Saturday, June 12, 2010

Determinación causal del fenómeno de la violencia


Por Éktor Henrique Martínez Hernández / Escritor, poeta y abogado

LA VIOLENCIA Y SUS DIVERSAS FORMAS: No basta oponer una crítica u objeción simplista del concepto de violencia, es necesario ir más allá de la refutación o de la justificación. Y para ello resulta pertinente conocer su etiología, su evolución histórica y social, hay que analizar su problemática y sus efectos, comprender los motivos de su persistencia en los patrones conductuales y en los procesos de interacción social.

Es un hecho incuestionable que el fenómeno de la violencia, en todas sus variedades y formas, derrubia y socava la tranquilidad y armonía de la vida social y particular. La violencia reviste el carácter de acto perturbador, no sólo como acción humana que se materializa en las interrelaciones objetivas, sino por la significación simbólica que conlleva, toda vez que, con sus variables y modalidades, prevalece en el entorno social una noción de la cultura de la violencia. La formación antagónica de la historia aborta sus engendros, lacras y contradicciones. La escalada de actos delincuenciales, la impactante violencia criminal, el resquebrajamiento de los valores éticos, el temor traumático y el artero egoísmo, entre otras calamidades, conforman una respuesta de superación negativa a las sucesivas y ciclotímicas crisis del llamado capitalismo posmoderno. El capital —dice Marx— es la potencia económica de la sociedad burguesa que lo domina todo. Opresión y explotación, superabundancia y pauperismo; y las clases, estamentos y grupos, corrompidos moral y socialmente.

El problema de causalidad de la violencia es uno de los más complejos en el campo de la sociología, la antropología, la filosofía y de las ciencias sociales adyacentes en general. Aunque es cierto que suele ser uno de los temas más debatidos para muchos estudiosos la criminología; y, consecuentemente, la determinación de las causas de dicho fenómeno sociohistórico constituye la piedra angular de algunas disciplinas particulares, tales como la axiología, la criminología y el derecho penal. Sin embargo, ni quien opine que se han agotado los esfuerzos para desentrañar y explicar su determinación causal.

Por ello, no es posible señalar las limitantes dicho proceso causal de la violencia; porque de establecerlos, estos serían arbitrarios o, lo que es peor, falso. Consabido es que no se ha podido llegar a conclusiones definitivas para señalar los factores específicos que permitan precisar de manera directa sus causas y endémicas consecuencias, sean éstas para alterar o mantener un sistema conductual y socialmente definido. Y, dada la gama tan variada de formas en las que se manifiesta la violencia, resulta imposible atribuirle a un conjunto tan heterogéneo de fenómenos la especificidad de una explicación causal. Por tanto, simplista resultaría aplicar un denominador común para explicar sus causas como si fuesen idénticas a las de un fenómeno físico o natural. Se incurriría en un criterio mecanicista y dogmático.

En orden sucesivo, podemos afirmar que las causas de la violencia derivan del mismo seno familiar, de los vínculos de vecindad, del quebrantamiento moral y de la pérdida de valores, de las circunstancias de peligro o situaciones de riesgo, por motivos de pobreza, por razones de desigualdad social o económica, por frustración, resentimiento o carencia de expectativas y por la falta de identidad.

ALGUNAS DEFINICIONES DEL TÉRMINO VIOLENCIA: En su «Diccionario de filosofía» (1961), apunta Nicolá Abbagnano dos acepciones del concepto de violencia (latín violentia; inglés violence; alemán gewalttsamkeit; italiano violenza); la primera, como «acción contraria al orden o a la disposición de la naturaleza», y la segunda, como «acción contraria al orden moral, jurídico o político».

La legislación penal mexicana alude al concepto de violencia como la agresión material o sicológica, es decir, el uso de la fuerza física o moral, en contra de la integridad física o síquica. Para tipificar un delito por violencia no basta el dolo genérico, se requiere el dolo especifico; que consiste en el «animus nocendi» (fin de dañar). O sea, en la voluntad y conciencia de emplear los medios idóneamente ofensivos para perpetrar el ataque a la integridad de una persona.

Además de establecerse como una forma delictiva, la violencia constituye una calificativa. Y cabe aplicar como agravante, por ejemplo, la violencia empleada en las personas o en las cosas para cometer el delito de robo.

El artículo 203 del Código Penal de Baja California refiere así el delito de robo con violencia:

«Si el robo se ejecutare con violencia, a la pena que corresponda por el robo simple, se agregarán de uno a cinco años de prisión. Si la violencia constituyere otro delito, se aplicarán las reglas de la acumulación».

