Friday, October 30, 2009

Aniversario No. 40 de Internet y periodismo sostenible


Por Fernando Mexía

Internet cumple 40 años y me invitan a la fiesta en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), el paritorio de la criatura en 1969. La cosa tuvo poco de sarao: ni tarta, ni velas, ni confeti, ni matasuegras; pero estuvo interesante. Al margen del gustazo de hablar con uno de los padres de la red, Leonard Kleinrock, mientras el hombre recordaba tiempos pretéritos al lado del armatoste que emitió el primer mensaje en la web (un cacharro de dos metros al que llamaban ordenador de vanguardia), pude escuchar la conferencia de Arianna Huffington, la co fundadora y co editora jefe del archifamoso portal de noticias estadounidense The Huffington Post, y su alegato sobre la sostenibilidad del ecosistema periodístico.

Huffington, con su característico inglés de acento griego, defendió la gratuidad de las noticias en Internet y vaticinó un fracaso estrepitoso a los medios que se aventurasen a cobrar por acceder a los contenidos premium de sus portales, como planea hacer Rupert Murdoch con sus diarios de News Corporation como el británico The Times o el New York Post.

Las barreras no funcionarán, dijo. Huffington enumeró las virtudes de Internet y enarboló la bandera del periodismo ciudadano, puso el ejemplo de Irán y recordó que cuando tuvieron lugar las revueltas uigures en China el pasado verano el gobierno de Pekín dejó mudo Internet para impedir que el caso se
iranizase.

«En su lugar permitieron que visitaran la zona un grupo de corresponsales extranjeros, porque son más fáciles de manipular» que los testimonios anónimos en la web, afirmó.

Según Huffington el modelo de negocio al que debería tender el periodismo es a un sistema de donaciones privadas, tanto de lectores implicados en el proyecto informativo como de fundaciones, «lo mismo que hacen las universidades (en EE.UU.)»

La responsable de la exitosa web es optimista: «vivimos la edad de oro del consumo de noticias y hemos pasado de competir -por los lectores- a cooperar. Todo está enlazado y lo normal es que un usuario de nuestra web consulte en internet más de un medio. Antes o compraba un periódico o compraba el otro».

Interesantes reflexiones de la señora Huffington que a mi juicio pecan del localismo estadounidense, esa manía de generalizar tendencias cuando se habla de lo que ocurre solamente en EE.UU..

Me resisto a creer que en países donde no existe cultura de fundaciones y donaciones de particulares haya gente dispuesta a pagar por sostener un proyecto periodístico, por muy prometedor, premiado o solvente que sea. Que le pregunten a los impulsores de Soitu.es, un portal español que apareció en la red hace 20 meses con frescura, obtuvo prestigio internacional y esta semana declaró su defunción por falta de fondos. Estoy seguro de que los creadores de Soitu.es lo intentaron todo antes de verse obligados a baja el telón. En España la calidad informativa no tiene valor añadido para los lectores, al menos no en sentido monetario. Vamos, que otro gallo le cantaría al Huffington Post si su sede estuviese localizada en el madrileño barrio de Chamberí. Seguramente esta situación sería similar en Latinoamérica.

Como en las películas, hay cosas que solo pasan en EE.UU., y lo de la financiación ciudadana de la prensa de calidad, digamos un periodismo sostenible, es una de ellas, justo igual que los aterrizajes de platillos volantes.

Huffington apostó por que los periodistas realizaran una labor más de análisis y edición de los contenidos que se producen en el ciberespacio subidos por usuarios anónimos. Cada ciudadano del mundo es un reportero de su calle, un corresponsal de lo cotidiano, y los profesionales de carrera son los encargados de leer entre líneas en ese universo para pulir las noticias que llegan en bruto a las redacciones.

Al margen de mis reticencias hacia ese mundo feliz en el que todos somos fuentes válidas y fiables de información, diré que ese mensaje mal entendido (mejor dicho, como lo podrían simplificar algunos empresarios de la comunicación en algunos países que yo me sé) se traduciría de la siguiente manera:

¿Por qué pagar por un equipo de redactores para tener un medio de comunicación si los periodistas ciudadanos hacen el trabajo gratis? Contrato a un par de reporteros currantes y les nombro jefes de sección a cargo de editar las noticias que envían los vecinos del barrio por la cara, luego vendo la publicidad a los que tienen negocios en el barrio. Los vecinos leen sus propias noticias, los comerciantes saben que se ven sus anuncios, los políticos me respetan porque puedo utilizar el medio en su contra acentuando las opiniones más díscolas de esos corresponsales de bar y parada de autobús. Un negocio redondo y sin necesidad de gastar casi nada en sueldos. Al que me pregunte por la calidad les diré que los contenidos dependen de los lectores, por tanto tendrán el nivel que se demanda».

Ese testimonio podría ser de cualquier empresario con ínfulas de gestor del cuarto poder, de esos que actualmente pagan 800 euros al mes (más o menos) a unos periodistas que vivirían mejor trabajando en un supermercado.

Es verdad que cualquiera puede convertirse en fuente de información en un momento determinado, especialmente gracias a Internet, pero que no me hablen de periodismo ciudadano a estas alturas cuando lo que hace falta en la profesión es calidad, respeto, profesionalidad y salarios dignos. Algo que sí existe en EE.UU., pero que en lugares como España suena a película Hollywood en versión original.

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