Tuesday, December 30, 2008

«Red Hot Lies: How Global Warming Alarmists Use Threats, Fraud, and Deception», de Christopher Horner




Por CARLOS LOPEZ DZUR / Historiador / Editor de OC La Naranja

Entre los presuntos grandes pensadores del Neo-Conservadorismo de Nuestra Era [léase: Michelle Malkin, Thomas Sowell, L. Brent Bozell, Terence Jeffrey, Jed Babbin, David Limbaugh, Oliver North, Pat Buchanan y otros], se incluye otro reaccionario y terco ejemplar de ese extremismo de Derecha, cuya inconsistencia formal en conjunto es negarse a sí mismo como extremista y embustero. Este intelectual, quien posa como científico, es Christopher Horner. Para ellos, en realidad, conservar es lo que para el progresista significaría destruir o desautorizar en el sentido negativo.

Christopher Horner, autor del bestseller The Politically Incorrect Guide to Global Warming (and Environmentalism), es un político que ha tomado la causa del ambientalismo para desautorizarla, desprestigiarla y politizarla. Para cumplir ese cometido, él escribe libros sobre el tema y uno de los recientes es Red Hot Lies: How Global Warming Alarmists Use Threats, Fraud, and Deception to Keep You Misinformed (Regnery Publishing, 2008, 407 ps.). Una hojeada al libro y se capta de inmediato que no es otra cosa que un ataque a Al Gore, ex-vicepresidente en la Administración de Bill Clinton y una queja sobre «implícitas y algunas veces explícitas amenazas de represalia» a científicos (¿quiénes?) y empleados gubernamentales que no creen en políticas sobre el calentamiento («global warming»). Horner acusa a las instituciones del Ivy League de contratar grupos de presión a ese fin y de ofrecerles su prestigio académico para que, con el manto de la objetividad académica continúen su activismo y dejen sin aliento a los que para los medios noticiosos (a los que acusada de estar controlados por la Izquierda).

Horner cree que la prensa es estúpida y se traga todas las «mentiras, distorsiones, encubrimientos y amenazas» que le hace el Establecimiento, cuando son los demócratas quienes están en el poder. Al autor lo incomoda que la industria del calentamiento global crea tener una teoría probada que sirva para que se le ponga presión a la empresa privada o se les quite fondos a los que quieren hacer investigaciones científicas que prueben lo contrario, por lo que alega, paranoicamente, que el gobierno hace listas negras de respetados científicos y destruye las carreras profesionales de éstos.

Horner siente la urgencia de decir que el movimiento ambientalista se oculta tras una careta de filantropía y autosacrificados amantes del planeta Tierra; pero, en realidad, tienen una agenda oculta. Escribe su libro para desenmascarlos, empezando con Al Gore, el censor de quienes disienten el alarmismo que se crea en torno al Calentamiento Global. Horner se llena la boca citando a uno de los ambientalistas de su escuela que dice: «Global warming -- at least the modern nightmare version -- is a myth». No hay tal cosa como «global temperature» ni «U.S. temperature», sólo «weighted averages from adjusted readings from many different measuring stations», dice y es cierto. «Calentamiento global y efecto invernadero no son sinónimos. El efecto invernadero acrecentado por la contaminación puede ser, según algunas teorías, la causa del calentamiento global observado». Pero la verdadera moderación, el por qué no hay frivolizar ni ensuciar el tema con politiquería, como él hace, por razones que son si se ayuda financieramente, o no, a ciertos grupos que están en la industria y que no son los que él favorece, es precisamente que hay industrias de capitalismo salvaje que son contaminante, sólo movidas por la codicia y el lucro y hacen daño al planeta.

Horner se opone esencialmente a la teoría antropogénica que predice que el calentamiento global continuará si lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El cuerpo de la ONU encargado del análisis de los datos científicos es el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés de Inter-Governmental Panel on Climate Change). Y, en adición, se opone a la justicia climática que propuso el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan, cuando pidiera a los países contaminadores que paguen los daños que causan al clima, para que los pobres no se vean más perjudicados.

