Facsímil de portada del libro James Madison [Times Books, ed. Arthur M. Schlesinger Jr.: 2002], escrito por el historiador, galardonado con el Premio Pulitzer, Garry Wills. El libro, dividido en tres partes, contiene 13 capítulos, un epílogo que resume su «Legado», notas, bibliografía selecta e índice. El autor Willis posee un Doctorado en Literatura Clásica de la Universidad de Yale (1961).
Por Carlos López Dzur / Fundador de La Naranja de OC
Como otros historiadores que califican a James Madison como «un hombre provinciano, cerebral y levemente lánguido», el autor de esta biografía Garry Wills coincide y se sorprende en torno a cómo «este pequeño individuo, inexpresivo, con bibliotecas enteras en su cerebro», haya podido ser el «Padre de la Constitución» estadounidense y el cuarto presidente de la nación. Este es un lbro sobre las fortalezas y debilidades de su personalidad y los dIversos roles que tuvo antes de lograr la persidencia en 1809.
Es interesante ver al Dr. Wills abordar el tema de este presidente que, a mi juicio, es un fiasco de la democracia. Digo que Willis se fue creciendo, con el tiempo, en la medida en que se puso a estudiar la historia y el quehacer de los presidentes, porque Wills, por si formación como jesuíta, fue un católico anti-comunista en su juventud, protegido por conservadores, y en la década de la lucha por los Derechos Civiles y oposición a la Guerra de Vietnam, terminó siendo un galvanizador de esos procesos y un liberal informado y brillante, al que ya William Buckley no podía manipular. Desde entonces ha ganado premios y ha escrito estudios muy penetrantes sobre George Washington, Thomas Jefferson, John Wayne, y un libro premiado en 1992 sobre
En cuanto a la conclusión, luego del examen que hace sobre Madison. Wills lo juzga como un presidente, sin «talento ejecutivo» y, a lo largo de sus cuatro décadas de servicio en distintos desempeños, como un político «crédulo, inconsistente, ocasionalmente deshonesto, inclinado a oler, o imaginar, conspiraciones ante cuaquier oposición» y, como la mayoría de los sureños de su tiempo, sordo y paralizado ante el problema de la esclavitud. Evalúa a un presidente que, si bien salió de la presidencia con más simpatía que con las que entró, fue «por su complejo carácter, un gran teorizador del gobierno, pero un mediocre practicante de lo que el gobierno es». Madison es del tipo de funcionario, dice Wills, que «desarrolla entusiasmos imprácticos por políticas que no tendrán oportunidad de éxito y que las persigue al punto del desastre».
Su administración presidencial fue de desastre en desastre y, siendo su «bautismo de fuego» como presidente, el primero en confrontar una guerra (la Guerra de1812 con los británicos) se creció, evitando su derrota, y no cedió a presiones de estrechar la Consttución ni de abolir o interferir con las libertades civiles. No obstante, Wills destaca las razones por las cuales no estuvo «temperamentally suited to be a wartime President», ni sabía qué hacer con asuntos de seguridad interna y las relaciones entre el Congreso y la independencia de lo militar.
Wills nos narra en torno a un presidente tan provinciano que tenía aversión a viajar fuera de su querida Virginia, con la consecuenca de que lo hizo equivocarse grandemente en torno a los británicos en tiempos de la Guerra del 1812.
James Madison, Padre de la Constitución, aunque celebrado como un pilar de la democracia, es un hombre que no cree en la amplitud de ese concepto. Diría que es un demócrata hipócrita, parcial y, en el fondo, un aristócrata o plutócrata elitista. Y se podrían citar sus discursos para evidenciarlo.
A pure democracy is a society consisting of a small number of citizens, who assemble and administer the government in person. [«Una democracia pura es una sociedad que consiste en un pequeño número de ciudadanos, que se reúnen y administran un gobierno en persona»].
