Tuesday, June 1, 2010

TORTURAS EN TARTAGAL CONTRA INDIGENAS WICHÍ Y CHOROTE

El Tribuno - Salta


LA JOVEN WICHI QUE ESTUVO DETENIDA CONTO LO QUE VIVIO TRAS LAS REJAS.


El jefe de la Policía, Humberto Argañaraz, dijo que se realizarán las investigaciones correspondientes.Mariela Aramayo siente que despertó de la peor pesadilla que tuvo en sus 20 años. El viernes pasado, cuando en Tartagal se encontró el cuerpo de Evangelina Pisco, respiró aliviada. Es que Aramayo se encontraba detenida junto a otras dos mujeres y un agente sanitario, acusados de ser los autores de un homicidio que no ocurrió. La joven no puede articular una frase sin llorar y preguntarse por qué los acusaron de un delito gravísimo, que la Justicia comprobó que nunca cometieron. La muerte de Evangelina, cuyo cuerpo fue inhumado el viernes en el cementerio aborigen de la comunidad Lapacho 1, fue producto de un accidente.

La autopsia reveló que el cuerpo estaba intacto y que la única lesión que presentaba era un traumatismo en el maxilar, producto de la caída, y que la chica murió por asfixia por inmersión, ahogada con los líquidos cloacales.

Mariela recuerda cada detalle de aquella madrugada: “Fuimos con las chicas a (el bailable) ‘La Boca del Tigre’ y vi a Evangelina con sus amigos. Como a las 4 de la mañana nos fuimos hacia la otra bailanta, ‘El Gigante’, que está al lado de la ruta; me dio hambre y salí a comprar un sandwich. Cuando llegué a la puerta vi que Evangelina, se iba con otras dos chicas caminando. No sé por qué me quedé mirándola, cuando de pronto vi que desapareció en el pozo. Corrí hacia el pozo y comencé a gritar ‘mi prima se cayó aquí, adentro, yo la vi’.


Otra gente se acercó, pero no veíamos nada, estaba muy oscuro. Me fui corriendo hasta la casa de mi tío Eduardo (Pisco, el cacique de la misión chorote, ubicada a unos 500 metros del lugar). Volvimos y yo le decía que la había visto caer, estaba segura”, relató entre sollozos a El Tribuno. “Al mediodía del domingo me detuvieron”, dice angustiada. No puede parar de llorar cuando recuerda lo que vino después y que debió soportar: “Yo no entendía por qué me pegaban si les explicaba lo que había visto, como lo estoy diciendo ahora. Me decían mataca roñosa, asesina, a nosotros nos van a decir la verdad, porque vas a ver lo que te vamos a hacer”, recordó. En la Brigada, Mariela se enteró que las chicas y Gabriel “Chaqueñito” Campero, agente sanitario, habían sido detenidos.

“Era horrible, me pegaban toda la noche, yo les rogaba, les imploraba que no me golpearan más. Una noche me puse de rodillas para rogarles que me dejaran de golpear. Cuando me dejaban a mí, escuchaba el llanto y los gritos de las otras chicas. Por qué le hacen eso a la gente, que alguien me explique”, imploró Mariela sin consuelo. Rebeca Andrada es otra de las personas que fue detenida en la noche del domingo y llevada a la Brigada. La chica, de 16 años, fue entregada “a dos hombres y a una mujer, pero las mujeres que golpeaban eran tres. Uno era muy alto, y como yo soy petisa me colocó esposas, me levantó del cuello y me tenía colgando: ‘Dónde la tiraron india de mierda, dónde está el cuerpo de la Evangelina’, me decía. Pero yo no podía ni contestar, porque no podía respirar, era muy feo”, recordó.


Las versiones


Ana García, otra de las chicas detenidas, fue quien dijo que Mariela le había cortado el cuello a Evangelina. “Ella es nuestra amiga, estaba con nosotras y está embarazada; no sé qué le hicieron para que diga eso. Mis primas y yo nunca dijimos que la habíamos matado; pero se ve que Gaby y la otra chica (por Claudia) no soportaron y dijeron cualquier cosa”, agregó Aramayo. Todas viven en la misión Pablo Secretario. Como sucedió el día que encontraron el cuerpo de Evangelina, las mujeres que escucharon el relato de Mariela, Rebeca y Claudia lloraron despacito, casi en silencio.


A todas les queda el recuerdo imborrable de la pesadilla que vivieron.


“A vos te tratamos como a un príncipe”


Luis Gabriel “Chaqueñito” Campero arrastra una pierna y tiene dificultades para respirar. Junto a su esposa y dos hijos, aún no puede creer lo que le sucedió en la Brigada de Investigaciones. “Cuando me dieron la libertad me trajeron cuatro policías. Estacionaron y me dijeron: “No podés negar que a vos te tratamos como a un príncipe, así que no hagas cagadas, no estés denunciándonos”. Campero muestra las cicatrices que tiene en los brazos y en los tobillos.


“Me ataron y me tiraban. Sentía que me moría y me decían que confiese. Primero yo decía que no sabía nada, pero después ya les decía que sí, que la había matado, que la había descuartizado... cualquier cosa. Me dejaban descansar un rato y volvían. Me tenían cinco horas de rodillas y tenía que estar derecho. Tenía la cabeza tapada y escuchaba que entre ellos se llamaban “jefe” y se silbaban para llamarse, pero nunca por el nombre. Cuando no daba más comenzaban los golpes y los simulacros de fusilamiento”, dice. “Uno de ellos se divertía jalando el gatillo y poniéndome la pistola en la cabeza, sobre todo cuando me llevaban al basural. “Te cago de un tiro y no te encuentran más” me decían. Gabriel recuerda que “antes de ver al juez le decían que no cambie la declaración porque “me iban a matar a patadas”. Campero dijo que tiene miedo y que amenazaron con violar a sus dos hijos.





¿Quienes son los "chorote"?


Los chorotes,  o como se autodenominan yofwaja, son un pueblo originario de ambas orillas del río Pilcomayo, en Bolivia, Paraguay y la Argentina.


En la Argentina son cerca de 2.300 personas, repartidas en ocho comunidades de la provincia de Salta. En Bolivia habitan en el departamento de Tarija.


Junto a los wichí, los nivaklé (chulupí) y los Maká, pertenecen al grupo étnico denominado por los investigadores "mataco-mataguaya". En la Argentina se asientan en el este de la Provincia de Salta.


Su lengua forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú. La lengua chorote o tsoloti es hablada por menos de 10.000 personas y consta de dos dialectos muy diferenciados, hasta tal punto que muchas fuentes los consideran idiomas distintos. El manhui, manjuy o chorote iyo'wujwa (habitantes del monte), tiene cerca de 1.500 hablantes en la Argentina, un par de familias (8 personas) en Bolivia (fuente de 1982) y 500 en Paraguay (fuente de 1991).

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