Wednesday, December 31, 2008

Meditación de Fin de Año





Por CARLOS LOPEZ DZUR / Editor de OC La Naranja

En los días de Navidad, en fecha en que Occidente yergue, con sus festividades, el símbolo del nacimiento del Cordero de la Paz, el niño Jesús como fuente permanente y futura de perdón y amor, los noticiarios irrumpen con la difusión del hecho: la matanza entre palestinos y judíos en la Franja de Gaza. «Tras cuatro días consecutivos de bombardeos sobre Gaza, el balance es de 380 muertos y mil 700 heridos»
EFE / UP y a los bombardeos se une para agravar la situación de las víctimas civiles, «al bloqueo de Israel, falta de energía eléctrica y la contínua llegada a los hospitales de Gaza de heridos en condiciones muy graves». Ibid.

Lo ocurrido echa al traste un compromiso entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con el fin alcanzar este año la paz y patrocinar un «Estado palestino viable junto a Israel». «Desde que comenzó el pasado sábado la operación israelí Plomo Fundido, 400 palestinos han muerto y alrededor de 2,000 han resultado heridos... Por quinto día consecutivo, los ataques de la aviación israelí continuaron en Gaza».
Vid.

Hasta la fecha de julio del 2006, el balance trágico que sujeta a la niñez a los holocaustos de las guerras suma dos millones de niños muertos en los últimos diez años de conflictos armados, según el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. «Los acontecimientos en Oriente Medio nos recuerdan que los niños a menudo soportan la carga más pesada de los traumas físicos y psicológicos de los conflictos armados», dijo Radhika Coomaraswamy al Consejo la Subsecretaria General.

2. El gato y el poeta

En estos días, al meditar sobre esta situación, me he sentido como el Gato Loco de Jaime Sabines. Convertido en un «patrullero de la noche». Pasa la luz diurna y cotidiana, llega la noche, y sigo en un patrullaje meditabundo, en el que pregunto, ¿para qué queremos patrias y territorios? si sacrificamos a la niñez. Matamos en nombre de ideales. Nos burlamos de los derechos de la infancia y pervertimos tales derechos. «Más de 250,000 niños siguen siendo explotados como niños-soldados por grupos y fuerzas armadas en todo el mundo», ha dicho Coomaraswamy. Pienso sobre la imágenes televisadas en 2007, en las que ví niños palestinos, de ambos sexos, con un rifle en la mano y el Corán en otra. Hamas ha promovido la participación de niños en la resistancia. En el Africa, quizás para no morir de hambre, o sucumbir en delincuencia nihilista, el niño apto (que no es todavía un cadáver viviente, por la desnutrición), al que resta un potencial de vida productiva, se une a cualquier grupo. Después de todo, ser soldado es algo condonado por Occidente mismo, aunque serlo sea la oportunidad de morir violentamente, o de matar a otros.

Sabines utiliza el símbolo del gato, recategorizándolo como uno de posibilidades más honestas y públicamente plausibles. El gato no aterroriza ni alborota el cotarro. Más bien, en vigilia, es como una referencia al poeta («animales simultáneos, los poetas»), a los que adjudica el mismo oficio que a su gato loco: «Yo sólo soy un investigador de la noche» [1] ¿Y por qué? «Todos duermen, yo escribo». [2]

El gato loco del poemario de Sabines, leído en noches como éstas, es tanto mi mood, como mi meditación sobre los prejuicios con que actuamos, como entes que se debaten entre lo animal y lo ético, a quienes muchas veces nos falta la sensibilidad verbal y el esfuerzo moral para conceder un valor productivo a nuestras acciones. Un burro de carga ofrece su servicio y, sin embargo, ser burro es una frase de escarnio para designar a otra persona con la que sentimos disgusto o tenemos desacuerdos. Siempre estamos prestos a ver la ineptitud de los demás, a juzgar lo bruto e inútil de lo que no sirve a nuestros propósitos o tratos. A la empleada doméstica, se le suele llamar, para hacerla subalterna no sólo en jerarquía de trabajo, sino en trato afectivo inferiorizador, la gata. Así se la puede mangonear. «Ella me hace los mandados». Es la chalán. Occidente quiere tratar al oriental, al asiático, al minoritario pobre, de esa forma. Como si fueran sus gatos / chalanes / su poca cosa.

Pero yo me imagino que, por su sensibilidad libanesa, Sabines tuvo una visión del gato que, en resumidas cuentas, mienta el imperio de la dignidad sostenida y recuperada. Los ojos del gato son avizores, no ojos de celo y desconfianza. El gato loco de Mal tiempo es el «vigilante del amanecer», no el sujeto aterrador que se pintara en torno a él, desde la Edad Media, para hacerlo un símbolo de un Oriente satánico. Si el gato no brinda confianza es porque no se la tenemos. El se retira, ama su privacidad e independencia. El sabe que su delicadeza física no es la de otros felinos salvajes. El es, con su cuerpecito que parece sin huesos, su agilidad, un símbolo extraño de civilización y magia. Y se cuida. No dudo que Don Julio Sabines, padre de Jaime y su vida en el Líbano, tengan una influencia en esta visión gatuna. «Nació por mero accidente en una población tabasqueña y se crió en el Líbano. Fue un viaje de mi abuela que lo parió aquí; primero se lo llevaron a Cuba... después a México, a Chiapas», recordó Sabines, quien confesó que debe a su progenitor las primeras fábulas y cuentos que conoció. [3]

Políticamente, el gato no es símbolo del petticoat government, cuyo poder se basa en tener a los ratones aterrorizados, por cuanto sus garras felinas juegan a dar zarpasos, reduciendo la libertad de la rata minúscula o más débil. When the cat 's away, the mice will play.