Democracy is the most vile form of government... democracies have ever been spectacles of turbulence and contention: have ever been found incompatible with personal security or the rights of property: and have in general been as short in their lives as they have been violent in their deaths. [«La democracia es la forma más vile de gobierno... las democracias han sido siempre espectáculos de turbulencia y contención: ha sido encontrada siempre incompatible con la seguridad personal o los derechos de la propiedad: y en general han sido de vida corta y violentas en sus muertes»]
Liberty may be endangered by the abuse of liberty, but also by the abuse of power. [«La libertad se puede poner en peligro por el abuso de la libertad, pero también por el abuso del poder»].
En la índole del gobierno constitucional-federalista que Madison propuso, la letra de la ley, lo escritural, tiene primacía sobre el espíritu de justicia. Su mundo es legalísta y rígido, como si el Gobierno fuese una maquina. Un día, antes de ser presidente, ésto se puso en prueba. ¿Y hasta que punto fue él hombre de benovelencia y altruísmo, que se esperaba?
Muchos refugiados franceses, huyendo de la Revolución en Haití, pidieron la ayuda al gobierno estadonidense. Madison que, entonces, servía en la Cámara de Representantes, durante un debate hizo claro que la caridad no es parte de su deber legislativo en el gobierno. [On the Memorial of the Relief Committee of Baltimore, for the Relief of St. Domingo Refugees, 1794-01-10 ] y dijo entonces, su famosa frase: «Yo no puedo colocar el dedo en ese artículo de la Constitución que otorgó un derecho al Congreso y gastar, en objetos de la benevolencia, el dinero de sus constituyentes». [Annals of Congress, House of Representatives, 3rd Congress, 1st Session, page 170 (1794-01-10) .El gasto, o donativo en cuestión, sería para un grupo de refugiados franceses que huían de la Revolución en Haití. Para que no se diera ni un centavo, el gobierno de los Estados Unidos, a su juicio, ya había sdo definido, como uno limitado a objetos específicos y la caridad no sería parte del deber legislativo del gobierno.
No obstante, Madison parece inconsistente cuando hablara del papel de la consciencia y la relación con los mandatos divinos. Unos de los cuales son la caridad y la misericorda. Primero, él explica que «la conciencia es la más sagrada» de todas las propiedades; «otra propiedad que depende en parte de la ley positiva», y cuyo ejercicio «es un derecho natural e inalienable». Mas parece que la misericordia no es parte de la consciencia del gobierno que propone. Su gobierno tiene que ser un mecanismo, o instrumento neutral. Mas si es así lo que escribiera en un periódico de su época, no tiene sentido.
Para proteger la casa de un hombre como su castillo, para pagar deudas públicas y privadas con la fe más exacta, (la Constitución) no puede dar el derecho a que se invada la conciencia del hombre, que es más sagrada que su castillo, o retener la protección para lo cual la fe pública es prometida por las condiciones naturales y originales del pacto social».
Así en un artículo sobre «La Propiedad», lo expresabe en The National Gazette, el 29 de marzo de 1792. Pero ese hombre, teorizador de Constituciones y federalismo, quien dice «durante casi quince siglos, el establecimiento legal de la Cristiandad estuvo en prueba, ¿cuál ha sido su fruto? Más o menos en todos los lugares, el orgullo e indolencia en el Clero, la ignorancia y servilismo por dejadez, la superstición, el fanatismo y la persecución», ese hombre no cree que el Gobierno deba abrir espacios de filantropía y protección del perseguido.
El pensamiento madisoniano me parece hueco y retórico, extremadamente superficial cuando uno lo compara con el pensamiento europeo de su época. Aún más, hipócrita. Recuerdo esta carta que escribiera a William Bradford:
A veces he pensado que no podría haber un testimonio más fuerte a favor de la Religión o contra Placeres temporales aún para la mayoría racional y varonil que son hombres que ocupan los departamentos más honorables y gananciosos y suben a la reputación y la riqueza, que declarar públicamente su insatisfacción que llegar a ser Abogados fervientes en la causa de Cristo y deseo que usted pueda darme evidencia en esta manera. Tales casos han ocurrido rara vez, por lo tanto ellos más estarían estremecidos en vez de ante una Nube de Testigos» [Letter to William Bradford (September 1773), citada en The Lustre of Our Country: The American Experience of Religious Freedom (2000) por John Thomas Noonan, p. 66].