Para justificar su terquedad y su círculo, Horner se vale de teorías conspiratorias. Ataca a The British Royal Society, interpretando que sus esfuerzos van encaminados a apoyar la agenda del Calentamiento Global, al censurar y hostigar a los disidentes o intimidar a los científicos. Entonces, habla sobre el Gran Templo de la Alarma Climática («High Church of Climate Alarmism») y presenta la debilidad del credo que predice que la producción industrial de dióxido de carbono que la misma Madre Naturaleza produce en mayor cantidad que los humanos es lo que lleva principalmente al cambio clmático. Hay que destruir ese templo, propone Horner, porque las investigaciones relacionadas al clima le cuestan al gobierno federal la friolerera de $6 billones al año.

Chris Horner ataca como mentirosos y creadores de pánico a Al Gore, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, el New York Times y los calbilderos del ambientalismo. El Panel de la ONU está plagado de «anti-energy, anti-capitalist, and pro-government agenda», «vested interests, including global warming pressure-group activists», con el fin de asustar a la gente, «as well as your tax dollars and your liberties», saqueándole los bolsillos y quitándoles libertades. Para el autor, «el ambientalismo ha advenido como una nueva ideología que reemplaza el estalinismo y domina a Occidente». El Templo de la Paz Verde debe derrumbarse. «Meanwhile, there is no climate crisis. In fact, there hasn't been any statistically significant global warming at least for 13 years».

Horner siente tan poco respeto por los ambientalistas que compara la similaridad de sus técnicas con los Nazis y comunistas y hace un llamamiento a combatir este «new ideological cancer» de los «Environuts», la Izquierda Ambienta («Environmental Left»). Niega que vayan a morir los osos polares y los pinguinos. Niega el calentamiento global, aunque haya científicos que digan que, si bien «en los últimos 40 años la actividad solar no ha aumentado, sino que se ha mantenido constante o más bien ha disminuido, por lo que es difícil atribuirle una influencia fundamental respecto al calentamiento global», «el papel del Sol en las variaciones climáticas de la Tierra no es despreciable».

El Dr. Manuel Vázquez, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), advierte: «El factor fundamental del calentamiento global son los gases de efecto invernadero producidos por las actividades humanas, pero las variaciones climáticas actuales podrían estar afectadas en torno a un 15 ó un 20% por la actividad del Sol... Existen evidencias que indican que tras la última glaciación, durante los últimos 10,000 años y antes de que empezase la actividad industrial, las fluctuaciones de la energía magnética del Sol han modulado en gran parte las variaciones del clima promedio de la Tierra. {...} en la segunda mitad del siglo XVII hubo una fase de descenso de la actividad del Sol que concuerda en el tiempo con un periodo relativamente frío de la Tierra, aunque parece que la influencia solar podría afectar más a unas zonas del planeta que a otras... Cuando hay más actividad solar, llega más radiación del Sol, y cualquiera de los procesos citados se intensifica, provocando un calentamiento. Todas estas señales se hacen muy evidentes en las capas altas de la atmósfera, según han demostrado los datos recogidos en los últimos años, pero el gran problema es trasladar esa correlación tan clara de la actividad solar que hemos visto en las capas superiores de la atmósfera a las inferiores, donde medimos el clima». studios realizados, muestran que la década de los noventa, fue la más caliente en los últimos mil años.

Por supuesto, Horner es un oponte del Protocolo de Kyoto, acuerdo promovido por el IPCC, que dice: «[...]La mayoría de los aumentos observados en las temperaturas medias del globo desde la mitad del siglo XX son muy probablemente debidos al aumento observado en las concentraciones de GEI antropogénicas». El protocolo solicita de las naciones que lo suscriben una reducción de emisiones contaminantes (principalmente CO2), pero existen algunas discrepancias al respecto de que el dióxido de carbono sea el gas de efecto invernadero que más influye en el Calentamiento Global de origen antropogénico y el incremento de las emisiones tradicionalmente está asociado al desarrollo económico. Las naciones a las que más afectaría el cumplimiento de este protocolo podrían ser aquellas zonas menos desarrolladas, que suelen ser vertederos de los contaminantes del mundo industrial.