En Egipto, donde el gato fue considerado un animal sagrado, matarlo, aún accidentalmente, podía conllevar la pena de muerte. En la antigua Roma, al representarse como diosa a la Libertad, se añadía como motivo a su escultura un gato a sus pies. Y ésto significa algo para Sabines, quien advierte que pocos son los animales tan renuentes al asedio y al encierro, como son los gatos. Este representa bien a la libertad. Sabines, con la magia de un poema sobre la libertad, describe un gato loco a sus pies. Bien sabe que ese gato ha nacido, no para el menosprecio y la adulación mimosa que pedimos de otros, sino para la libertad. En vano, en un folleto político inglés de 1652, cierto súbdito recordaba al rey, sin pretender impertinencia: «Un gato puede mirar a un rey / a cat may look at a King». Aún así, el adagio predominante de la época fue: «A los gatos les encanta el pescado, pero temen mojarse las garras: all cats lobe fish, but fear to wet their paws». O sea, el gato es indolencia. Según ésto, es más común que alguien, aún el gato, sueñe o codicie lo valioso, o digamos, la posición de poder, que el que hagan el esfuerzo necesario, o paguen con su riesgo, labor o sacrificio, su consecusión. Pues bien, un ojo al gato y otro al garabato.

Sabines nos describe la actitud cotidiana del gato. Parece que su rutina más valiosa comienza al entrar la tarde y termina con su regreso. Observa las virtudes con que cumple las labores que propiamente se le asignan. «Su paso es veloz, su actitud atenta, inquisitiva», escribe Sabines

En cuanto empieza a oscurecer,
mientras la gata se acomoda en los sillones de la sala,
el gato bizco comienza su ronda nocturna:
da doce o quince vueltas alrededor, dentro de mi cuarto,
pegado a las paredes, debajo de la cama,
detrás del buró, con un itinerario fijo e insistente,
luego sale al patio y se pasa toda la noche,
dando vueltas y vueltas, maullando, buscando algo,
alguien, tenazmente.

El paso es veloz, su actitud alerta, inquisitiva.
A las siete de la mañana, más o menos,
se viene a dormir. Y así todos los días.
[4]

En el cuarto y quinto párrafo del texto, se forja una conclusión, con redescubrimiento empático. El gato loco tiene una vida emotiva. «Me preguntaba si sentía prisionero, angustiado, o qué», indaga el poeta. Responde conclusivamente con un reconocimiento más profundo:

Hoy me he dado cuenta que es sólo un oficio:
él patrulla la casa contra fantasmas,
malas vibraciones y extraterrestres.
De aquí en adelante le llamaré el patrullero de la noche,
el vigilante del amanecer
. [5]

3. Como perros y gatos


En este día que preferí patrullar espiritualmente la noche, en espera del Nuevo Año [ojalá que un regreso a un Nuevo Amanecer], alguien vino a recordar que en la Franja de Gaza están los judíos y palestinos en actitud de perros y gatos. Entonces, le serví una copa de vino y le pregunté: «¿Quiénes son los perros y quiénes los gatos?». Haber leído «El gato loco» de Sabines, horas antes, me hizo indicarle que los gatos son adorables y lo fueron para los ingleses y europeos, quienes los llevaron a Europa, desde los tiempos de su contacto con Egipto, tierra donde como animalitos sagrados se asociaban al culto de la diosa Bastet. Ni en Egipto ni en la Europa de aquella remota edad se les habría ocurrido a alguno matarlos ni menospreciarlos. En Egipto, hacerlo era un crimen capital, y cuando el gato de una familia moría, era momificado y la familia entraba en luto.

Con el tiempo, con noches intelectualmente oscurantistas de la Historia, la actitud cambia. En la Edad Media, el gato loco dejaría de ser el símbolo de la representación noble, de la bienaventuranza, o dignidad del servicio en patrullaje de la noche como antesala de la luz. El gato sería la negrura desesperanzadora de la mala suerte, la brujería y el mal. Nada que ver con el gato de Sabines. Para este nuevo estadio de circunstancialidad de la consciencia, el gato contemporáneo es la cordura como debe ser. Es el gato lógico y predecible, por lo que encarnaría la misma propensión a la violencia y la hostilidad que el perro cuando teme. Ahora la comparación es vulgar. Perro y gatos se han igualado en cuanto a seres sacrílegos, aterrorizables por lo nuevo o impredecible. El gato no ve paz ni realiza investigación iluminadora. El gato no es capaz de ver al rey. No mira a los ojos con ternura. Es el animal biológico sin magia, con rutinas salvajes. Sabines no dedicaría a él un poema, siendo tan prosaica, su propensión a la irreflexión sin gracia.

El gato es la bruja transformada una vez que ha asimilado la perversidad de su rival y participa en el poder de dañar por maldad. Esto fue motivo de persecución, cacería y quema de gatos en hogueras. Sin embargo, fue el mismo momento en que el gato ofrecía un servicio. Las ratas abundaron en los pueblos, propagando las epidemias de peste negra. El gato negro fue equiparado con la peste bubónica, el tifus de Oriente, en tiempos de la convocatoria a la rivalidad. Donde yo ubico esta primera escena de disputa entre gatos y perros va más allá de la Edad Media; pero, me acuerdo que hubo un momento en que los marineros ingleses e irlandeses creían que tener un gato a bordo traería buena suerte, era un buen compañero en la tarea de patrullaje en las noches de mar y que las mujeres de estos navegantes de la Edad Media solían tener un gato en casa para asegurar el regreso de sus maridos después de la travesía. De la Edad Media y los gatos negros, los científicos aprendieron que representan una mejor habilidad inmunológica y de salud. Ya no es ésto lo que se codifica existencialmente, asociándolos a la buena suerte. Mas sólo hoy es posible un examen cualitativo, científico, de que los genes que determinan el color en los gatos son luces hacia la idea de que pueden ayudar a luchar contra las enfermedades.

Occidente ya no quiere tener en casa al gato de Sabines, al gato de los marineros ingleses e irlandeses, al remoto gato asociado a la diosa Bastet. El mecanismo pretextual por lo que no lo desea es porque ya no aceptamos lo sagrado, si no es lo que viene de nuestra propia tradición y su miopía. El paradigma cultural de la Edad Media es el deseo de exaltar lo embrujado y destruirlo. El gato es la bruja del presente que viene de la Edad Media como ideología. Al gato hay que oponerlo con una jauría de perros para que luchen uno contra el otro.

