Monday, October 19, 2009

Inodoro Pereyra y la injusta distribución de la riqueza


Por Ricardo Luis Mascheroni / LA ARENA

¿Por qué las ciudades más ricas del país albergan tanta pobreza? ¿Por qué los que hablan tanto del problema no hacen ni hicieron nada cuando estuvieron en el gobierno? La incomparable reflexión de don Inodoro Pereyra.

Muchos se preguntarán o deberían preguntarse, por qué y como consecuencia de qué maldición bíblica, las dos ciudades más grandes y de mayor importancia de la provincia de Santa Fe, su capital y Rosario, encabezan las estadísticas de desocupación y pobreza.

¿Cómo es qué la capital del Estado provincial y la Capital de las mercociudades y los agronegocios, históricamente favorecidas por su potencial, por los presupuestos oficiales con miles de puestos de trabajo, por los fondos de los conurbanos y hoy sojeros; asiento, una, de la administración pública y la otra, de las grandes empresas exportadoras, no han podido solucionar dos temas sensibles a la dignidad y calidad de vida de las personas, como son el derecho al trabajo y el flagelo de la pobreza?

¿Cómo puede ser que con tanta acumulación de riqueza y recursos a su alcance, estas calamidades se multipliquen sin solución de continuidad? Pese a tantas preguntas, encontramos muy pocas soluciones. Lo más triste, es que estos desastres son comunes a tantas otras ciudades con similares características a las referidas.

Pobres hubo siempre: Seguramente, cada persona, de acuerdo a su leal saber y entender, puede tener su propia respuesta.

Algunos pensarán que siempre hubo pobres, y que estas ciudades no pueden ser la excepción; los funcionarios enfáticamente dirán: «la culpa es de los gobiernos anteriores que nunca hicieron nada para solucionar el problema y nos dejaron esta pesada herencia». «Muchos son vagos y no quieren trabajar», aseverarán otros y así hasta abarcar todas las hipótesis posibles. Sin dudas, tampoco estarán ausentes los hipócritas enriquecidos hasta la obscenidad, quienes, se indignarán al grito de «la pobreza es un escándalo».

Por desgracia, la sumatoria de esas razones lejos está de reflejar la verdad y quizás muchos no quieran visualizar que, a mayor riqueza en pocas manos, mayor pobreza general.

Esto último quizás explique esta suerte de paradoja, en que las dos ciudades más ricas de la provincia y, por qué no del país, en términos económicos globales, tengan el mayor porcentaje de pobres y desocupados y se muestren impotentes para generar trabajo y brindar lo mínimo necesario para una mejor calidad de vida de sus vecinos. Esta opinión no es una excepción a la regla de la economía mundial, que ha mostrado en los últimos años una polarización impresionante entre la expansión de la riqueza y también de la pobreza.

La gran injusticia: La Argentina y nuestra región no han escapado a estas generales de la ley. Habría que tener presente que el 20% de la población mundial ubicada en los países enriquecidos del mundo, consume casi el 85% de los alimentos producidos por el planeta, por lo que el 80% de la población restante debe contentarse con el 15% de los alimentos. Lo grafico: en una mesa con 10 comensales, el mozo trae diez milanesas y dos de ellos comen ocho y media; los ocho restantes deberán conformarse con una milanesa y media. Cuál es la resultante: el reinado del hambre.

Veamos algunas coincidencias "casuales" de las dos urbes: ambas a través de la apropiación del espacio público, han permitido que los paseos costaneros, portuarios, microcentros con edificios violatorios de los reglamentos de edificación y barrios exclusivos, crecieran en cantidad y suntuosidad, mientras tanto los cordones periféricos de marginación y precariedad han aumentado exponencialmente. Una y otra han prohijado e impulsado la diversión y el consumo irracional; y así casinos, salas de juegos, megamercados y shopping centers se constituyeron para los gestores públicos, en prioritarios factores de desarrollo y progreso.

