Wednesday, December 3, 2008

Groenlandia en camino a la independencia




Por Arturo Cardona Mattei / escritor puertorriqueño

Otro ejemplo más. Otro país que opta por el camino de la soberanía. Otro país que anhela trazar su propio destino político y económico. Groenlandia, la segunda isla más grande del mundo, con una población de unos 57,000 habitantes en un referéndum celebrado hace apenas una semana consiguió un masivo sí, 75 a 54% a favor de la independencia. En 1953 dejó de ser colonia danesa, para convertirse en territorio del Reino de Dinamarca, y en 1979 obtuvo la autonomía interna, con gobierno y asamblea legislativa propios. El referéndum es de carácter consultivo y tendrá que ser ratificado por los parlamentos de Nuuk y Copenhague, pero hay un acuerdo implícito de todas las fuerzas políticas para respetar su resultado. El nuevo estatuto entrará en vigor en junio de 2009.

Mientras, Puerto Rico sigue en la cocina. No logramos trazar un proyecto político que obligue al Congreso norteamericano a acatar lo que el pueblo decida en las urnas. Se nos cae la casa encima, se nos quema el rancho y continuamos con discursos menguados sin esencia. No nos movemos hacia adelante. Seguimos revolcándonos en el mismo lodazal político. Nuestro yugo político es muy largo y pesado. El concepto de independencia nos huele a hambre. Lo definimos como el camino hacia la muerte. Si no vemos la chuleta en el plato lo tomamos como sinónimo de pobreza y carestía. Mientras más montañoso veamos el plato, más nos contentamos. Definimos nuestro progreso por la circunferencia estomacal.

En las pasadas elecciones del 4 de noviembre de 2008, la fórmula de la independencia obtuvo un raquítico número de votos. El diálogo independentista con el pueblo sigue nulo. No hay avance. La fórmula para el crecimiento independentista sigue siendo torpedeada. Peor aún. El propio pueblo independentista no encuentra la solidaridad necesaria para dar un frente sólido que exhiba una unidad de pensamiento. Y algo más. La jerarquía dentro del Partido Independentista Puertorriqueño rechaza cualquier tipo de alianza con otros movimientos independentistas del país. Como que tienen temor a perder la hegemonía de liderazgo que han acaparado por los últimos treinta años. ¿Se habrán contagiado con la enseñanza de la infalibilidad papal? Ya el pueblo resiente el reciclaje de la cúpula dirigente del PIP. Pero no quieren soltar ese monopolio político. Cualquier voz disidente, cualquier argumento diferente es tomado como un acto de traición al partido y la patria.

Y mientras la independencia sigue jalda abajo, el anexionismo ultrajante va ganando altura. Y su meta es conseguir la estadidad a cualquier precio y por cualquier medio. El idioma inglés de pacotilla sigue creciendo municipio tras municipio. Alcaldes poderosos como los de Guaynabo, San Juan y Bayamón montan la caricatura del idioma inglés en las patrullas de la Policía y en los rótulos de calles, carreteras y avenidas. Sería interesante que se entrevistara a algunos de estos alcaldes en el idioma inglés para conocer sus habilidades bilingües. Más interesante aún sería saber cuán duchos son en ese idioma los agentes policiacos. Sería bueno que los pusieran a escribir sus boletos de multa en ese idioma. Y cuando fueran a las cortes, pues bien, que todo el trámite sea en inglés. También sería sumamente deleitable ver por el canal televisivo del gobierno los debates que se llevan a cabo en nuestra Legislatura.

Somos el país de las contradicciones políticas y culturales. Por un lado el anexionismo pretende socavar nuestro idioma español, mientras en Estados Unidos ese mismo idioma va creciendo agigantadamente. Pero la piratería política, por pura ideología, pudiera hacerle mucho daño a nuestra vida cultural. Eso se va a poner a prueba en los próximos cuatro años que vamos a tener de un gobierno que está comprometido hasta el tuétano con traernos la estadidad. Serán años donde la puertorriqueñidad se pondrá a prueba una vez más.

Lo que nadie sabe con certeza, en el caso del español en Estados Unidos, es cuán fuerte van a ser las raices del español en ese suelo extranjero. Hay dos posibilidades. Una, que llegue a ser oficialmente el segundo idioma de la nación. Dos, que la asimilación de las nuevas generaciones hispanas terminen desechando el vernáculo de sus antepasados. Ese fue el caso de los amerindios. Estados Unidos bien pudiera convertirse en un país hispanohablante, pero el nacionalismo cultural norteamericano le va a dar una fuerte batalla. El confrontamiento es inevitable. El mero hecho del número –unos 40 millones de hispanos- no garantiza que el idioma español llegue a tener una presencia predominante en todos los niveles y espacios de la nación norteamericana. Para eso se necesita el poder económico.

Sudáfrica estuvo dominada por siglos por una minoría blanca. Ese mismo fenómeno podría repetirse en Estados Unidos si estos llegaran a ser minoría en el propio territorio donde crearon su Destino Manifiesto. La historia muchas veces castiga.

Caguas, Puerto Rico

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