3. Los perros


Si hay una algazara entre perros y gatos, como la que se me comentara en torno a palestinos y judíos, si a esa algazara hay designarla como la guerra, por la documentación histórica a la mano, sabemos que data de muy remotos tiempos. Un tiempo que es esencialmente uno en el que el obrar está en discordia con un ideal de perfección y de sentido de lo sagrado. El ser humano, sin utopismo, es el que de la teocracia salta al relativismo heroico y fabrica a los aristócratas y a la soldadesca que les sirve. A mi juicio, ésto va del militarismo hicso a las leyendas de Nimrod y Semiramis. El filósofo Vico en su teoría de los tres estados de la Historia supo que los aristócratas son capaces de convertir a un príncipe en sapo y a sus súbitos en verracos. En cerdos. Lo divino se degrada, como el símbolo de Maat en servicio de los hicsos y cultores de Set, el dios-perro y asesino de Osiris. y la nobleza especulativa se vuelve escoria de los «cursos y recursos». Vivimos en la época, tercer estadio de la historia, en que ya nada se consulta de teja arriba. El perro tiene que ser un perro y el gato, un gato. Esta es la edad de la burla y no hay peor burla que la verdadera. Alguien tiene que ser el perro; otro el gato. En esta época, de jerarquías sin magia, decir los defectos es intensificar las enemistades.

El gato loco de Sabines, en sus rondas nocturnas, siempre buscaba algo tenazmente. Maullaba por su misterio, siempre algo más allá de él, como si supiera que hubo una época en que tuvo un rango sagrado y divino, su dignidad misma. El no se resigna a que sea visto como un chalán de los cursos y recursos de Vico. El sabe que es el gato que mira al rey, pero, puede que no tenga el empeño feroz de igualársele y tener su poder, porque a los gatos ya no se le asigna un color de éxito. Más bien, se le utiliza para jugar la última peseta cuando entre tahures se juega la cuculí. Los gatos, como los perros, se echan la gloriosa, jactándose de sus hazañas de guerra, aún cuando anden inquietos sin saber qué hacer, como gallinas con la culequera.

Aún así, si el gato de Sabines es el poeta mismo y su función, si el gato es «el patrullero de la noche, / el vigilante del amanecer», aún en este tiempo de cinismo y jactancia, el gato seguirá siendo lo mismo que ese Cordero de la Paz que desafía la rutina inútil por algo mayor que jugarse la última peseta entre tahures. El perro, sin embargo, es luctoso y temible en cierta forma que el gato no lo es.

Tuve que hablar ante mi amigo que ama los «cursos y recursos» de Giambatista Vico, siendo que equivale a perros y gatos con la misma cubichería y chiste al evaluar las reyertas y los alborotos. Es interesante el hecho que de que Bastet, la diosa pacífica, representada como gato, si se enfada, se transforma en una mujer con cabeza de leona, asimilándose a la diosa Sejmet y, algunas veces, es mucho más violenta que ésta. Puede ser tierna o feroz; casi siempre es benévola. Por lo que se le adora, como hija de Ra o Atum, protectora de Hathor o Tefnut, es por el agrado que siente cuando los humanos bailan y tocan música en su honor. Se dice que su misión fue «proteger el hogar y simboliza la alegría de vivir», siendo la deidad de la armonía y la felicidad. En términos cosmológicos, representa la personificación de los cálidos rayos del Sol y los aspecto pacíficos de diosas peligrosas como Sejmet, que expresaba las cualidades maléficas del Sol. «Como ojo de Atum, estaba asociada a la Luna y protegía los nacimientos y a las embarazadas de las enfermedades y los malos espíritus». En los Textos de los Sarcófagos, se le honra de un modo que uno puede recordar al gato loco de Sabines, cuando se desvela por conocer las rondas nocturnas y su regreso: «Bastet ... está ahí para guardarte hasta que la tierra se ilumine». Bastet, la diosa-gato, tiene una función didáctica y doméstica: «Mi madre Bastet me ha criado, la que vive en Nejeb me ha educado», declaran los textos faraónicos.

El perro, siendo sagrado por igual, es otro cantar, según la percepción de los egipcios. Los faraones mandaban a buscar lebreles de tierras lejanas con atención a que fuesen ágiles y armoniosos. El dios Set fue comparado con un lebrel de cola enroscada; pero la iconografía y sociología del perro en Egipto se ha asociado a lo sangriento de la cacería. Sejmet la castigaría. Fracasaron en tratar de domesticar a lobos y chacales; el perro llega por sustitución. Galgos y sabuesos son excelentes para la caza de gacelas, antílopes, liebres y otras presas. La geografía egipcia, no siendo rica en fieras como leones o tigres y otros felinos de gran tamaño, permite que crueles molosos se utilicen sólo para el combate en las guerras. Enrique L. Fernández De Vanna, El perro en el antiguo Egipto

Los griegos vieron a la diosa solar Bastet y su aspecto guerrero, como una leona con la piel verde y la asimilaron a la diosa lunar Artemisa. De los perros, admitieron sus aspectos infernales. Son chacales carroñeros. Sin embargo, Bastet se relaciona con uno de los ciclos de la transfiguración del rey, como vigilante junto con Osiris. Este es el rey que el gato realmente mira, según un folleto de 1653 cuando se dice, como ya citamos: «Un gato puede mirar a un rey / a cat may look at a King». Y, en cuanto es al verdadero Rey al que mira, siempre hay la posibilidad, de que la lucha entre gatos y perros sea una lucha entre quien sabe ver al rey auténtico y uno que sólo es amaestrado para atacar, domesticado para cazar y derramar sangre, y no necesariamente proteger. Esta es una diferencia básica: el perro pelea por un amo; el gato pelea por el rey que encarna en sí mismo, su divinidad. Ser o ver el Rey es ver la posibilidad de un hombre perfecto: un hombre que será dios, como el faraón. Los judíos hablan de éste como el segundo-Rey, como el mayor y primero de los Reyes es espiritual.

