Tuesday, February 17, 2009

Grandes editoriales enfrentan la crisis

... pero escritores de la vanidad se abren un ridículo espacio

Por Motoko Rich / periodista

«Fácilmente hemos publicado la más grande colección de mala poesía en la historia de la humanidad»: Robert Young, Lulu Enterprises (casa editora a pedido)

Quizá pronto llegue el momento en que haya más gente que quiera escribir libros que la que quiera leerlos.

Al menos eso es lo que la evidencia sugiere. Los vendedores de libros, dificultados por la crisis económica, están luchando para atraer lectores. Casi todas las casas editoras de Nueva York están despidiendo editores y apretando el puño. Las librerías pequeñas están cerrando. Las grandes cadenas están despidiendo gente o explorando la bancarrota.

Un recientemente difundido estudio del Nacional Endowment for the Arts, encontró que aunque más gente lee ficción literaria, poca está leyendo libros.

Mientras tanto, hay un segmento de la industria que realmente está floreciendo: capitalizando el sueño de los potenciales autores de ver sus trabajos entre las tapas de un libro, las compañías que cobran a los escritores y fotógrafos para publicarlos, están creciendo rápidamente en momentos en que muchas casas editoras establecidas, pierden terreno.

El crédito por este boomcito va hacia autores como Jim Bendat, cuyo libro Democracy's Big Day [El gran día de la democracia], una colección de viñetas históricas acerca de la toma de mando presidencial, disfrutó de una modesta explosión de ventas en medio de la conmoción que rodeó la juramentación del presidente Obama.

Luego de fracasar al lograr un acuerdo editorial tradicional en 2000, el Sr. Bendat, un abogado defensor de oficio de Los Ángeles, pagó a iUniverse , una compañía de ediciones a pedido, $99 dólares por la primera edición de su libro. Actualizó su libro en 2004 y 2008, y ha vendido más de 2,500 ejemplares. IUniverse se queda con una gran porción de cada venta del libro, actualmente en Amazon.com a $11.66 dólares.

En momentos en que los editores tradicionales buscan podar sus listas de libros y depender crecientemente de grandes best sellers, las compañías de autopublicación están aumentando la cantidad de sus títulos y haciendo dinero con libros que venden tan poco como cinco ejemplares, en parte porque el autor, más que el editor, paga por cosas como el diseño de la cubierta y los costos de impresión.

En 2008, Author Solutions, una empresa basada en Bloomington, Indiana, y que opera iUniverse así como otras editoras a pedido, incluidas Author House y Wordclay, publicó 13,000 títulos, 12% más que el año pasado.

Este mes, la compañía, propiedad de Bertram Capital, una firma privada dedicada a las inversiones, compró a una rival, Xlibris, y expandió su perfil en el rápidamente creciente mercado. La compañía compuesta representó 19,000 títulos en 2008, casi seis veces más que los que en 2008 sacó al mercado Random House, la editora más grande del mundo.

Según la empresa Bowker, que hace seguimiento a esa industria, en 2008 se publicaron y distribuyeron en los Estados Unidos casi 480,000 libros, por encima de los 375,000 de 2007. La compañía atribuyó una significativa proporción de esa alza a un incremento en el número de libros impresos a pedido.

«Ahora, cualquiera puede hacer un libro, y éste parece un libro comprado en librería».

Por supuesto, la autopublicación es aún una fracción de la más amplia industria editora. Author Solutions, por ejemplo, vendió un total de 2.5 millones de ejemplares el año pasado. Poco, Brown vendió más de esa cantidad de ejemplares de Twilight, de Stephenie Meyer solo en los dos últimos meses de 2008.

Pero en una era en la que cualquiera puede crear un blog o publicar sus pensamientos en Facebook o MySpace, la gente aún parece querer la validación tangible de un libro impreso.

