esos campos provisionales se estiman que viven unos 40 millones, de los cuales la mitad son niños.
Y las naciones grandes y ricas, las mismas que no quieren tener ese enorme problema entre sus fronteras, son las responsables -en gran medida- de que esa situación haya escalado las proporciones que tiene hoy dicho problema. Las dos grandes guerras mundiales le dieron una nueva dimensión al problema de los refugiados. Las guerras, fuente de enormes ingresos para las naciones ricas, son un factor preponderante y causante de este terrible problema social que arrastra a tantos millones de seres humanos a divagar sin rumbo y sin esperanza por todo el planeta Tierra.
El número de refugiados por razones económicas va en aumento imparable por todo el mundo. En Europa entran ilegalmente todos los años alrededor de medio millón de personas, y en Estados Unidos, unas 300,000. El Fondo de Población de las Naciones Unidas calculó en 1993 que había 100 millones de emigrantes en todo el mundo.
Hay razones naturales -como las sequías- que causan grandes hambrunas. Pero es el hombre el causante mayor de toda esta horrible situación mundial. Las guerras internacionales, las guerras civiles y el voraz apetito de unos sistemas económicos que solo velan por el lucro de sus propios intereses. La corrupción del hombre y sus instituciones, donde se esquilman las arcas públicas, tesoro que es patrimonio de toda la sociedad. Estados Unidos es un caso clásico de toda esta pudredumbre egoísta de los seres humanos. Unos pocos lo quieren todo, unos muchos se alimentan de migajas. Esa es la realidad en todas las latitudes del planeta Tierra.
Según la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, «la dimensión y el alcance de este problema, el sufrimiento humano subyacente, así como su impacto sobre la seguridad y la paz internacionales, han hecho, y con razón, que el desplazamiento interno sea una cuestión que preocupa mucho en el plano internacional».
Despiadados dictadores obligan a millones de seres humanos a buscar refugio en otras tierras. Así comenzó la vida del Hijo de Dios, Jesucristo. Tuvo que huír a Egipto con sus padres para ponerse a salvo de un sanguinario gobernante de su época. De estos truanes estan llenos los archivos de la historia. En nuestro hemisferio la lista es larga y bien repartida desde Mexico hasta la Argentina. Allí están: Pinochet, Trujillo, Duvalier, Batista, Fujimori y otros elegantes personajes muy bien vistos y aplaudidos por los círculos del poder económico/político de los Estados Unidos. ¿Por qué?
Porque todos ellos fueron furibundos anticomunistas. También, todos ellos estaban unidos por otro lazo: todos eran muy fervientes católicos. Todos ellos le robaron el corazón y alma a sus pueblos. Bajo esos sátrapas mucha juventud se perdió en las mazmoras carcelarias y en las aguas de los mares. Así desaparecieron muchos miles que solo pecaron por oponerse a esas malditas dictaduras. Esos sufrimientos no hay ley que los pueda borrar, ni indemnización que los pueda suavizar. Ese es el terror del cual no podemos alejarnos. Todo sigue igual. El hombre vive eternamente arropado por la maldad.
Mientras una cara del planeta ríe y bota al zafacón sus sobrantes, la otra cara, -la pobre, la arrugada, la llagosa-, tiene que conformarse con lo que pueda encontrar tirado en el camino. Luego, todo lo pretendemos tapar con hincamientos de rodillas y falaces oraciones que no suben más allá de las nubes. Así vamos flotando en este gran peñon llamado planeta Tierra.
Caguas, Puerto Rico
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Wednesday, April 22, 2009
Los desparramados de la tierra
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