Asimismo, en el artículo 204 se define el concepto de violencia como calificativa o agravante:

«La violencia a las personas se distingue en física o moral. Se entiende por violencia física en el robo la fuerza material que para cometerlo se hace a una persona. Hay violencia moral cuando el ladrón amaga o amenaza a una persona con un mal grave, presente o inmediato, capaz de intimidarla».

Por otra parte, y de conformidad con lo preceptuado en el artículo 23 del Código Penal de Baja California, debe advertirse que la violencia también opera como una causa excluyente de delito. Y tal es el caso de la legítima defensa y que ocurre cuando un individuo «repele una agresión real, actual o inminente, sin derecho, en protección de bienes jurídicos propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa o racionalidad de los medios empleados y no medie provocación suficiente inmediata por parte del agredido o de la persona a quien se defiende». Y en dicho artículo se establece que «se presumirá como legítima defensa, salvo prueba en contrario, el hecho de causar un daño a quien a través de la violencia o cualquier otro medio, trate de penetrar, sin derecho, al hogar del agente, al de su familia, a sus dependencias, a los de cualquier persona que tenga la obligación de defender, o al sitio donde se encuentren bienes propios o ajenos respecto de los que exista la misma obligación; o bien, lo encuentre en uno de aquellos lugares en circunstancias tales que revelen la probabilidad de una agresión» (fracción III).

De igual forma, en el estado de necesidad la violencia surte efectos de causa excluyente del delito; pues se exime de toda responsabilidad penal aquel que «obre por la necesidad de salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno, de un peligro real, actual o inminente, no ocasionado dolosa o culposamente por el agente lesionando otro bien de menor o igual valor que el salvaguardado, siempre que la conducta sea proporcional al peligro y no se tuviere el deber jurídico de afrontar» (fracción IV).

LA VIOLENCIA COMO ACCIÓN CRIMINAL: La violencia se ha convertido en una causa de sí misma y la intervención selectiva del estado sólo representa para las bandas y organizaciones criminales una restricción eventual que ha causado dispersiones y reacomodos, pero no su eliminación o expugnación. Los autores del crimen y de la violencia delincuencial, aprovechando las «coyunturas» políticas de la connivencia, la impunidad y la corrupción, y bajo el amparo de funcionarios, policías y militares, han sentado sus reales dentro de las estructuras del poder político e instituciones de gobierno. La profusión de los billetes sucios y fortunas mal habidas facilitan las componendas entre criminales y servidores públicos. Concurren y se agregan a los desbarajustes de la ineficiencia, la irresponsabilidad y el cinismo, la abyecta complicidad entre autoridades y las gavillas de secuestradores, sicarios, lavadores de dinero y narcotraficantes. Y todo queda a la orden del día: torturas, ejecuciones, balaceras, extorsiones, secuestros, ajustes de cuentas, desapariciones, etcétera.

EL FENÓMENO DE LA VIOLENCIA Y SU IMPACTO MEDIÁTICO: El origen a los acicates de la violencia también se explica por sus alcances simbólicos que en el imaginario colectivo proyectan los «más-media»; categorías amorfas de una cultura visual que banaliza la tragedia a través los espots informativos. «Los encabezados de los diarios y las primeras planas día a día llevan la cuenta acuciosa de los ejecutados, los entambados, decapitados, los asesinados a sangre fría ya no sólo en la periferia de la ciudad o al cobijo de la noche y la desolada madrugada, sino en las plazas comerciales, zonas escolares, las principales vialidades, y donde incluso las salas de cine se han vuelto escenario del despliegue ostentoso —y cada vez más cínico— alarde de impunidad de las fuerzas del crimen organizado» [Vianka Santana, La creación artística en los tiempos de indiferencia].