Mas no se vaya a creer que en sus Papeles Federalistas él pretende un goberno imparcial, sin favoritismos. El eligió a sus favorecidos. Son la clase propietaria:
El hombre, poseedor de la riqueza, quien se solaza en su sofá o lo mullido de su coche, no puede juzgar las necesidades o los sentimientos de quien trabaja cada día. El gobierno que significamos para erigir debe ser pensado para que dure por siglos. El interés propuesto, en el presente, es predominante; pero en el proceso de tiempo, cuando nosotros nos aproximamos a los estados y reinos de Europa, cuando el número de hacendados será relativamente pequeño, por los varios medios del comercio y manufactura, ¿será el interés sobrebalanceado en elecciones futuras? y a menos que proveamos sabiamente contra eso, ¿en qué nos convertiremos en el gobierno? En Inglaterra, en este día, si las elecciones estuviesen abiertas a toda clase de gente, los propietarios de tierra estarían inseguros. Una ley agraria pronto sucedería. Si estas observaciones son justas, nuestro gobierno debe asegurar los intereses permanentes del país contra la innovación. Los hacendados debe tener su participación en el gobierno, para apoyar estos intereses valiosos, y para equilibrar y verificar lo otro. Ellos deben estar constituídos para proteger la minoría de los opulentos contra la mayoría. El senado, por lo tanto, debe ser este cuerpo y para satisfacer tales propósitos, ellos deben tener permanencia y estabilidad. [Statement (1787-06-26), citado en Notes of the Secret Debates of the Federal Convention of 1787 por Robert Yates].
Dondequiera que radique el poder verdadero en un Gobierno, hay el peligro de la opresión. En nuestros Gobiernos, el poder verdadero radica en la mayoría de la Comunidad, y principalmente la invasión de derechos privados deberá ser aprehendida o controlada, no por actos de Gobierno contrarios al sentido de sus constituyentes, pero con actos en que el Gobierno sea el mero instrumento del número mayor de sus contituyentes. [Letter to Thomas Jefferson (1788-10-17)]
Aún así, él quiere separación de Iglesia y Estado, precisamente, para que los principios de consciencia queden excluídos.
La religión y gobierno existen en la pureza más grande, lo menos que saan mezclados juntos. Un ojo de vigilante se debe mantener sobre nosotros mismos al menos por temor a que mientras construyamos monumentos ideales de Renombre y Bendición aquí, no descuidamos el tener nuestros nombres matriculados en los Anales del Cielo. [Letter to William Bradford (9 Noviembre de 1772)].
Ahondaría un poco más sobre un aspecto en que Wills es generoso con James Madison, quizás dejándose llevar por la pinta de tanta retórica seudo pacifista que le saca por la boca a este santurrón de marras y presidente-constitucionalista de la burguesía. Es el asunto de su desempeño en la guerra anglo-estadounidense, la primera tras la declaración de la república.
