Wednesday, October 21, 2009

Un tren sobre la tierra...

Ya no recuerdo bien cómo fue que su tren entró en mi vida, lo que sí se es que desde entonces no ha pasado un día en que no de las gracias por sus rieles. Ella se llama Leo, yo la llamo la Maga de las palabras. En todos los meses en que he leído su corazón puesto en palabras, no me he encontrado nada que no me haya conmovido hasta los huesos, que no me haya erizado la piel y que no haya traducido de manera contundente, esta torpeza mía para expresar lo que me borbotea por dentro, porque ¡ya quisiera yo escribir la milésima parte de bien que ella! Así que me he "robado" con su permiso (¡Gracias, Maga, te quiero!) uno de sus textos, en la decisión final y tantas veces postergada, por lo difícil que me ha resultado, de escoger uno cualquiera, porque por mi me los traería todos. Este texto me ha tocado muy de cerca, por eso me salgo de la línea de un post por semana: tenía que traérmela a Azules ¡ipsofactamente!



















Postoperatorio...



A mí las bombas me estallan en silencio. Por fuera quedo intacta, pero la onda expansiva revienta todas las ventanas desde dentro. El corazón vuelve a romperse en todos sus pedazos. Camino y voy dejando un triste rastro de cristales por los corredores. Caen de debajo de la camiseta, desde la pernera de los pantalones, de la punta de los dedos. Lágrimas que cristalizan. Qué apuro. Y qué cansino. Otra vez recogedor en mano.




Al final junto más trozos de los que tenía, y me sale un corazón hipertrofiado, mucho mayor que el de antes. Y necesito pedir ayuda para las cirugías: que si ahora no entra en el pecho. Que sí, que sí que entra: venga, tú, separa las costillas, que yo lo empujo. Y ahora siéntate encima, mientras yo trato de cerrar la cremallera.



Durante el postoperatorio, aprieta el pecho y da un poco de miedo. Pero luego da de sí. Lo mismo que las horas. Al final incluso deja de oler a pegamento. Y se licuan las lágrimas. Y regresa la sangre a la punta de los dedos, a la pernera de los pantalones. Y aparece un hombrecito vestido de naranja que se descuelga de un andamio desde la azotea, por dentro, y limpia una a una todas las ventanas.



Leo

Un tren sobre la tierra



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