El poeta y filósofo Carlos López Dzur señala la intromisión, e influencia de los medios masivos de comunicación en la idiosincrasia del agente receptor de la noticia, convertido en un «voyerista» espectador capaz de concebir el crimen y la violencia como fenómenos cotidianos y equiparable a un simple anuncio comercial de venta de cigarros o cremas reductoras de grasa corporal. «La esencia de las historias e imágenes que la televisión y el cine patrocina (que son esencialmente mensajes de codicia, celos, ambiciones incoherentes, deslealtad, individualismo y violencia emocional) se traducen en la vida real en violencia real: asesinato, robo, pánico, etc. Los mensajes de gratificación son el sexo y el dinero. A principios de los '90, si se encuesta a la gente en cuanto a qué contenido le parecería el más indeseable o problemático en una película que viese en el cine o la TV, posiblemente, el 44% diría la violencia, frente al sexo explícito (18%). Hoy por hoy, hay menos sensibilidad. Ser listo e inteligente es no extrañarse de nada. La sociedad es más violenta y los valores han sido transvalorados. Se vale el morbo. Que su imagen visual sustituya al lenguaje porque, en ese mundo de percepciones, la realidad no existe. Un estudio de expertos en violencia juvenil explica: ‘Los niños expuestos a la violencia virtual de los medios electrónicos son más propensos a creer que la violencia es un buen medio para resolver conflictos interpersonales. Ellos también son más propensos a creer que el mundo es peligroso y malo y juzgar las situaciones ambiguas como amenazantes... Cálculos aproximados indican que en promedio el niño y el adolescente estadounidense observa más de 10,000 asesinatos, ultrajes sexuales y asaltos por año en la televisión. Esto es un promedio de 24 actos de violencia por día. Los medios hacen de la violencia un lugar común» [La juventud como víctima].

LA DOMINACIÓN MASCULINA COMO UNA FORMA DE VIOLENCIA SIMBÓLICA: «El hombre —dice Pierre Bourdieu— es un ser particular que se ve como ser universal (homo), que tiene el monopolio, de hecho y de derecho, de lo humano (es decir, de lo universal), que se halla socialmente facultado para sentirse portador de la forma completa de la condición humana». Y, a pesar de las corrosiones históricas que ha sufrido, la ideología patriarcal se mantiene incólume y preservando las distinciones egocéntricas y reproduciendo los ancestrales esquemas de dominación viril y de la supremacía masculina, muchas veces llevada a consecuencias extremas. Y, como advierte Bourdieu en «La dominación masculina», pues «el hombre de honor es por definición un hombre, en el sentido de vir, y todas las virtudes que lo caracterizan, y que son indisociablemente los poderes, las facultades, las capacidades y los deberes o cualidades, son atributos propiamente masculinos. Es el caso del nif, el pundonor, que tiene lazos evidentes con la violencia heroica, el valor belicoso y también, de manera muy directa, con la potencia sexual».

No hay que olvidar que, desde la perspectiva freudiana, se tiene a la mujer como una «criatura mutilada» y acosada por el vengativo «superyó» del padre castrador (hipótesis freudiana pone en evidencia la agresividad hacia la mujer). Y, no obstante toda la candidez con que se encubra el falocentrismo, o se alegue que las reivindicaciones feministas lo han socavado, goza de viabilidad en el seno del sistema y ejerce una considerable influencia en instituciones, gobiernos, organizaciones y agrupaciones sociales. «No se puede pensar de modo adecuado esta forma particular de dominio —refiere Bourdieu— más que a condición de superar la alternativa ingenua de la contención y el consentimiento, de la coerción y la adhesión: la violencia simbólica impone una coerción que se instituye por medio del reconocimiento extorsionado que el dominado no puede dejar de prestar al dominante al no disponer, para pensarlo y pensarse, más que de instrumentos de conocimiento que tiene en común con él y que no son otra cosa que la forma incorporada de la relación de dominio».

GOBIERNO, VIOLENCIA Y DEMAGOGIA: Como un órgano de control social y jurídico, el estado tiene asignada una función hegemonía que se bifurca en poder persuasivo y poder disuasivo. Por mandato constitucional, y en su forma concreta de entidad reguladora de gobierno, el estado detenta en forma exclusiva el monopolio legal de la violencia. Por tanto, se erige como depositario de una fuerza coercitiva que despliega sobre una jurisdicción territorial determinada, coacción que aplica a través del ejército y la policía, un «grupo de hombres especializados en el empleo de la represión», como anotara Federico Engels. Con relación a las organizaciones criminales, bandas delincuenciales y cárteles de narcotraficantes, los medios de coerción estatal no parecen cumplir con cabalmente con su atribuciones y deberes. El fenómeno de la criminalidad no puede considerarse como un problema marginal.

