Todos los hombres son nómades desde el nacimiento.
Cuando crecen, algunos se hacen sedentarios y otros no.
Los sedentarios se quedan siempre en un mismo lugar y ven las cosas siempre desde un mismo punto de vista. No se mueven de sus lugares ni para mirar ni para vivir.
En cualquier momento de la vida, un sedentario puede empezar a ver la vida de otra manera si aprende las maneras naturales de los nómades.
La transformación de sedentario a nómade entraña algunos dolores necesarios. Tendrán que aprender de nuevo casi todas las cosas y empezarán a llamar a las cosas por otros nombres. Dejarán atrás esa costumbre de caminar en línea recta para ir desde sus casas al trabajo y desde el trabajo a sus amores.
De a poco, aprenderán a caminar en espiral como los nómadas.
Caminar en espiral protege a los nómades de los tornados y granizos.
Cuando la tempestad los sorprende a la intemperie, se adhieren a la tierra y esperan a que dejen de volar ramas por el aire.
Cuando todo pasa vuelven a caminar en espiral.
Esta manera de caminar no sólo es útil en las catástrofes sino en cualquier día del año y de la vida.
Les permite mirar los abajo, los arriba y los costados de todas las cosas, incluídas las flores, los jarrones, los techos y las mariposas.
Hay otras condiciones básicas para transformarse de sedentarios en nómades dado que no sólo caminan en espiral sino que vuelan por los siete puntos cardinales del espacio.
En relación a esto, es necesario que los sedentarios estén atentos al período en que comiencen a desarrollarse las alas.
En esos días y en esas noches, sobre todo en esas noches, pueden tener sensaciones de vértigos o náuseas o un incontrolable deseo de llorar arrepentimientos antiguos. Se recomienda en esos casos, mirar o recordar el vuelo de los pájaros y hacer de cuenta que los pies se apoyan en las nubes.
También se recomienda llamar por teléfono o ir a la casa de algún nómade (no importa si son las tres de la mañana) para hablar de las cosas que les pasan o para hablar de las migraciones de las golondrinas o de la alegría de cualquier gorrión.
Hablar con los nómades acerca de estas cosas produce siempre un gran alivio en el corazón y en las articulaciones de todo el cuerpo. Sobre todo, produce un gran alivio en los laterales de la espalda, en los precisos lugares donde se está produciendo el nacimiento de las alas.
Además de estas transformaciones básicas, los sedentarios tendrán que aprender a dejarse sorprender por las lluvias y no andar siempre pendientes del paraguas. Los nómades aman la lluvia y se dejan conocer por ella.
Los sedentarios que culminen estas transformaciones serán bienvenidos en los caminos y en los vuelos de los nómades.
Lamentablemente, algunos se quedan a mitad de camino.
Alcanzan a hacer solamente algunas piruetas caminando en espiral o con las primeras gotas de lluvia, salen corriendo en línea recta a buscar un paraguas.
Aprender a volar se hace imprescindible para atravesar abismos.
Frente a los abismos los pies comprueban sus limitaciones y es ahí donde las alas empiezan a tener razón de ser. Los nómades tienen alas para volar, pero cuando andan por la tierra y tienen frío, transforman sus alas en bufandas. Cuando tienen sueño las transforman en almohadas,
y cuando llueve no las transforman en paraguas y caminan bajo la lluvia mojándose las alas.
Aunque parezca extraño, podría darse el caso de que algún nómade decida transformarse en sedentario. Esto no es común pero si ocurriese, seguramente guardará sus alas en algún estante y saldrá por los asfaltos a caminar en línea recta.
No se garantiza que este tipo de transformaciones no lo lleven rápidamente al exterminio.
Entre los nómades no existe el nomadismo como doctrina. No existen las doctrinas ni las ortodoxias. Nada más lejos de los nómades que encerrarse adentro de los ismos.
(...)
Creen que la razón y el corazón tiene las mismas pasiones y las mismas razones.
Creen que todo lo que palpita tiene razones de latido y que todas aquellas razones conocidas laten en las memorias de la sangre y en las memorias de los pétalos.
Andan solos o en grupos, pero andan.
Las plantas de sus pies tienen huellas de caminos.
Andan por la vida con sus redes de caricias y de sustos. Sus redes de arrullos y de historias. De perdones y de olvidos.
A veces se suben a los trapecios y andan haciendo malabarismos en las alturas porque saben que si caen, abajo están las redes.
Hacen muchas cosas con sus redes, pero nunca las usan para cazar mariposas.
Si a pesar de todo lo dicho y de todo lo que está atrás y adelante de lo dicho, alguien pudiese entender que los nómades son perfectos, es necesario que se desilusione.
Ser perfectos y no cometer errores es absolutamente incompatible con el espíritu de curiosidad y de asombro de los nómades. La curiosidad los lleva a tanteos y osadías de las cuales muchísimas veces vuelven lesionados o con espinas clavadas en algún lugar sensible o con plumas fuera de lugar, precisamente por no haber cometido perfecciones.
Los asombros los llevan a predisponerse bien con las cosas de la vida y a sentir alivios cuando descubren que ninguno de sus errores ni de sus desaciertos alteran sus armonías.
Si alguien pudiera entender que los nómades están más allá de las tentaciones también es necesario que se desilusione. Los nómades químicamente puros no existen.
En algún momento de sus vidas casi todos ellos se han sorprendido girando como locos en los remolinos de los cuentos sedentarios.
Casi todos ellos, alguna vez han metido las manos o las pestañas en las trampas del sedentarismo.
En esos casos han pedido auxilio a sus amigos y los que han podido se han desentrampado solos.
Todo eso sin dejar de reconocer que algunos hábitos sedentarios vienen bien en algunas situaciones de la vida. Como no dejar los zapatos en cualquier lugar o llevar agendas con direcciones o tener a mano algún plano de la ciudad.
A veces, por azar o por descuidos, los amores de los nómades no terminan en completudes.
En estos casos lloran al pie de sus árboles y no hay consolaciones que los calmen.
Hay crónicas actuales y antiguas que hablan de llantos y dolores que dieron una vuelta completa
alrededor de las cuatro estaciones.
En esos casos andan pálidos y tristes como pétalos de margarita sin sus centros amarillos.
Después se acuerdan de que el amor anda suelto en el aire y recuperan el aliento.
Lía Schenck
"El retorno de los nómades"
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