Saturday, November 13, 2010

Nuestro canibalismo político


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño

La sombra de la discordia sigue arropando todas las esferas de la vida puertorriqueña. El deterioro en la calidad de vida no se puede negar. Nuestro sistema político está carcomido por las malditas ideologías. Todos los días recibimos muestras de estas perversidades. Nuestra llamada democracia está secuestrada y puesta ante un paredón de fusilamiento. Nuestros políticos siguen jugando con el pueblo a su gusto y antojo. Y cada día vemos más cercana esa fatal amistad entre políticos y religiosos. La hipocresía vuela muy alto. La nave sigue al garete.

El nuevo sistema de salud está plagado de quejas por toda una ciudadanía que vive y sufre los atropellos que emanan de una administración que no puede satisfacer a plenitud tanta necesidad que hay en el pueblo de Puerto Rico. La criminalidad este año va en camino de romper la marca máxima de asesinatos. El sistema de educación tiene a miles de niños fuera de las aulas de enseñanza por falta de dinero y maestros. Los empleados del mantenimiento brillan por su ausencia en muchas escuelas. El cuerpo policiaco sigue mostrando la fea cara de la corrupción. Y en nuestra legislatura los atropellos contra la minoría son la orden del día.

Nuestra Universidad, la que pertenece al pueblo de Puerto Rico, ha sido tomada por las fuerzas ideológicas del anexionismo que pretenden, a todas luces, de distorsionar el proyecto educativo que espera nuestro pueblo de ese tan importante recinto educativo. La joya del sistema educativo ha caído en manos de los trogloditas amantes de la estadidad. En sus planes está la posible privatización, y por ende, la negación de la más alta calidad educativa a las clases de menos recursos. Eso sería una crasa violación a nuestra Constitución. Pero este gobierno que padecemos no tiene en su agenda velar por el pueblo pobre. Sus grandes amigos y consortes están en las altas esferas económicas.

Para completar el periplo político / ideológico, acaban de aprobar una ley para adueñarse del Tribunal Supremo de Puerto Rico. La arrolladora victoria política de hace dos años la han tornado en fusil y guillotina, armas con las cuales están atropellando al mismo pueblo que depositó tanta confianza en aquellas promesas que se han hecho sal y agua. Nadie pudo darse cuenta de cuánta maldad había tras aquella campaña política tan costosa y tan llena de tanta falsedad. A esa posición llegaron muy bien acompañados por las bendiciones recibidas por el pueblo protestante de nuestra isla. De esa misma fuente también recibieron una buena inyección económica. Muy a menudo vemos esos dos mundos –el político y el religoso- dándose las gracias mutuamente. Por eso es que hemos oído a legisladores hablar de la mano y presencia de Dios en algunas piezas legislativas. Solo en cerebros callosos podemos ver tantos disparates.

El pueblo puertorriqueño está viviendo un presente de muchas dificultades, y se vislumbra un futuro más duro y peligroso. Los anhelos de paz, trabajo y justicia están malamente sacudidos. La calidad de vida de nuestra gente ha empeorado por causa directa de un desempleo brutal. Se habla de un 15% de desempleo. Las quiebras personales y de negocios siguen un espiral hacia nuevos records. Con un cuadro de esa naturaleza no se puede hablar de justicia social. Tampoco se puede hablar de paz, tranquilidad y concordia.

La desconfianza es una fuerza visible y presente en todas las instituciones de nuestro pueblo. Las agencias del gobierno no nutren a la población con los beneficios que de ellas se esperan. Nuestra Legislatura es un nido de corrupción. Nuestra gran Universidad ha sido herida en lo más profundo de su independencia académica. Y para cerrar toda esta maldad con broche de oro, nuestro más sensible y noble tribunal –el Tribunal Supremo- acaba de ser secuestrado por vía legislativa. Todo esto ha sido posible por la gran miopía política/ideológica que arropa a nuestra sociedad. El sepelio de nuestra democracia no esta muy lejos del cementerio donde habrá de ser enterrada. Es cosa de corto tiempo. Luego pretendemos legarle a las futuras generaciones un mejor Puerto Rico. Así de estúpidos son nuestros líderes, incluyendo a los golosos líderes religiosos. La codicia muerde los corazones y mentes de estas eminencias intelectuales. Lamentablemente, estos son los bueyes y carreta que tenemos a la mano.

Nos encontramos entre la pared y la espada. Cuando hemos enjaulado el temible león nos damos cuenta que la cautelosa serpiente nos va subiendo por nuestras piernas. Siempre hay alimañas en la vida de nuestro pueblo con las cuales tenemos que lidiar. ¡Hasta cuándo!

¿Por qué los líderes de los pueblos se ceban en las necesidades y esperanzas de sus gobernados? ¿Qué vida nos espera viviendo en una sociedad tan hondamente dividida? ¿Acaso estamos siendo atraídos por un enorme agujero negro espacial? Creo que estamos llevando muy lejos nuestra necedad política. Las ambiciones desmedidas siempre terminan en estrepitosos fracasos.

Caguas, Puerto Rico
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