4. ¿Quién es perro y quién es gato?


Como parte de la nueva edad en que todo debe verse como cursos en la historia, ya que la Historia es nuestra única realidad o vida empírica, nuestros únicos recursos, la ley que favorece es para los perros. Dice la psicoanalista Milena Llop, que el gato contemporáneamente evoca la indeterminación. El gato es símbolo de evasión de lo real y, por tanto, en la vida recursiva, es inútil y prescindible. Diccionario de simbologías / Interpretaciones de Milena Llop. No hay felinos a los que valga adscribirles la tal santidad benéfica que se dio a los gatos, cuando estaban asociados a Bastet. Ni siquiera hay lo que Sakya Muni, o cualquier Buda, llamara los «perros celestiales» o «perros de la felicidad», emblemas de valor y energía como complementos indispensables de la sabiduría. Los mitos del Lejano Oriente que se asociaron a los complementos indispensables de la sabiduría, hoy son Gárgolas para el amedrentamiento.

Por el contrario, los perros son los símbolos activos de las sociedades de hoy. Cuando se le juzga «el compañero más fiel del ser humano», no es que siempre se crea que es una criatura inocente; en él no hay evasión ni indeterminación como en el gato. La amistad y la fidelidad del perro es más obvia; pero también su peligrosidad, porque «puede comportarse con rudeza, incluso como un fiero enemigo», como dice M. Llop.

Los gatos son demasiado espirituales para un mundo empírico. Son como adornos biológicos. Evocan el valor de una flor o una delicadeza viva. Contra ellos se puede azuzar el perro y saber que el gato llevará las de perder. No tienen la fortaleza de una jauría. Por eso es que los perros de Buda o de Fo ya no existen como un símbolo de vigencia esclarecedora y útil, mucho menos como símbolos del Cielo o la Felicidad. Con una partida de gatos, no se puede perseguir ni nada ni a nadie. Hoy los gatos no sirven ni para cazar ratones y formar el petticoat government.

Examinemos la moderna iconografía del perro, hoy que es profana y, en mucha medida, concupiscente. Si el deseo es la causa de los males, el deseo concupiscente es la huella del perro, su trayectoria y lo que se place en rastrear con su olfato. Muy distinta es la simbología del gato, la que mienta la sabiduría, la música y el baile, el cuidado de las embarazadas, los misterios de la armonía y la calidez de la luz solar. Bastet, en realidad, no fue rival de nadie, porque la misma, diosa guerrera Sejmet fue uno de sus aspectos. «No hostilices a quien desea ser libre y ayudarte, enseña Bastet». A la parte gatuna de la psiquis, como estado libre de placer y dolor, hay que respetarla. Dejarla ser. Con el perro, en contraposición, lo que fuciona es utilizarlo en su fuerza agresora, como una herramienta de protección si tenemos enemigos y de hostigamiento para que a su vez seamos los represores del enemigo que desafía nuestra fidelidad a los ideales adoptados. Mas gato o perro, en cuanto a los aspectos amenazadores del arquetipo, dicen al hombre y la mujeres de todas las épocas: somos capaces de traicionar el conocimiento y la libertad, que son las únicas herramientas verdaderas para eliminar el dolor y el deseo conscupiscente del que Buda hablara en su retiro en el Monte Gayá cuando diera el Sermón de Benarés.

En el estadio de los cursos y recursos, la era del perro significa la afinidad contemporánea, no con perseguir lo que se le escapa, lo evasivo que obsesiona al gato, sino la misma «angustia que padecemos por no poder alcanzar un ideal quimérico o imposible». (M. Llop) Esto convierte a la criatura humana en un ser obseso con la persecución. No se interesa por lo búdico o celestial, porque ya se ha dejado de creer en ello. Aunque, casi siempre, el hombre-perruno se muestran públicamente alegre y despreocupado, como los cachorros, en su psiquis hay una contradicción. El pesimismo. Los pueblos perrunos ven problemas por todas partes. Todo lo que, desde el pasado, indique la necesidad de pensamiento y espiritualidad, hay que convertirlo en juego y diversión de modo que sienta la confianza que le falta frente a los peligros materiales o psicológicos. El perro es el activo supresor del psicopompo, o ese mensajero de nuestras profundidades vitales. El perro-guía, en cuanto espiritual, se debilita en Occidente para cumplir las funciones pragmáticas y empíricas de la vida como un medio o instrumento, no como un fin.

En la sociedad perruna, el tipo de dirigente que se yergue niega que hay recursos escondidos en su interior más profundo. Con el olfato se rastrea en la externalidad, no hacia dentro del microcosmos del Alma. En la mitología del carácter que el hombre / mujer / quiere para sí, como su justificación del gozo vital y una direccionalidad para su mundo, las prioridades son un sentido elevado del humor, lealtad incondicional (aunque el servicio a tal lealtad sea en favor de lo equívoco), se clama por las personas sinceras, directas e inteligentes, donde la inteligencia es mecánica, no interior y, sobre todo, se pide pasión por las ideologías de justicia y de trabajo.

Esto último es soberanamente cierto. Por el trabajo, el dirigente perruno exhorta que se produzca fervorosamente. Hay que abrirse camino en la vida con tenacidad y ser un infatigable jornalero. Y, siendo así, hay que olvidar al perro místico de Fo / el Buda entre los chinos / y del Sermón de Benarés. El perro que sea perro para que trabaje como perro, juegue como cachorrillo y sea fiel como el mejor amigo del hombre.