Los grupos delictivos operan impunemente al margen de toda acción punitiva y sustrayéndose de la coerción persecutoria del aparato represivo. Del ineficaz resultado parece deducirse una protección o, bien, una alianza del gobierno y las corporaciones criminales. «En la luchas actuales, dice Antonio Gramsci, ocurre con frecuencia que una máquina estatal debilitada es como un ejército que vacila: los comandos o las organizaciones armadas privadas, entran en el campo de batalla para realizar dos tareas —utilizar la ilegalidad mientras el estado parece permanecer dentro de la legalidad, y de este modo reorganizar el estado mismo». En sus textos carcelarios, Gramsci también explica las razones de la avenencia y laxitud del orden político estatal: «No podía haber 'guerra civil' alguna entre el estado y el movimiento, solamente una acción violenta esporádica para modificar la dirección del estado y reformar su aparato administrativo. En la lucha de guerrillas civil, el movimiento fascista no estaba contra el estado, sino aliado con él» [Cuadernos de la cárcel].

ALGUNOS DATOS DUROS Y LOS COSTOS DE LA VIOLENCIA: De acuerdo con los datos proporcionados por «argenpress.info», Prensa argentina para todo el mundo, se indica que «más de 22 mil personas murieron a manos del crimen organizado y el narcotráfico desde que Felipe Calderón llegó al poder en México en 2006, según el informe de una comisión gubernamental de Seguridad Nacional entregado ayer al Congreso. Según la comisión, en el 2009 se registraron 8.928 muertos, más que en años anteriores. En los tres primeros meses del corriente, según el informe, perdieron la vida 2. 904 personas. Mayormente las víctimas del narcotráfico se registran en las ciudades fronterizas con EEUU tales como Chihuahua, Sinaloa, Guerrero, Baja California y Michoacán». [http://www.argenpress.info/2010/04/mexico-mas-de-22-mil-victimas-del.html]

Recurriendo a las fuerzas castrenses y corporaciones policiacas, el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa emprende su lucha institucional contra las organizaciones criminales, responsable de hacer cumplir el estado de derecho, sus estrategias han resultado ineficaces para contrarrestar situación de inestabilidad e inseguridad que ha provocado la violencia a lo largo y ancho del país. Pese a masivo despliegue de fuerza armada, el crimen ha incrementado y cada vez se vive con más incertidumbre y miedo. Las autoridades son corruptas, oportunistas y sus representantes son incompetentes, sobornables, solapadores y hasta cómplices de la delincuencia. Por ende, su lucha es inefectiva, estéril y vana. Y, ahora, si presidentes, gobernadores y secretarios de estado han dicho que es una prioridad combatir y erradicar los altos connatos de violencia criminal, el gobierno parece no tener voluntad política para erradicar o inhibir las acciones criminales. Sea «Alianza por la Seguridad», «Convenio por la Seguridad, la Justicia y la Convivencia Social en Baja California» o «Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad», dichos planes y programas para hacerle frente a las mafias paramilitarizadas, si bien es cierto, y por comprobadas evidencias empericas, parecen ser sólo transverberaciones de pantalla, actos de simulación y propaganda para encubrir el un control mediatizado; discursos oficiales plagados de contradicciones y mentiras, puesto que hay una oculta complicidad gubernamental en los negocios delictivos. «Los dirigentes e integrantes de los cárteles —escribe Marta Lamas— han tejido alianzas familiares y económicas, que se han traducido, por un lado, en una fuerte corrupción de funcionarios y de ciertos mandos de las fuerzas armadas y de la policía, y por el otro, en una bonanza económica en distintas poblaciones, muchas de ellas olvidadas por el gobierno. (sic) Hablar de guerra contra las drogas es pura retórica política para intentar calmar la angustia e impotencia que siente la ciudadanía» [Mi guerra perdida, Proceso #1666, 5 de octubre de 2008].

Las aseveraciones ya expuestas se corroboran con algunos datos duros, como fue el caso del general Jesús Gutiérrez Rebollo, el excomisionado del desaparecido Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD), y a quien refundieron en la cárcel de Almoloya de Juárez porque investigaba a generales de la SEDENA que estaban involucrados en el narcotráfico y, dicho sea de paso, solapados y protegidos por el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, personaje éste, cuyo suegro contaba con gruesos antecedentes de oprobio. Y, en efecto, Fernando Velasco, señor suegro del presidente Zedillo, era investigado por la DEA; y lo vinculaba con los hermanos Amezcua, mejor conocidos en su natal Colima como «los reyes de la efedrina».