Antes de leer esta biografía de Willis, leí el libro The limits of Liberty de Maldwyn A. Jones, interesándome particularmente en la Guerra de 1812, una que en casi 3 años de batallas hizo mucho daño al país y que, prácticamente, fue ganada por los británicos, sin que los EE.UU.obtuviera alguna ganancia, una vez firmado el Tratado de Paz. En esa guerra (de 1812 a 1815), los estadounidenses perdieron 2,600 soldados, frente a unos 1,600 británicos muertos. M. A. Jones explica:
«Madison no era un Halcón de guerra, pero desesperaba por un cambio en la política británica. Puede que tambén temiera que la falta de disposición para ir a la guerra con el fin de afirmar el derecho estadounidense diera como resultado que se le negara ser elegido candiato para las elecciones de 1812. De este modo, el 1 de junio de 1812, envió un mensaje de guerra al Congreso, enumerando varias violaciones. Comenzaba con las levas y seguía citando ela coso a los transportes frente a las costas estadounidenses, el uso de supuestos bloqueos u las extensas restricciones de las órdenes del Consejo. Por último, alegaba que los británicos habían incitado a la guerra fronteriza con los indios. El Congreso respondió con una declaración de guerra el 18 de junio» [Maldwyn A. Jones, Historia de los EE.UU. (1707-1992), Oxford University Press: 1995, p. 99; el título original en inglés fue The limits of Liberty, pero lo leí en traducción]
Ciertamente, no era un halcón y solía discursar teóricamente de los pelirgos de la guerra e inclusive del peligro de solicitar poderes discresionales para manejar tales percances. Veamos cómo titubea y echa mano de ejemplos históricos para pedir cautela:
«En tiempo de guerra verdadera, magníficos poderes discrecionales son dados constantemente al Magistrado Ejecutivo. La aprensión constante de la guerra tiene la misma tendencia para rendir la cabeza demasiado grande para el cuerpo. Una fuerza militar en posición, con el Ejecutivo crecido, no serán compañeros seguros a la libertad. Los medios de defensa contra el peligro extranjero, han sido siempre los instrumentos de la tiranía en casa. Entre los romanos era un imperante adagio para azuzar una guerra, cuando cade vez que una rebelión surgía. A través de toda Europa, los ejércitos mantenidos con el pretexto de hacer defensa, han esclavizado a la gente». [Speech, Constitutional Convention (1787-06-29), citado de Max Farrand en su Records of the Federal Convention of 1787, vol. I (1911), p. 465]
«De todos los enemigos a la libertad pública, la guerra es, quizás, el más que debe temerse, porque comprende y desarrolla el germen de los otros. La guerra es el padre de ejércitos; de éstos proceden las deudas e impuestos; y los ejércitos y las deudas, y los impuestos son los instrumentos conocidos para traer a las mayorías bajo la dominación de unos pocos. En la guerra, también, el poder discrecional del Ejecutivo se extiende; su influencia al tratar fuera oficinas, los honores y emolumentos se multiplica; y todos los medios de seducir a las mentes, se añaden a aquellos de dominar la fuerza de la gente. El mismo aspecto maligno en el republicanismo se puede trazar en la desigualdad de fortunas, y de las oportunidades del fraude, creciente con un estado de guerra, y por la degeneración de maneras y de moral engendradas por ambos. Ninguna nación podría preservar su libertad en el medio de la guerra continua».
