Aníbal Acevedo Vilá, exGobernador de Puerto Rico
Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
El caso del ex gobernador, Aníbal Acevedo Vilá, en la corte federal muy bien pudiera representar un tropezón a la estadidad para Puerto Rico. A la superficie han salido unos estudios que indican cuán precario es el idioma inglés entre el universo de ciudadanos llamados para servir de jurado en los casos federales, distrito de Puerto Rico. Ahora estamos claros que cerca de un 80% de los puertorriqueños llamados a servir en esos casos no dominan el idioma inglés a la altura requerida para esos juicios. Y nuestro vernáculo, el español, siempre ha constituido un fastidio para esas aspiraciones anexionistas.
La estadidad jíbara –ilusionismo político del pasado- nos prometía que el idioma nuestro no sería pieza de intercambio, que el español no sería tocado, pero el Congreso nunca se amarró a esa aspiración de los anexionistas puertorriqueños. Sencilla la razón: para obtener la estadidad solo hay un camino lingüístico; el inglés. Todos los 50 estados de la nación norteamericanas han llegado a ese sitial a través de ese idioma. Así fue pensado desde que las 13 colonias obtuvieron la independencia de Inglaterra y comenzaron su gran Destino Manifiesto. Así fue como formaron esa gran nación de este a oeste. Luego, Hawaii y Alaska, siguieron el mismo camino, el mismo libreto político. No hay otra opción idiomática aceptada por el Congreso. Ese credo está escrito en piedra por el Amo. Los siervos tienen que someterse a ese mandato. El sastre diseñó un solo traje para vestir a todos sus súbditos. Así quedó escrito, como las tablas de Moisés.
No nos quepa la menor duda, este caso va a tener presencia en el próximo plebiscito que, para bien o para mal, vamos a tener en el futuro cercano. Y el idioma español será punta de lanza contra los intentos desnaturalizados de convertirnos en el próximo estado de la Unión. Pero en el ambiente político hay una nueva vertiente: Washington D.C. Este minúsculo territorio está en carrera ligera para llevarse la estrella 51. Con una geografía de unas 68 millas cuadradas y una población de 591,833 habitantes se ha convertido en el némesis del anexionismo puertorriqueño. Ese chavo de tierra tiene lo que Puerto Rico no tiene: idioma inglés y pagan contribuciones federales. Además, no tienen ninguna lucha política intestina que los divida. Su destino, aunque tardío, es llegar al Congreso con plenos poderes políticos. La suerte ya está echada y la estrella 51 asignada. Y sus hijos también derraman su sangre en cuanta guerra se mueve por el globo. Los intereses del Tío Sam también están globalizados. O sea, tienen una enorme ventaja sobre Puerto Rico para alcanzar la estrella 51.
Por su tamaño geográfico no encaja muy bien para ser un estado más, y por su población no le mete miedo político a nadie en el Congreso; pero todo parece estar planchado para su seguro ingreso a ese Club político. Su población se divide de la siguiente manera: 55.6% es de la raza negra, 36.3% es de la raza blanca, y un 8.3% son hispanos. Para mi pensar sería más lógico unir ese territorio a los estados de donde fue formado el Distrito de Columbia. Pero las cartas están sobre el tapete y su suerte va pintando bien. No hay duda: será el estado 51 de la nación norteamericana. ¿Y Puerto Rico? Las ambiciones desnaturalizadas del anexionismo puertorriqueño van a tener que enfilar sus cañones hacia otra geografía. Tal vez hacia los países árabes ricos en petróleo, pues así resolveríamos nuestros problemas energéticos.
Creo que el juez federal que está presidiendo el caso de Aníbal Acevedo Vilá, va a llevarse para su estado una fría y agria acogida por la dificultad que ha encontrado con relación al idioma inglés. Y si este señor juez –pública o privadamente- riega esas emociones de tal forma que lleguen al Congreso, creo que le va a hacer mucho daño a las pretensiones estadistas del patio. Pues ahora se sabe a ciencia cierta que nuestro pueblo no es uno bilingüe como lo pintaban en el pasado. Y ese mal olor nunca ha entrado bien por las narices del Congreso.
Por más atrevidas que sean las cosas, siempre va a haber un límite, una piedra, una pared que aguanten esos desbarres.
Este juicio va a llenar las páginas de la historia política puertorriqueña. Y Washington D.C., se ha convertido en el némesis del anexionismo puertorriqueño. La estadidad jíbara puertorriqueña, sin duda alguna, va a naufragar en las aguas del río Potomac.
Caguas, Puerto Rico
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