El perro mitológico y sagrado, cuya función fue la simbólica protección de la entrada de templos y tumbas [«con el fin de amedrentar a profanadores, demonios y otros espíritus del mal»: Juan de la Torre Suárez], ya no sirve. El que fue guardián del umbral de la vida y la muerte, como el Can Cerbero en la entrada a la caverna, en el tránsito hacia los Avernos, ya no es una imagen estimulante para la nueva imaginación de una sociedad en que la agresividad es más útil, siendo que el entorno de los vivos está lleno de peligros e hipopcresías, i.e., gente que esconde su juego tras una apariencia de simpatía mientras que no desea ningún bien. Tarde o temprano, paga con traición. El perro agresivo, como símbolo de los dirigentes escépticos, muerde y ataca antes que sea él la víctima. En vigilia o como recurso para tomar conciencia personal, el carisma estará en reconocer que la historia es croceana. Esto es, la única realidad y no hay tal cosa como brujas convertidas en perros, o perros aullando a la Luna, o perros guardianes de Ultratumba. Los enemigos son los que no vacían su costal para revelar lo que tienen callados. Este es el por qué les gusta lo que llaman «jugar limpio», ir al grano, mostrar los colmillos.

Y siendo tales las cosas que teme, o lo disgustan, el perro puede ser el recurso del gran represor. Muerde a quien lo desafíe y no se ajuste a la condición de cómplice de un instinto tácitamente agresor y una mentalidad directa. Al perro-humano no le gusta ser el penitente reconciliado, prefiere ser el enemigo frontal y que la Inquisición no le ponga un capotillo de dos faldas. Cuando me enfrento a estas imágenes, ¿en quiénes pienso como los perros? ¿En quiénes como los gatos?

En esta parábola social que ha quedado formulada sobre la lucha entre perros y gatos, la construcción verbal es la siguiente. Hay, independientemente de cómo sea definido el espíritu, una espiritualidad. Sabines la señala con el símbolo de su gato loco. La necesidad vital por una orientación personal absoluta hacia el espíritu, con desapego o no hacia los asuntos sensibles, es lo felino. La espiritualidad felina es como la mística «ama y contempla». Se acomoda a los pies de lo amado. Y no reflexiona en torno a su conducta. Puede que a Sabines le parezca que su gato loco necesita un siquiatra. Hoy es locura el amor, la paz, la tolerancia. Lo cuerdo es agredir y pagar con la misma moneda de violencia. Cuando el enemigo lo hace, hay crear conjuros anti-terroristas.

La gata Bastet, como proyección arquetípica, sacrificaría su personalidad para ser Sejmet, si fuese el caso. El místico dice a su adorado «aunque no hubiera cielo yo te amara». Su amor es incondicional. «Aunque no haya poderes sobrenaturales», como en el teísmo personalista, la mentalidad felina se lanza a esta experiencia personal y visión del mundo. Lo imprescindible es que hay un rechazo a la inmediatez sensual, a los concuspicente, a lo que Jeremías o Ezequiel llamaría la idolatría y la perversión. No es que el gato místico, esa chispa de luz y alma, que Bastet representara en Egipto quiera negar una realidad tangible. De lo que se trata es de explorar desde el alma las formas vinculantes al universo, la relación entre el tiempo y la eternidad y aún la entrada a los tres mundos, a la Tierra, al Mar y al Cielo.

Esa mentalidad felina, que con los egipcios se asocia al verdor solar, la potencia fertilizante, es rescatada por la Abadesa de Bingen, la Sibila Renana, Hildegarda (1098–1179) en la Edad Media, antes que por la Inquisición religiosa pervirtiera los símbolos. Ella habla, por ejemplo, sobre la «Veriditis... como la fuerza germinante y creadora que lleva a plenitud los diseños de la semejanza. Es el color verde en tanto principio de vida, crecimiento y fertilidad que sale del poder creador de Dios. El alma es la potencia verdeante del cuerpo» María Raquel Fischer. En su ensayo Hidelgarda y las beguinas: Una Historia Lejana y Actual, M. A. Fischer, nos explica como Hidelgarda hace una «celebración cósmica en lo que sería hoy la culminación de un movimiento ecológico». Nos presenta su anticipo a la «medicina homeopática» ya que «pondera su concepción de la salud como equilibrio de fuerzas». «La enfermedad por ejemplo no es tanto un alteración patológica cuanto una interrupción de la corriente vital que circula por la buena creación. El restablecimiento viene por la simpatía, el acompañamiento y la compasión con el que sufre... La preservación de la salud es una tarea cotidiana de vigilancia». La armonía se recupera a través de la música. Se ocupa de la melancolía y su tratamiento con las plantas y sus aromas. Ibid.

Hay, además de estos aportes de la mística renana-flamenca durante los siglos XII-XIV, las seguidoras de Hildegarda. Paralelamente, más antiguas enseñanzas sobre del misticismo judío, en particular, la experiencia que en el Zohar se denominara la Ijudá ilaá: la divinidad suprema es nuestra fuente primaria de conocimiento. Hitbonenut nos refiere a la meditación. Nos habla sobre el Atzilut que existe dentro de nosotros, aunque no se revela directamente. Si bien el mundo espiritual judío es un olam, alusión que, en su raíz hebrea, significa ocultamiento, el mundo como sociedad concreta no se descuida. Para la vida cotidiana y las relaciones mundanales, se propone la Tzedaká (caridad a los pobres o a alguna una institución). Lo místico-mágico, lo que proviene de lo Alto y lo Oculto, quiera o no el opinante miope, es práctico. Nos cuida, vigila la noche de nuestros pavores, provee para la Madrugada.

Pero el hombre-bestia que, siendo tal, hipócritamente, todo lo formula en términos de prácticas culturales y una pretendida comprensión intelectual, no aporta a una espiritualidad laica ni a una intuitiva. Si religión es la fuerza. El día que el hombre repudió al «perro de la felicidad», se condenó a sí mismo. El se hizo un lobo para el hombre, que es peor que ser un perro. Y, en consecuencia, se inmiscuye con el gato en afán de exterminarlo.

