Gracias, Max y ¡feliz cumpleaños!
Pero no éramos cosas. A las cosas se las evalúa porque son del mercado, se compran se venden, sirven para algo y terminan traduciéndose en pesos o en dólares.
Nosotros éramos personas, también nos evaluábamos porque no podemos dejar de ser cuerpos, altos, bajos, vizcos, de piel grasosa, de cabello lacio, de ojos azules, de orejas chiquitas, de calzado cuarenta y dos, de talle ajustado, de tobillos gruesos…
Pero en última instancia se produce la valoración del otro, en calidad de persona, me gusta o no me gusta, me atrae o no me atrae, quiero estar con ella otra vez o no quiero volver a verla jamás.
Eso que está allí pero, sin embargo, no es el cuerpo, los aritos, ni el busto: todo eso y más que eso, es una persona.
Está el individuo y está la persona. La persona es la portadora de valores .El individuo puede ser feo. La persona, en cambio, puede ser una bella persona.
Nosotros nos seguimos viendo largas semanas.
Nos peleamos , discutimos, nos dijimos más de una frase ofensiva, pero nos necesitábamos. La persona necesita a la persona. Ese valor se llama afecto, amor. No es un negocio manejado por la inteligencia (y cuando lo es,lamentablemente de amor no tiene nada) según el cual “ me conviene “ ligarme a ti ). No, es un valor que el pueblo expresa diciendo: “contigo pan y cebolla”.
Te necesitaba. Pensaba en ti. Soñaba contigo. Con nuestra unión. Te deseaba. No tu cuerpo. Nunca se desea un cuerpo. El cuerpo es un pretexto para el deseo. Te deseaba a ti, persona. El sexo puede desahogarse del mil maneras en miles de cuerpos, y no dejar huellas.
Como dice Salomón el rey sabio, hay cuatro cosas que no son y tres que no alcanzo a captar:
- el camino del águila en el cielo.
- el camino de la serpiente en la roca.
- el camino del barco en alta mar.
- y el camino del varón en la mujer.
Huellas, todos los seres dejan huellas en el camino que se borran, o desdibujan. Pero las huellas de un hombre en una mujer no están afuera, no se dibujan; están adentro, en el sentimiento, en el sentido, en el valor.
En la memoria está el valor de ese encuentro.
Ni cuerpos ni almas, personas y valores.
Jaime Barylko
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