Madison está consciente, en cuanto las guerras, traen «disturbio, violencia y abuso del poder», con ellas se entrampan los derechos de la minoría, se producen facciones y tumultos que, tarde o temprano, produce el despotismo. «Si repasamos la historia entera de repúblicas antiguas y modernas, nosotros encontraremos que su destrucción resultadó generalmente de esas causas» [Speech at the Virginia Convention to ratify the Federal Constitution (1788-06-06). Y aún, Madison vislumbra mucgo más, cuando habla de la «desigualdad de fortuna» y el crecimiento de actitudes de fraude en la masa de constituyentes y entre funcionarios de gobierno
Mas preguntemos si este Madison alguna vez hizo algo para evitar violencia y peligros de guerra, o la explotación que origina desigualdad de fortunas y de denegación de oportunidades; preguntemos y evaluemos en torno a él quien, al llegar la República, decía:
«Somos hoy libres substancialmente, pero el día vendrá cuando nuestra República será una imposibilidad. .. Una República no puede establcerse sobre bayonetas, y cuando el día viene, cuando la riqueza de la nación estará en las manos de unos pocos, entonces debemos fiarnos de la sabiduría de los mejores elementos en el país para ajustar de nuevo las leyes de la nación a las condiciones de cambio»,
y, claro está, ¿quién no estaría de acuerdo con ese razonado argurmento? Y tal como lo predijo sucedió. La República era libre «sustancialmente»; mas no todos sus miembros, tras la Revolución y él, que mucho lo pensaba teóricamente, no era capaz de hacer nada. El esclavo podría ser siendo el esclavo y, a él ni le iba ni venía. A él, que sacaba su tiempo para escribir al los reverendo sacerdotes, en torno a la creencia en un Dios Todopoderoso, sabio y bueno, «como esencial al orden moral del mundo y la felicidad del hombre» [Letter to Rev. Frederick Beasley (1825-11-20)], el asunto de la servdumbre del afroamericano no le decía nada en la esfera del orden moral. Y del indígena nativoamericano hablaba como seres incivilizados que si bien tenían que beneficiarse de «planes benevolentes» para su conversión cristiana, por de pronto, eran:
« ... nuestros vecinos aborigenes en la degradación y miserias de la vida salvaje... (sin) una participación de las mejoras que la mente y las maneras humanas susceptibles en un estado civilizado — (merecen por estar) tan lejos como sentimientos e intenciones tal como que me puedan ayudar en el cumplimiento de mi deber...» [First Inaugural Address (1809-03-04)]
El asunto es que, con este teorizamiento alambicado, junto a aquellos también buenos para nada de los Federalist Papers [John Jay y Alexander Hamilton], este co-autor y «Father of the United States Constitution», es más paja que sustancia. Este señor que leía el hebreo, el latín y el griego, con toda su pretenciosa jactancia cultural, fue míope, o sordo, o meramente un charlatán. No que Wills o Maldwyn A. Jones lo digan así, meramente lo insinúan; pero le faltaba un temperamento político de valor, que sí tenía mucha gente en su época.
Una de las cosas que se me ocurre meditar, cuando evalúo los preámbulos de la Guerra de 1812 y el Asunto del Chesapeake-Leopardo («Chesapeake-Leopard Affair»), evento que ls sirve a Madison para declarar la guerra, es lo que Wills refiere como la «Madison's misapprehension about the nature of the British empire». El no pudo entender el grito de libertad que lanzaban los esclavos en Inglaterra. Por ejemplo, unos 10,000 esclavos escapaban de las líneas británicas. En Norteamérica, o donde quieran que éstos escaparan, pensaban que tendrían una oferta de libertad. Un número importante de los marineros (número que se calculó en 11,000 en 1805) entraban en la marina de guerra mercantil de Estados Unidos y eran los veteranos o los desertores reales de la Marina de Guerra británica. Buscaban, sobre todo, una paga y condiciones de trabajo.
La Marina Real inglesa utilzaba su personal para interceptar buques mercantes de Estados Unidos y preguntar por los desertores. Tales acciones disgustarpm al gobierno de Estados Unidos, particularmente después de Asunto del Chesapeake-Leopardo. Este incidente ocurrió el 22 de junio de 1807. La Marina Real demanda a la fragata estadounidense una inspección; pero el HMS en búsqueda de desertores HMS Leopard decide disparar. Ciertamente, es un acto intervencionista inglés; pero, no se debió una iniciativa negociadora, diplomática de Madison, sino que se apresuró a mostrar su poderío con una potencia que le llevaba más ventanja y que tenía una colonia vecina en el Norte canadiense. Los ingleses en Canadá llevaban mejores relaciones con el indígena que las que tuviera alguna vez el inglés dentro de los EE.UU. antes y después de la Repúblicas. Los jactanciosos republicanos de la Democracia Representativa de la nueva Unión nunca supieron unir piezas conciliadoras y uno se pregunta: ¿De qué se jactan entonces si fueron los fundadores de una nueva patria discriminadora?
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