Las editoras de la vanidad han existido por décadas, pero la tecnología ha hecho a los aspirantes a autor mucho más fácil publicar sin grandes pagos por adelantado. Pasaron los días cuando publicarse a sí mismo significaba pagar a un impresor para producir cientos de copias que luego quedaban abandonadas en un garaje.

Ahora, por tan poco como $3 dólares, un autor puede colgar un manuscrito o una colección de fotos en un sitio web y ordenar un libro impreso en una hora. Muchos libros aparecerán en venta en Amazon.com o el sitio web de Barnes & Noble; otros son vendidos por medio de los sitios web de esas compañías de autopublicación. Los autores y los lectores piden luego tantas copias como necesitan.

Las compañías de autopublicación generalmente ganan su dinero ya sea cobrando comisiones, que van de $99 a $100,000 por una variedad de servicios, incluidos un diseño de cubierta a pedido, la publicidad y la distribución a vendedores minoristas por Internet, o tomando para sí una porción de las ventas del libro, o ambos.

Algunos, como Lulu Enterprises y CreateSpace de Amazon.com, permiten al autor crear el libro gratis, pero luego hacen dinero con una pequeña comisión por impresión y dividiendo las ganancias con el autor.

Para algunos autores, el atractivo de la autopublicación es que ellos pueden poner sus libros en el mercado mucho más rápidamente que mediante las editoras tradicionales.

Por supuesto, los autores que toman este camino también renuncian a mucho. No solo no reciben adelantos sino que a menudo ellos deben pagar de su bolsillo antes de recibir un centavo. No tienen el beneficio del conocimiento del mercadeo que tienen las editoras tradicionales, y tienen menor acceso a la vasta red de distribución por librerías que las grandes editoras pueden ofrecer.

Aún así, muchas compañías de autopublicación permiten a los autores quedarse con más del 15% de las regalías del autor provenientes del precio de cubierta en las ediciones de tapa dura y de 10% en las ediciones en rústica.

Michelle L. Long, una contadora consultora de pequeños negocios, publicó Succesful QuickBOoks Consulting, una guía para quienes quieren ayudar a los negocios a usar un paquete de software hecho por Intuit mediante CreateSpace hace poco más de un año. Ella dijo que había ganado entre 45 y 55% del precio de la cubierta en cada venta y que había ganado $22,000 en derechos de venta por más de 2,000 copias.


En realidad, dijo Robert Young, director ejecutivo de Lulu Enterprises, basada en Raleigh, North Carolina, la mayoría de los títulos de la compañía son de poco interés para nadie que no sea el autor y su familia. «Fácilmente hemos publicado la más grande colección de mala poesía en la historia de la humanidad», dijo el Sr. Young.

No obstante, el sueño de muchos autores autopublicados es que serán descubiertos por una casa editora tradicional, y sí sucede, aunque raramente.

Cuando Lisa Genova, antes consultora de compañías farmacéuticas, escribió su primera novela, Still Alice, una historia acerca de una mujer con el mal de Alzheimer, fue rechazada o ignorada por 100 agentes literarios.

Genova pagó $450 a iUnierse para publicar el libro y vendió algunos ejemplares a librerías independientes. Otro autor descubrió el libro y presentó a su autora a un agente, y finalmente ella vendió Still Alice (por una cantidad de seis cifras como adelanto) a Pocket Books, una imprenta de Simon & Schuster, que lanzó una nueva edición este mes. Tuvo su debut en la lista de los best sellers de ficción en edición rústica que publicó The New York Times el lunes pasado, como el No. 5.

Los diamantes en bruto, sin embargo, siguen siendo por demás excepcionales. «Por cada mil títulos que son autopublicados, quizá haya dos que deberían haber sido publicados», dijo Cathy Langer, encargada principal de compras de las librerías Tattered Cover, en Denver, quien dijo que había sido inundada de pedidos de autores autopublicados para que les comprara sus libros. «La gente piensa que solo porque ya escribió algo, existe un mercado para ello. No es verdad».

Nota publicada en la sección Libros de The New York Times, 28 de enero, 2009

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