5. Entrenamiento de perros para la guerra


Aunque desde el 27 de diciembre, el Estado de Israel saludó la Navidad del mundo con una burla a la santidad benéfica del Cordero de la Paz, con un atropello al símbolo arquetípico de lo felino y soltó los perros de la guerra, entiendo que estas novedades («kriegsnoveliens») no dicen nada nuevo. Nada que ya no sepamos. Set, hermano celoso de Osiris-Horus y quien es descrito, además de ser su antagonista, como «improductivo habitante del desierto» (Sergio Fuster), marcó el cambio desde una edad remota. Y Set es el imperio maligno del perro, o cuando no, el primer representado con «la cabeza de un animal no identificado parecido a un cánido». A este Set, se asocian un dios del rayo y la tormenta, el Baâl (cananita), el Reshep (fenicio) y el Tesud (hitita). En cuanto a su asociación con el dios Resef ('Relámpago', correspondiente al Reshep de Biblos), el vínculo proviene de los textos judíos, que lo refieren como una personificación de la muerte. Dice el profesor Fuster que «los Targúmenes arameos de las escrituras judías también identifican a Set con Baâl Zefón». Mas lo que, realmente, nos importa es que no es Egipto autóctono quien enalteciera a Set, descuartizador de Osiris. El dios Set de Avaris, adorado como patrono benéfico de los pueblos semitas, es una importación.

Con los hicsos, esa visión religiosa setiana invadió el Delta egipcio durante el Segundo Período Intermedio. «El pensamiento religioso de los antiguos egipcios» no necesitaba de tales sincretismos ni influencias, «no tuvieron necesidad de traer cultos extranjeros a su país. Sin embargo, cuando temporalmente se encontraban en Siria o Nubia, parece que eran dados a adorar divinidades extranjeras; incluso las relacionaban con sus dioses nativos». Sergio Fuster: Sobre la naturaleza y la iconografía de Set de Avaris, el dios de los Hicsos

El Set de los hicsos es parte de un dominio cultural y material sobre Egipto que duró por cerca de cien años. Se inició como una migración paulatina y se transformó con el tiempo en conquista militar del territorio egipcio. La egiptóloga Teresa Bedman habla de los hicsos como un pueblo de mayores avances tecnológicos que le dieron la ventaja dieron la ventaja táctica para su dominio «a saber: la introducción del arco compuesto, la armadura de escamas de bronce, las dagas y espadas curvas de bronce, la utilización del caballo y los carros de guerra (al final de su reinado)», tecnología desconocida por los egipcios. El uso intensivo del bronce contribuyó a una ventaja militar decisiva. «La fuerza militar egipcia consistía esencialmente en la infantería, armada con hachas o lanzas y escudos». La casta militar invasora, si bien tuvo la fama de «feroces destructores que reinaron sin Re», en adición a lo militar, representaron un poder económico y Bedman nos pide cautela al juzgar tal influencia: «No deberíamos seguir viendo a los hicsos como un pueblo guerrero y devastador, aunque hubiera castas militares entre ellos. La mayoría eran comerciantes emigrados por el desplome de los mercados tradicionales de Biblos y Megido; su gran expansión territorial, no se debió a una conquista militar, sino a razones comerciales, y su presencia en puntos tan alejados como Cnosos, Bogazkoi, Bagad, Palestina, Gebelein, Kush y Andalucía, se debe a razones comerciales y económicas». Ponencia presentada durante el VII Congreso Internacional de Egiptólogos, Cambridge,1995.

Pero, esa combinación de tecnología de guerra, comercio y codicia política, es suficiente para explicar la victoria del perro. La victoria del perro es la Victoria de Set. Una mitología entonces nueva se consolidó con la posterior romanización de los pueblos bárbaros, impregnados por la cultura egipcia. Estos pueblos no entendieron necesariamente el corpus regioso y filosófico que arranca de la santidad benéfica de Bastet, pero imitaron lo recibido como inmigrantes en su arte y religión. Y, desde Ramsés III, hay señales sacrílegas y desfiguradoras sobre las doctrinas de Isis y Osiris, gobernante generoso, a quien el pueblo amaba. La reina y esposa de Osiris es la diosa Isis.

Doctrinas mágicas que son, en rigor, superchería, se reelabora basándose en sellos y amuletos egipcios. Y se glorifica al perro, asociándolo con deidades semitas, entre ellas: el Set de Avaris. «En la Enéada heliopolitana, a Set se lo presenta como hermano de Osiris. Sin embargo, en algunas versiones del mito se lo hace hermano de Horus, el aspecto rejuvenecido del sol. Para las estructuras de pensamiento míticas (y bajo una interpretación psicológica), a menudo encontramos que los hermanos son representaciones de pares de opuestos». Pienso que Bedman, discierne al así decirlo el espíritu correcto de la mística egipcia. Y tiene razón al explicar luego en Los hicsos: una nueva visión (1995) que «desgraciadamente la propaganda oficial posterior (sobre todo a partir de la XVIII dinastía), se encargó de difundir todo lo contrario, reviviendo el viejo mito de Horus y Set, identificándose la propia realeza como el Horus victorioso que había vencido una vez más, a Set».

Ciertamente, ésto nos habla de tres características de la mentalidad que burla, desfigura, desinforma y sincretiza disparatadamente la santidad benéfica que se encuentra en el Mito del Orden, esto es, Maat: para la conservación eficaz del orden (Maat): cielo-tierra, Vida-muerte, fertilidad-esterilidad y de Bastet, la diosa gata, que como guerrera representa otra de las caras del Orden cósmico. Estas tres características son: (1) la extranjerización de los mitos, (2) la imposición de un poder económico-militar y (3) la justificación del mal. Una vez el Mito de la Muerte de Osiris está en el centro de gravedad ideológica de los hicsos es posible justificar, aún en el terreno ecónómico y político, la usurpación del Orden. Se dirá que es decreto divino adorar al Dios-Perro, al violador del Maat. «Set practica una clase de mal que es necesario para que ocurra la salvación de los hombres. Si Set no hubiese matado a Osiris, este no conocería los secretos de la momificación y la consecuente resurrección para enseñarla a los mortales».

