Sunday, October 4, 2009

El oscurantismo mediático


Por Carlos Fajardo Fajardo / Colombia

Por más indescriptible que sea el holocausto, hay una poesía que puede describirlo, afirma J. M. Coetzee, en referencia al poema Fuga de muerte de Paul Celan, el cual fue escrito entre 1944 y 1945 como denuncia a los campos de exterminio nazi. El desafío es grande. La apuesta poética ante temas tan difíciles de escribir por terribles y desgarradores, es muy compleja ya que une posiciones ético-políticas, a veces plurales y difíciles de definir, con visiones estético-poéticas particulares, por lo regular contradictorias, lo que vuelve paradójico el panorama. He allí el reto: escribir sobre, dentro y desde el horror con un gran ethos y una excelente calidad poética, profundizando en los niveles tanto individuales y colectivos como simbólicos.

Dicho reto se hace más patético en un sistema que gerencia el totalitarismo mediático, provocando holocaustos, ya no sólo como exterminios corporales y raciales sino mentales y simbólicos, convirtiendo en show todas sus formas de autoritarismo. Tal es la esencia del fascismo decía Walter Benjamin: la pantallización, el hechizo y el teatro, junto a la liquidación de las distancias entre política y medios, es decir, la estetización de la política. Las actuales simuladas democracias utilizan dichos procedimientos. Ello ha desembocado en lo que Giovanni Sartori llama la videopolítica, un estupendo y fructífero matrimonio entre política y mass medias, cuyas consecuencias son preocupantes: asumir la democracia como objeto de consumo y desecho; crear una opinión pública dependiente, desinformada y engañada; volver invisible las justas protestas y peticiones de la sociedad civil; promover el desinterés hacia los asuntos públicos y la despolitización en masa, todo ello cantando al unísono con la manipulación y malintención de las encuestas y sondeos de opinión, cuyas preguntas condicionan de una vez las respuestas, produciendo estadísticas falseadas.

Tal es nuestro holocausto mediático; tal la catástrofe ética y moral que el cinismo autoritario produce. «Como resultado del advenimiento de la videopolítica», nos dice Sartori, la opinión pública se ha empobrecido subyugada desde el interior. Para ser digna de su nombre, la opinión pública debe ser espontánea, creada desde el interior (…). Tenemos más y más opiniones que se encuentran en el público pero que no son creadas por este; la mejor evidencia se encuentra en la democracia por sondeo (…). En realidad hay muy poca opinión hecha por el público». Un gobierno que se sostiene a punta de amañados sondeos está construyendo «una forma irresponsable de gobernar». afirma Sartori.

Si algo queda claro cuando observamos el matrimonio política-medios es que se nos ha introducido a un neo-oscurantismo retardatario, el cual se ejerce en nombre de la libertad de expresión. Dicho neo-oscurantismo, eufórico, moralista, sensiblero e inmediatista, se caracteriza por un mediocre perfil intelectual y conceptual. De por sí aplaude y promueve la emocionalidad irreflexiva, el sensacionalismo estridente, una vocación por la escenografía desmedida, el espectáculo de la euforia en línea, pero con una burda doble moral la cual condena, en sus tribunales de inquisición mediática, todo hecho que ponga en peligro la tradición conservadora y sus costumbres. Como tal, la videopolítica asume y asimila las simbologías del deporte extremo: una agresividad del sin límites contra el opositor; un comprobar su energía doctrinaria y sectaria en la competencia por el poder hasta posicionar un individualismo inmediatista, excitado al máximo. Esto está creando grandes masas de adictos a la emotividad agresiva, violenta y fanática. Con ello se tiende al aplauso de todo lo despótico y autoritario. Nada más próximo a una reacción en cadena hacia lo que signifique ruptura, confrontación, cambio de status. El neo-oscurantismo asegura así una larga vida gracias a las siniestras nupcias entre medios, política y estetización.

¿Cómo describir artísticamente esta forma de holocausto y de mortandad mental? ¿Cómo lograr establecer en medio de este mordaz autoritarismo tecno-oscurantista y servil, la autonomía, la lucidez y la libertad de opinión crítica? Recordemos las palabras de Octavio Paz: «la índole de nuestra sociedad es tal que el creador está condenado a la heterodoxia y a la oposición. El artista lúcido no esquiva ese riesgo moral».

Esto plantea los desafíos ético-estéticos de los artistas al cifrar y descifrar las circunstancias de este nuevo holocausto terrible y paradójico. Frente a ello ¿qué nos queda? ¿La negación o la afirmación? ¿El escepticismo o un eufórico entusiasmo? ¿El desconsuelo o la salvación? Queda la posibilidad de que el arte crítico sea una apuesta constructiva en medio de la empresa destructora en masa de la videopolítica retardataria. El arte se muestra, de este modo, como el anverso del neo-oscurantismo al reivindicar su autonomía y un fuerte principio de confrontación. Sin embargo, las dudas sobre las posibilidades reales que tiene el arte de causar efectos en el campo de la vida lo despoja de su fuerza de renovación formal y funcional. Los medios, al relajar la verdadera esencia del arte, buscan que éste mantenga una posición de consenso, aceptación y armonía con lo existente, cuando en realidad su naturaleza se encuentra en el disenso, la controversia y el debate.

Por lo mismo, la videopolítica y el neo-oscurantismo mediático han logrado, en palabras de Mario Perinola, convertir «al público en una especie de tabula rasa extremadamente sensible y receptiva, pero incapaz de retener lo que se escribe en ella más allá del momento de la recepción y de la transmisión». Sin embargo, recordando a J. M. Coetzee, por más indescriptible que se presenten el neo-oscurantismo y el holocausto simbólico-mental, habrá siempre un arte y una poesía de resistencia que lo desenmascare, describa y desafíe.

Texto tomado del periódico virtual
Con-Fabulación

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