Un círculo vicioso: Esta concepción del desarrollo a cualquier costo, perversa y cortoplacista, sin dudas alimenta el circuito vicioso de la desocupación, la pobreza y la concentración de la riqueza. Si le sumamos: transferencia de fondos de esos negocios a sus casas matrices (muchas en el extranjero y que producen desertización monetaria), deterioro y precarización de las condiciones laborales, baja estructural de los salarios, desocupación, privilegios impositivos al capital, surge la verdad de la pobreza actual en el mundo y también en el país.

Un ex funcionario universitario me decía hace poco: «creo firmemente que la cultura del esfuerzo, del trabajo individual y solidario y de una activa intervención racional del Estado podrán ayudar a construir
una Santa Fe productiva, solidaria, democrática, inclusiva, en la cual, el juego y los casinos recientemente inaugurados sólo pueden resultar una falsa opción. Respetamos las expectativas generadas pero esta circunstancia no nos hace cambiar de opinión respecto de la amoralidad del juego desde el punto de vista del esfuerzo del hombre y la responsabilidad que nos toca a todos. Quería expresarlo porque desde que ocurrió, siento una gran impotencia al advertir la incoherencia que significa educar y aplaudir el juego, sin hacer al menos, una reserva».

Sólo palabras: Creo como muchos que cuando más riqueza hay en pocas manos, más pobreza hay en muchas manos. Y además estoy convencido de que así como la riqueza se genera, también la pobreza se genera. Una y otra, son las caras de una misma moneda, llamada injusticia. Indudablemente que los emprendimientos referidos tienen mucho que ver el aumento de la riqueza y la consiguiente generación deliberada de la pobreza.

Que muchos hablan de la pobreza nos es ninguna novedad, pero nadie se hace cargo de su paternidad.

Tan es así, que hace unos días un encumbrado dirigente ruralista, decía: «Estamos convencidos de que desde el campo podemos contribuir a que esto cambie, trayendo las divisas que son necesarias para equilibrar la balanza comercial y después agilizar las importaciones. Podemos aumentar los puestos de trabajo con una mayor producción. Y en ese sentido, podemos combatir la pobreza y la indigencia dándole una oportunidad a nuestros jóvenes, y recuperar los pueblos del interior con una mayor actividad económica».

Estas palabras me generaron algunas dudas y pensé: ¿cómo es que estos altruistas personajes, no tuvieron la oportunidad de gobernar el país para que las cosas cambiaran para bien? ¿Tan ciegos hemos sido?

Pasada la confusión momentánea, de algunos manuales de historia rescaté algunos apellidos patricios como: Uriburu, Martínez de Hoz, Roca (el del pacto Roca-Runcimann), Alsogaray, Alemann, Krieger Vasena, Martinez de Hoz (nuevamente), Cavallo (varias veces), y seguramente se podrán aportar muchos más.

Estos señores, ¿no tuvieron ni tienen nada que ver con esa dirigencia que hoy dice estar en condiciones de salvar al país? ¿No gobernaron gran parte de la historia nacional desde 1930 hasta ahora? ¿Por qué, entonces, no generaron los cambios que ahora piden?

Inodoro, el sabio: La respuesta es simple: esos sectores han sido y son los artífices de la pobreza que asola al país, ya que para acumular riqueza, se necesita sí o sí del derrame de la pobreza. En una lección de política de alto vuelo, que centra el eje del debate en su justo término, el genial Roberto Fontanarrosa, puso en boca de su inolvidable personaje, Inodoro Pereyra, la siguiente sentencia: "Creo que el problema del mundo, no es el injusto reparto de la riqueza, Mendieta; es el generoso reparto de la pobreza».

La afirmación de Inodoro Pereryra no es un chiste; la pobreza y la injusticia tampoco.

[Ricardo Luis Mascheroni es Docente e investigador en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral. Abogado, colaborador y columnista de diversos medios de comunicacion sobre temas sociales y ambientales. Autor de La represa del Paraná Medio, Una nueva Forestal y Breviario ecológico.].

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