6. El militarismo: regímenes del perro descuartizador

No. Yo no quiero desacreditar al perro porque prefiera, personalmente, los gatos. Ni tampoco malinterpretar las ambivalencias de Set, como dios mitológico, porque lo mitológico es memoria profunda y arquetipo. Mucho menos a Set, asociado por pueblos semitas al aspecto del rayo y la tormenta, o divinidades cuya interpretación mientan la lluvia (Baâl, Hadad o Tesud) y un conocimiento que necesitamos. Fuster nos recuerda: «Egipto es la tierra donde nunca llueve. Set, amalgamado con alguna divinidad de las tormentas y el fuego relampagueante (desierto-rojo-fuego-relámpago) en una tierra de escasas precipitaciones, implicaría proponer un cambio en su naturaleza». Sobre la naturaleza y la iconografía de Set de Avaris, el dios de los Hicsos. «Estos dioses semitas (o indoeuropeos, como es el caso de Tesud, Teshud)», con funcionalidad es comparable a la del Thor germánico, «eran entidades benéficas, causantes de las lluvias, las cosechas y la abundancia, producidas, en algunos casos, por la muerte y la resurrección del dios», agrega. En algunos momentos del sincretismo, el mismo Osiris «(En la versión del mito, que el ataúd de Osiris va a parar a Biblos, funcionalmente asociado con Hadad Adonis, «aquel que renace del árbol». Esta lectura del mito puede ser bella, no malintencionada, por los hicsos.

Para los egipcios, el rojo era el color simbolizaba al desierto ardiente. Lo que es lamentable es que, por influencia de una cultura de guerra, se comience a difundir la idea falseada de los demonios rojos y que, según ya explicarán Plutarco y Heródoto, los egipcios sacrificaran a las personas pelirrojas por ser víctimas de demonios (J. Burton Russell). Esto nos hace acordar a la representación del Diablo medieval en la iconografía cristiana. Más importante aún que las superestructuras mentales de esa cuasi-protohistoria del mundo que se pierde en los albores de la civilización, tampoco sin querer menospreciar a los hicsos como pobladores del Cercano Oriente y las razones por las que tomaron el control del Bajo Egipto a mediados de siglo XVII a. C., a lo que llamo la atención es al cambio que produjeron en la sociedad concreta. Por falta de documentación disponible sobre la vida espiritual y la Teología, en el sentido estricto en que se discernía en su época, uno puede malinterpretar y equivocarse; pero uno no se equivoca en este punto. La presencia violenta de los hicsos y la cultura de violencia de sus dirigencias.

Flavio Josefo escribió: «Durante el reinado de Tutimeos, por una causa que ignoro, la ira de Dios se abatió sobre nosotros; y de repente, de las regiones del Oriente una oscura raza de invasores se puso en marcha contra nuestro país, seguro de la victoria. Habiendo derrotado a los regidores del país, quemaron despiadadamente nuestras ciudades. Finalmente eligieron como rey a uno de ellos, de nombre Salitis, el cual situó su capital en Menfis, exigiendo tributos al Alto y Bajo Egipto»: Flavio Josefo: Contra Apión.

La Historia del primer uso de los carros de guerra, el caballo y el bronce, en el mundo egipcio, es trazable. Las tres caracteríticas precursoras de una época que entrena para la guerra a una de las cunas de la civilización es clara, aún más que remontarnos a las leyendas de las persecusiones perpetradas por el crudelísimo Nimrod. Pero, sea como sea, Nimrod es el mismo símbolo a repudiar: un reino basado en la guerra y el terror. Un Cazador temible no sólo de fieras; es tal exponente de la agresión antihumana y las invasiones que la mitología hebrea necesitó crear a Abraham, como el Salvador o la Semilla para que sucediera.

Con Nimrod y la reina de Nínive, nace una de las primeras ideologías político-culturales para la identidad hebrea, recaudádola de los mitos heroicos semíticos. El niño, cuyo nacimiento hay que impedir, porque los astrólogos predicen su enfrentamiento con Nimrod es Abram. La causa a combatir por Abram / o Abraham / es la idolatría; el infanticidio, la rebelión a Dios. Los musulmanes han de lllamar a Nimrod, «al-Jabbar» (el Tirano). Nimrod es símbolo del invasor, tanto como lo es hicso, como grupo lo fue en Egipto.

He ahí dos símbolos básicos para refeir a los entrenadores de jaurías humanas, a los que David Rohl, autor de Los Cananitas, les llama «Agentes de Satán». Lo que habría que añadir es que, por la misma ambición territorial y crueldad en el dominio, no se construyen torres (como la Babel) para alcanzar el Cielo en desafío de Dios. Lo que se construye es un aparato militar. No ziggurats en las especulativas sedes de Uruk o Eridu.

7. Sionismo, Mercenarismo e Imperialismo


La Derecha Cristiana y el Sionismo no son religiones. Son pretextos y recursos de un proyecto político. Son los Motivos del Lobo y del Perro. Esta filosofía perruna es la Guerra Perpetua y el dominio de las hordas y jaurías del Gran Capital. Es la extensión del mito de Nimrod y la entrega a la posteridad del Set hicso. «Nimrod, the wicked leader of ancient Babylon, united the people in rebellion against God». Se puede discutir retóricamente de si realmente Occidente quiere entregar a los pueblos del Oriente Medio un proyecto político de democracia, el respeto a los derechos humanos y una vida digna de trabajo y bienestar material, si el uso que hacen de una Babilonia mitológica, o una Gran Ramera entre las Naciones, que debe ser destruída, es sincero. Con la promoción de una vida de perros y gatos, eso no es posible. En su lugar lo que se observa es que la Babilonia de sus temores son su proyecto mismo. El mundo occidental con el pretexto de civilizar a los incivilizados, o de libertarlos de la Vieja Babilonia, sólo ha traído el saqueo colonial. La política y los prejuicios de sus imperios es la construcción perpetua de otra Babilonia. Tanto judíos, como árabes, han sufrido con las interpretaciones que sirven de pretexto para dividir y crear guerras entre estos vecinos. Divide y vencerás.

