"A menudo me he preguntado, como miles de otros...,
si hice bien en escapar de mi país durante la dictadura,
si tenía derecho a desarraigar a mis hijos y arrastar(los)...
a un futuro incierto en un país extranjero, o si hubiera
sido preferible quedarnos tratando de pasar desapercibidos,
pero esas preguntas no tienen respuesta. Las cosas se dieron
inexorablemente, como en las tragedias griegas; la fatalidad
estaba ante mis ojos, pero no pude evitar los pasos que
conducían a ella..."
Isabel Allende
"Paula"
Si algo me salvó de volverme loca y no morirme de dolor -textual-, cuando salí de Venezuela, fue el asumir que "esto es lo que hay, tengo que echarle un camión de ovarios y seguir... un pie delante del otro..."
Lo que sí no he podido relativizar es el tiempo, me parece que en vez de casi siete años han pasado quillones y cuando vuelvo la vista atrás, a veces siento que "antes de vivir en España" fue un sueño, la vida de otra persona que tiene mi cara, pero no soy yo...
El día que llegué a España, supuestamente solo por 10 días, (el próximo 10 de febrero cumplo siete años aquí), lo único que me entibió el corazón fue ver a mi Petardi - ¡te quiero!- esperándome con todo su cariño en la salida de la aduana del aeropuerto de Barajas, pasar ese día con él (de recuerdo está la foto) y luego, poder abrazar de nuevo a mis hijas esa noche, al final de una carrera loca por la escalera mecánica de la estación de trenes de Córdoba, sintiéndo, como una premonición, que si no corría se iban a desvanecer delante de mis ojos... como se habría de desvanecer después todo lo demás...
A veces no somos conscientes de las cosas, de lo afortunados que somos con la vida que tenemos (aunque hacer cambios sea necesario), seguramente porque no podemos saber cuándo será la última vez que haremos algo o veremos una carita o un lugar querido... y gracias a Dios por que eso es así, de lo contrario viviríamos en un aullido de dolor contínuo... Lo que hay que hacer es darse cuenta, disfrutar cada momento como si fuese el último...
Carpe diem!
Yo no se si te he dado las gracias por tu amistad, Petardo, al menos no me alcanzará la Vida para hacerlo... Tú no sabes lo que significaban esas llamadas casi diarias a mi móvil, ese móvil que aún tengo en el cajón de mi escritorio, cuando me he deshecho de todos los que vinieron después. Ese móvil que no sonaba, porque no tenía a nadie a quien dárselo; en Venezuela el móvil sonaba cada minuto, aquí estaba mudo... y cuando sonaba yo sabía que eras tú, entonces entraba el sol a raudales y no me sentía sola, ni perdida. Marina y tú son mis soles, y conste que no sale su foto porque acabo de caer que ¡no tenemos una foto de los tres juntos!... Los quiero como solo a Uds. se les puede querer ♥
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