Sunday, March 7, 2010

El comité de Casa Blanca en Puerto Rico


Por Arturo Cardona Mattei / Poeta y escritor puertorriqueño

Una vez más el americano feo coge de tonto al pueblo puertorriqueño. Vinieron a la isla para oír ponencias sobre problemas como: la economía, la salud y la relacion política, que es el germen de la discordia. Nuestra cadena colonial ya tiene 112 años. Este problema lo creó la invasión norteamericana que se dio en el 1898, cuando los Estados Unidos de norteamérica le arrebataron la isla al imperio español en la Guerra Hispanoamericana. Cambiamos de soberanía por medio de un acto de guerra. Así nació nuestro actual problema colonial. Desde ese mismo comienzo el nuevo imperio del norte plantó su bandera, su himno y sus leyes. Desde aquellos días el Congreso norteamericano se hizo dueño y señor de la vida y hacienda de nuestro pueblo.

Inmediatamente, el poder del nuevo amo se dejó sentir escribiendo nuestro destino en piedra. Se nos arrinconó como un territorio no incorporado. La colonia advenía a nuestra vida política. Desde ese instante se le ponía una enorme piedra de tropiezo a las aspiraciones de aquellos puertorriqueños que pretendían convertirnos en un estado de la Unión norteamericana. Aquel grito de desesperación ha ido aumentando hasta llegar a nuestros días. Ya van 112 años de una lucha titánica para ponernos el traje de la estadidad. Año tras año los anexionistas hacen lo indecible para convencer al Congreso de su gran patriotismo y lealtad. Pero el amo sigue con los ojos y oídos cerrados a esas plegarias acéfalas.

Este es el cuatrienio de oro -2008/2012- para las fuerzas anexionistas. Tienen en sus manos todo el poder político necesario para ir a Washington a pedir la estadidad. Hablan de poner en práctica el Plan Tenesí para obligar al Congreso a darnos la estadidad. Son tontos soñadores que han inventando un sinfín de tretas políticas para vendernos a precio de quemazón. Su arrodillamiento ante los americanos es una virtud. Están dispuestos a renegar de todo lo que sea puertorriqueño a cambio de que nos acojan en su santo seno. Tienen entre ceja y ceja que el vivir sin ellos en este mundo sería la desgracia más grande de este planeta. Si los americanos se esfumaran de este planeta, ellos perderían el oxígeno y morirían irremediablemente. Para ellos, el estilo de vida norteamericano lo representa todo.

Volvamos al comité. Para un problema colonial tan largo y dañino la Casa Blanca envía un pequeño grupo, con rango de segundo y tercer nivel, para recoger el insumo de algo que se ha discutido por muchos años, tanto en Puerto Rico como en Washington. Hay demasiados informes con sus conclusiones, pero el americano sigue durmiendo a pata suelta y con ronquidos de león intrépido. Sencillamente, al americano no le suena nada de bien los violines de la estadidad para Puerto Rico. Esa serenata, nocturna y diurna, no encaja en su pentagrama social, económico y político. No quieren saber ni del güiro, ni del cuatro, ni de las maracas. Esas tontedades culturales de nuestro pueblo son incomprensibles para esos moradores del norte. Para ellos somos una ñapa de territorio, que nada vamos a aportar a sus arrogancias de imperio mundial. Tan siquiera han aprendido a pronunciar nuestra folclórica letra ñ. Por eso no saben comer ñame. Una cosa sí saben: que el anexionismo lo componen hombres y mujeres que son unos ñangotados.

Somos tan poca cosa para los americanos, que solo unas pocas horas se sentaron a oír las quejas de aquellos que se molestaron en llevar sus ponencias. Unas fueron en inglés, otras en español. Temprano en la tarde recogieron sus motetes y dejaron a la audiencia con el deseo de hacer más preguntas y comentarios. Me imagino que las ponencias en español dejaron lelos a esos enviados de la Casa Blanca. Por sus mentes habrá pasado que la idea de un estado hispano dentro del federalismo americano no es conveniente ni necesario. Sí, tiene que haber sido así, pues salió a relucir el eterno dique del idioma español. ¿Cómo así? Pues bien, se trajo a colación la idea de una supermayoría para aceptar a Puerto Rico como estado. Recordemos que aquí el llamado bilingüismo no pasa de un 30%. Los anexionistas dirán que eso es una ñoñería de parte de los independentistas. Pero los americanos no son tan ñocos de sentimientos patrios.

Así de rápido dispusieron de tan insulsas vistas. La Casa Blanca y el Congreso conocen muy bien el oráculo anexionista. Bien saben que tienen un enredo existencial que está tronchando sus corazones y espíritu. Saben muy bien que su patriotismo y lealtad hacía la nación norteamericana reside en sus estómagos y bolsillos. El billete y la comida son su mejor credo de identificación. Con esos valores fatuos jamás llegarán a la igualdad que tanto parlotean.

Señoras y señores, el anexionismo puertorriqueño es una ñoña que no la entiende Washington. ¡Uf!, creo que me he extralimitado en el uso de la ñ. ¡Coño!, creo que ya es hora de quitarnos los pantalones cortos de la colonia y vestirnos con los pantalones largos de la dignidad de un pueblo que aspira a algo mucho mejor.

Caguas, Puerto Rico

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