Pese a las discrepancias, los informes del IPCC están considerados «the largest and most rigorously peer-reviewed scientific consensus in history» sobre este asunto científico; respecto a lo que se objeta, más controversialmente, es en torno a quien lleva ganada la guerra de propaganda, si los que niegan la real cientificidad de la teoría climática real, basándose en propaganda de consenso políticamente motivada, o los que son proponentes preocupados por lo que se está viviendo en el mundo. La industria y el comercio están influenciando a todos los científicos no importa si están, o no, en desacuerdo con la teoría del Dióxido de Carbono, relacionada al clima. «Many deniers out there, are all getting paid off by an oil industry conspiracy».

Consideremos, por ejemplo, a Horner, quien es un abogado en Washington, DC. y miembro de un think-tank comercial, Competitive Enterprise Institute (CEI), que está activo en casos y agendas opuestas a la teoría del Cambio Climático. El instituto CEI ha recibido más de $2 millones de la ExxonMobil entre 1998 y 2005. Y el hecho es, contrario a lo que reclama que es, no es un científico. Es un cabildero mercenario de intereses petroleros. «Mr. Horner has no credentials as a scientist». North Pole Melting? No Problem!; pero niega que los polos se esté derritiendo. Niega hasta las cosas más obvias en materia de clima y contaminación, con el cinismo de un mrcenario. Y las propuestas suyas equivalen a meter la cabeza en un agujero en la arena.

No obstante, a tan fácil remedio, las indicaciones en el panorama planetario son las siguientes:

(1) Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial se incrementó mucho la emisión de los gases de efecto invernadero, pero, en ésto, Horner está correcto, no fue razón para una alarma por un posible oscurecimiento global o enfriamiento global. El nivel del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera podría duplicarse en los próximos 30 o 50 años.

(2) Estados Unidos, que produce mayores emisiones de gases de efecto invernadero que cualquier otro país, en términos absolutos, y es el segundo mayor emisor per cápita después de Australia.

(3) «Los economistas también han alertado de los efectos desastrosos que tendrá el cambio climático sobre la economía mundial con reducciones de hasta un 20% en el crecimiento, cuando las medidas para evitarlo no sobrepasarían el 1%. Los daños económicos predichos provendrían principalmente del efecto de las catástrofes naturales, con cuantiosas pérdidas de vidas humanas, por ejemplo en Europa».

(4) En 2008 el gigantesco Wilkins Ice Shelf en Antárctica comenzó a deshacerse rapidamente en el oceáno. Desde febrero, cerca de 400 kms. cuadrados se han desintegrado y los restantes 14,000 kms. cuadrados están sostenidos por menos de 2.5 kms. de hielo. Los científicos dicen que están preocupados por la población de sus pinguinos que están en peligro en un futuro cercano («due largely to climate change»). Tan alarmante es la situación desintegrativa de las capas de hielo en los polos del mundo que un estudio reciente por un grupo investigador en la Naval Postgraduate School, Monterey, California, en conjunción con miembros de la NASA y el Institute of Oceanology de la Academia de las Ciencias de Polonia, calcula que el Mar Artico sea puede verse, regularmente libre de hielo en el verano tan temprano como en el 2013. Sin embargo, el charlatán escéptico de Horner, «the so-called climate skeptic», ni viendo ve y mucho menos entiende. En caso de que toda la capa de hielo de la Antártida se fundiera, el nivel del mar aumentaría aproximadamente 61 metros; un aumento de sólo 6 m. bastaría para inundar Londres y a Nueva York.

(5) Según un artículo publicado en enero del 2004, el calentamiento global podría exterminar a una cuarta parte de todas las especies de plantas y animales de la Tierra para el 2050.

(6) En 1984 el tamaño del hueco en la capa de ozono, que se mide sobre la Antártida, era aproximadamente 7 millones de km², hasta 1990 alcanzó los 29 millones de km² (cuatro veces mayor). Desde el año 90, el agujero de Ozono sigue una tendencia a la reducción.

(7) La U.S. National Academy of Sciences dice: «Climate change will affect transportation primarily through increases in several types of weather and climate extremes. Climate warming over the next 50 to 100 years will be manifested by increases in very hot days and heat waves, increases in Arctic temperatures, rising sea levels coupled with storm surges and land subsidence, more frequent intense precipitation events, and increases in the intensity of strong hurricanes. The impacts will vary by mode of transportation and region of the country, but they will be widespread and costly in both human and economic terms and will require significant changes in the planning, design, construction, operation, and maintenance of transportation systems». Where Is Barack Obama's Global Warming Adaptation Plan?




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