Tuesday, November 24, 2009

La prostitución de la mujer en Irak desde las bases estadounidenses


Por Debra McNutt / Feminista

La prostitución militarizada existe en los alrededores de las bases de los Estados Unidos, Corea del Sur, Tailandia y otros países desde hace mucho tiempo. Pero desde que los Estados Unidos comenzó a desplegar fuerzas en muchos países musulmanes, ya no puede permitir la prostitución para su personal de manera tan abierta. El despliegue de fuerzas militares norteamericanas en el Golfo, Afganistán e Irak ha estimulado la prostitución y el tráfico de mujeres en Medio Oriente.

Otro cambio importante es la dependencia de las fuerzas armadas de USA de los llamados contratistas privados, que ya sobrepasan el número de soldados en Irak. La opinión pública ha comenzado a prestar atención al papel de estos contratistas en las zonas donde Estados Unidos ha emprendido acciones militares. Menos atención se ha prestado, sin embargo, a la forma en que los contratistas privados están cambiando la naturaleza de la prostitución militarizada. En el ejemplo más conocido, empleados de DynCorp fueron descubiertos cuando traficaban con mujeres en Bosnia y hay indicios que sugieren que en Irak puede estar ocurriendo lo mismo.

Estoy investigando si los contratistas civiles permiten la explotación sexual militarizada en Irak, Afganistán, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y otros países musulmanes. Mi investigación pretende descubrir nuevos patrones de explotación sexual de mujeres por los Estados Unidos para fines militares y cómo cambia la prostitución institucionalizada cuando las fuerzas norteamericanas se instalan en países musulmanes. Estoy especialmente interesada en el papel que desempeñan los contratistas civiles en la promoción de la prostitución local o en la importación de extranjeras a zonas de guerra haciéndolas pasar por cocineras, camareras u oficinistas.

He emprendido esta investigación como militante feminista que ha trabajado durante mucho tiempo en aspectos relacionados con la mujer y el militarismo, inspirada por el ejemplo de mujeres como Cynthia Enloe, Katherine Moon y Saralee Hamilton. He organizado protestas en contra de la explotación sexual en las cercanías de las bases militares de los Estados Unidos en Filipinas. Más recientemente he trabajado en aspectos relacionados con la agresión y el acoso sexuales a mujeres soldados en las fuerzas armadas norteamericanas. Desde la guerra del Golfo también me he opuesto activamente a los ataques de Estados Unidos a Irak.

Si bien durante la corta Guerra del Golfo las fuerzas armadas norteamericanas no permitieron la prostitución militarizada en Arabia Saudita para no molestar a sus anfitriones, cuando regresaban a los Estados Unidos los barcos que transportaban al personal militar se detenían en Tailandia para disfrutar de un tiempo de descanso y recreo (Rest & Recovery). Las duras sanciones económicas impuestas después de la Guerra del Golfo obligaron a muchas iraquíes a prostituirse. El comercio sexual creció en tal medida, que en 1999 Saddam ordenó a sus fuerzas paramilitares que lo reprimiesen. Como resultado de ello muchas mujeres fueron ejecutadas.

La invasión de Irak por los Estados Unidos en marzo de 2003 llevó la prostitución de vuelta a ese país en cuestión de semanas. Hasta ahora, la Guerra de Irak ha durado ocho veces más que la del Golfo y está caracterizada por el uso de una enorme cantidad de contratistas privados. En enero de 2006, el presidente Bush aprobó una ley que prohíbe el tráfico de personas. Esa ley, sin embargo, no ha sido aplicada a los contratistas privados.

El miedo creado por el renacimiento de la prostitución ha permeado a toda la sociedad iraquí. Las familias no dejan que las chicas salgan a la calle, no sólo para evitar que sean atacadas o asesinadas, sino para impedir que sean secuestradas por redes organizadas de prostitución. Estas redes también obligan a algunas familias a que les vendan a sus hijos para convertirlos en esclavos sexuales. La guerra ha dejado sin casa a una enorme cantidad de chicas y chicos, que son muy vulnerables al comercio sexual. También ha producido una gran cantidad de refugiadas que tratan de huir del peligro, pero que -por desesperación económica- terminan prostituyéndose en Jordania, Siria, Yemen o los Emiratos Árabes Unidos. Nuestra ocupación no sólo ataca a las mujeres físicamente, sino también espiritualmente, hasta que no queda nada más que destruir.

Las extranjeras importadas a Irak para ejercer la prostitución generalmente llegan a través de los canales establecidos de tráfico ilegal de trabajadores, tal como lo documenta la serie de reportajes publicados por el Chicago Tribune, titulados Pipeline to Peril (La ruta al peligro). Por ejemplo, el periodista independiente David Phinney ha documentado cómo una compañía contratista kuwaití que importaba trabajadores para construir un nuevo complejo para la embajada norteamericana en la Zona Verde de Bagdag, introducía mujeres en el área de construcción.