Inmersos también en la complicidad de los trasiegos del narco y el lavado de dinero, son innumerables los personajes y prohombres que se pueden enlistar; digamos que, como botoncitos de muestra, un Raúl Salinas de Gortari, un Diego Fernández de Cevallos, un Lázaro Cárdenas Batel, un Eduardo Bours Castelo, o los panistas y miembros del gabinete calderonista y a quienes se les descubrieron vínculos de negocios con el empresario metanfetaminero Zhenli Ye Gon, específicamente blanqueo de capitales. Lo anterior sin omitir pretéritos casos ya casi empolvados, como el referido a los altos mandos de la extinta Dirección Federal de Seguridad, protegiendo a delincuentes como Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca, quienes portaban credenciales de agentes en activo al servicio de dicha institución. Y si de ominosa injerencia se trata la cosa, cabe destacar aquí a Ismael Zambada, quien —como dice Ricardo Ravelo— «ha mostrado su poderío y su capacidad de infiltrarse crecientemente en las instituciones durante los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón: más de 35 agentes del Ministerio Público Federal adscritos a la SIEDO eran sus empleados, y cada uno recibía entre 350 y 400 mil dólares mensuales por filtrarle información sobre expedientes consignados y averiguaciones previas en curso contra miembros de su organización» [Vínculos García Luna- El Mayo, Proceso #1672, 16 de noviembre de 2008].

Ricardo Ravelo, en un artículo titulado «Hasta lo más alto...» (Proceso #1670, 2 de noviembre de 2008), señala que «policías federales, particularmente de la Agencia Federal de Investigación (AFI), acusan a García Luna de estar coludido con el cártel de Sinaloa desde el sexenio pasado, cuando fungía como director de la AFI». Y don Felipe Calderón no dice ni pío ni miau al respecto. «Los señalamientos de que García Luna sirve a los intereses del narco —agrega Ravelo— han surgido por varias vías, pero de nada han servido pues él sigue en el cargo, a pesar de todo». O sea, a pesar de que ni los guachos ni el clero lo tragan como titular de la PFP. En su libro «Los cómplices del presidente», así lo apuntala Anabel Hernández: «El nombramiento de Genaro García Luna no sólo no fue bienvenido por el Ejército y la Iglesia, sino por los narcotraficantes rivales del cártel de Sinaloa».

En la mendacidad moral, en el cinismo desbozalado, en la impunidad y en la demagogia política se haya la gloriosa deshonra de gobernar un país en descomposición social. Ahora, ¿qué puede argumentar el licenciado Felipe Calderón por el hecho de tener en su gabinete de gobierno a un tipo del calado de Genaro García Luna? Las mismas conjeturas que expondría si acaso le preguntaran porque razón el 95 por ciento de los delitos cometidos en México quedan impunes de castigo. Pero, y considerando que la mayoría de esos actos delictivos son cometidos por agentes o exagentes de las corporaciones policíacas, entonces el asunto de licenciosas conexiones, habidas entre Genaro García Luna y los cabecillas de la mafia trafiquera, son solamente ligerezas que se aceptan sin chistar, defectillos que cualquiera pueda cargar en su existencia.


FUENTES CONSULTADAS

• Alexander Alland JR, El imperativo humano, editorial Extemporáneos, México, 1972.

• Álvaro Guzmán B., Sociología y violencia, documento de trabajo no.7, CIDSE, Centro de Investigaciones y Documentación Socioeconómica, Universidad del Valle, Colombia, 1990.
Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/colombia/cidse/doc7.pdf

• Carlos López Dzur, La juventud como víctima, La Naranja, un blogsite para discutir temas de política y asuntos comunitarios, 20 de junio de 2008. / Disponible en: http://ocnaranja.blogspot.com/

Código Penal para el Estado de Baja California, publicado en el periódico Oficial No. 23, de fecha 20 de agosto de 1989, Sección II, Tomo XCVI.
Disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Estatal/BAJA%20CALIFORNIA/Codigos/BCOD05.pdf

Diccionario Jurídico Mexicano, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, editorial Porrúa, México,
Disponible en file:///G:/DICCIONARIO_JURIDICO_abril_2009/v/violenc.htm

• Nicolá Abbagnano, Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1961, página 1190.

• Pierre Bourdieu, La dominación masculina, editorial Anagrama, Madrid, 2006.

Proceso, ediciones #1666, 5 de octubre de 2008, #1670, 2 de noviembre de 2008, #1672, 16 de noviembre de 2008,

• Raúl Carranca y Trujillo y Raúl Carranca y Rivas, Código Penal anotado, editorial, Porrúa, México, 1999.

• Roberto González Amador, La Jornada, Anuarios 2005, 14 agosto de 2005.

• Vianka Santana, La creación artística en los tiempos de indiferencia, publicado en la gacetilla inserta en el periódico El Mexicano, 9 de noviembre de 2008

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