En la Zona Verde se han abierto algunos burdeles (disfrazados de refugios para mujeres, peluquerías o restaurantes chinos), pero las autoridades los han cerrado cuando los medios han informado de su existencia. Según las fuerzas armadas de los Estados Unidos, sus tropas tienen prohibido tratar con prostitutas. No obstante, en sitios web de sexo los contratistas privados se jactan de ser capaces de encontrar mujeres iraquíes o extranjeras en Bagdad o en los alrededores de las bases militares norteamericanas. Estos contratistas privados de seguridad cobran salarios muy altos, por lo que disponen de mucho dinero y no son responsables frente a nadie más que sus compañías.

El empleado de una contratista que vivía en la Zona Verde contaba en febrero de 2007 que había tardado cuatro meses en lograr los contactos necesarios. "Tenemos un contacto en la patrulla encargada de la seguridad personal que nos trae estas bellezas iraquíes." En correos electrónicos de contratistas occidentales se sugiere que mujeres chinas, filipinas, iraníes y de Europa del Este también se prostituyen en Irak para los norteamericanos y otros occidentales. (Otros informes indican que al parecer hay mujeres chinas que se prostituyen en Afganistán, Qatar y otros países musulmanes en los que puede ser difícil para las redes de prostitución encontrar mujeres de esos países).

Durante su período de licencia de Irak en 2005, el reservista del ejército Patrick Lackatt afirmó que «por un dólar puedes conseguir una prostituta por una hora». Pero a medida que la guerra se ha intensificado en Bagdad y en otras regiones árabes de Irak, se ha hecho más peligroso para los occidentales salir de las bases militares y de la Zona Verde. Por eso, ahora los contratistas se pasan la voz de que es mejor disfrutar de sus períodos de «descanso y recreo» en la región kurda del norte, que es más segura, o en los bares y hoteles de Dubai, el emirato que se ha convertido en el principal centro de prostitución del Golfo Pérsico. Mientras, en Irak las redes de prostitución tienen que actuar de manera cada vez más clandestina para esconderse de las milicias iraquíes.

Como señala Sarah Mendelson en su informe de 2005 sobre los Balcanes, Barracks and Brothels (Barracas y Burdeles), el gobierno norteamericano ha ideado muchos protocolos y programas para disminuir el tráfico de personas, pero como no se hacen respetar terminan siendo simples ejercicios de relaciones públicas. Los oficiales militares suelen hacer la vista gorda con la explotación de mujeres por el personal militar y el de los contratistas privados, porque quieren elevar la "moral" de sus hombres. La forma más eficaz que tienen las fuerzas armadas de evitar una reacción negativa del público es impedir que la información incómoda llegue a sus oídos. No es necesario encubrir la información si nadie la conoce.

Para mí (y para otros investigadores y periodistas) ha sido difícil llegar al fondo de esta crisis. En su libro Imperial Life in the Emerald City (Vida imperial en la ciudad esmeralda), Rajiv Chandrasekaran observó «Había prostitutas en Bagdag, aunque no podías irte a una ciudad para tener sexo como en Saigón». Descifrar quién está detrás del tráfico de personas es tan difícil (si no más) que en el caso del tráfico de drogas. Ya es bastante difícil rastrear el extendido tráfico ilegal de trabajadores a Irak. Pero el tráfico de mujeres iraquíes o extranjeras para prostituirlas está mejor encubierto. Las redes de prostitución esconden muy bien sus rastros y ni los militares ni los contratistas privados están interesados en revelar información que pueda perjudicar la guerra.

El hecho de que la información sea difícil de encontrar es un aliciente para intensificar la búsqueda y para hacer de la prostitución militarizada un tema fundamental de los movimientos de mujeres y contra la guerra. La guerra de Irak se financia con nuestros impuestos, y si como resultado de la ocupación se explotan mujeres, es nuestra obligación responsabilizarnos por esos crímenes.

Actualmente estoy escribiendo un informe más detallado sobre mis hallazgos y necesito datos de otros investigadores y periodistas, veteranos de guerra, empleados de contratistas privadas, exilados y refugiados, y mujeres que hayan sido prostituidas en el pasado, que ayuden a echar luz sobre la prostitución militarizada en Medio Oriente y el papel de las fuerzas armadas y de sus contratistas privados.

El objetivo final de esta investigación es no sólo poner al descubierto estos crímenes contra la mujer, sino contribuir en la formación de un movimiento que los detenga. Cuando se habla sobre los derechos de las mujeres iraquíes no se toca el tema de cómo la ocupación está creando nuevas formas de opresión que destruyen su autoestima. Como norteamericanos, tenemos la obligación de detener los abusos de los militares contra las mujeres haciendo que termine la ocupación.

La autora es una periodista, feminista y pacifista que se ha dedicado a investigar la prostitución y el tráfico de mujeres en los lugares donde se desarrollan conflictos bélicos. Actualmente vive en Olympia, Washington, USA. Su correo electrónico es debimcnutt@gmail.com Su artículo fue publicado en Counterpunch La traducción del inglés pertenece a Chelo Ramos para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

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