El mito de la superioridad racial del Europa está en el corazón de estas intenciones. Se reclama que «the pure Arab, man and beast, is below the average Europe[an]» y, con respecto al judío, también se lanza la mala voluntad: «Medieval Europe also put Jews on trial for a list of mythic and wholly unsubstantiated crimes – the killing of Christ some 1400 years earlier, poisoning wells, murdering children for their blood, cannibalism (through supposedly crucifying victims and eating them – all of which apparently justified waging genocide against them». La Edad Media, en rigor, no es el comienzo; pero, en Occidente, como señal sobra y basta: «Hostility to Islam and Muslims has thus been all too common in writings dating back to Medieval times». David Roberts, al dar retratos de viajes a países árabe-islámicos, escribe sobres «espléndidas ciudades reducidas por la mala administración y el barbarismo del credo musulmán a un estado tan salvaje como el de los animales de las que están rodeadas».

En ciertos momentos de la Historia, por la clara comprensión de su política, Inglaterra es llamada la Babilonia y Venecia del Norte, siendo ya una de las gestoras de estas filosofías racistas, anti-semitas y anti-islámicas. «Women were also associated with the Devil and viewed as enemies of the Church and of civilization, thus justifying witch-hunts that condemned them for such atrocities as 'for sexual rapaciousness, cannibalism, consorting with evil spirits, and being generally intractable and capricious». (MacFarlane, Witchcraft in Tudor and Stuart England, 1970). Estas también son armas tan temibles como las que trajo el hicso, cuando lleva al Bajo Egipto carros de guerras, caballos y escudos con láminas de bronce. La tecnología de la matanza y la conquista es parte de la antifilosofía de lo perruno. Librar el saqueo, soltar las jaurías. Como el Nimrod de antaño, entre 1880 y 1910, «los europeos se apropiaron de más tierras de las que habían reunido en un siglo: sumaron cerca de 20 millones de km2, lo que los hizo dueños de un 85% de la superficie terrestre de todo el planeta... Todos los países europeos, salvo Suiza, eran dueños de alguna tajadita».
Ignacio Muñoz Delaunoy. Y claro está, Inglaterra es uno de Los Perros Mayores: «La principal potencia colonialista, sin duda, era Gran Bretaña. El puro imperio británico poseía una cuarta parte de la tierra (casi 32 millones de km2, si sumamos los territorios coloniales y la Commonwealth) y una cuarta parte de la población de todo el mundo. Este imperio tenía su guinda: era la India».

Lo que hoy se llama terrorismo (con el intento de adjudicarlo, en términos generales, al mundo árabe y del Asia mongólica) fue la práctica formulada y continuada de las grandes potencias imperialistas. Lo podemos hallar entre los ingleses jingoístas. «El Jingoísmo era un movimiento nacionalista y racista británico que consideraba necesario al Imperio», siendo la «mejor raza del mundo», el deber de dominar a los pueblos inferiores. Los cantores de los perros de la guerra y el darwinismo social se dieron a ésto. Tal vez el mejor representante de esta corriente fue el escritor británico Ruyard Kipling que habla de «el deber del hombre blanco».


Siendo que Inglaterra fue la mayor de las potencias imperialistas, aunque Francia no le iba muy atrás, estudiemos cuidadosamente el asunto. Veamos sus actitudes en Medio Oriente. Preguntemos: ¿qué realmente sucedió cuando, alegadamente, después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo colonial se derrumba?

El análisis que realiza Manuel González Evangelista en su monografía
El imperio colonial británico, nos recuerda que el sistema de administración colonial más utilizado por todos los países europeos fue el francés. Gran Bretaña lo adoptó, con la diferencia de que «no pretendió nunca una absorción por la metrópoli ni su asimilación cultural». La India, el negro continente africano y las antillas, el indígena y el árabe, les parecieron sucios e incompetentes, para ensuciarse las manos con ellos. El modelo colonial francés, por su parte, contenía su dosis de jacobinismo de tradición, mas una economía de antiguo régimen. En este modelo, la paz la define el militar. No hay conciliación posible ni compromiso entre modernidad y dominación. El bloque de poder es inestable y la circunstancia un «provincialismo estructural y la meridionalización del personal político y de la economía colonial francesa», que es mala. No se permite una élite administrativa de los colonizados indígena, sino que esa es la de «los funcionarios europeos» en control político todo el territorio.

González valora el mayor éxito de los británicos en administrar sus colonias y la maximización de sus recursos, al destacar que «el contra modelo anglo-americano» hay pragmatismo, se utiliza The Dual mandate o el imperialismo formal y en las colonias en América se abre, o se inventa la gran empresa. Recordemos que Gran Bretaña amplió sus dominios en el África Oriental (Uganda, Rhodesia, Bechuanalandia) y occidental (Nigeria) y que «la explotación colonial se realizó primero a través de grandes compañías comerciales, y posteriormente, por el dominio directo de la metrópoli». En el modelo francés, la tradición jacobinista es precisamente eso: «La administracion directa: un bloque jerarquico desde el Ministerio de la colonias hasta el commandante de aldea» ejercen un poder centralizador sin ninguna delegación.

En el modelo administrativo-colonial francés, había la intención de dizque compartir los ideales de la Revolución francesa, con los súbiditos de sus colonias, de modo que imprimió la «voluntad de transformar a los nativos en parte de la civilización francesa y progresivamente en ciudadanos». Para ésto, en algún momento, hacia 1936, por ejemplo, sólo habían logrado que cerca de 8.000 argelinos renunciaran al islamismo, para hacerse plenos ciudadanos franceses. En Argelia, colonia francesa entre 1830 y 1962, había 1 millón de colonos europeos convivían con poco más de 6 millones de musulmanes. Cambiar la religión y la cultura de un país no es gratuito. Ni el esfuerzo de evitar la asimilación. Escribe el Dr. Mamadou Fall, profesor del Departamento de Historia, de la Universidad Cheikh Anta Diop Dakar, de Senagal que cuando Argelia obtuvo «su independencia tras una guerra sangrienta», el precio a pagarse por la mayoría musulmana fue que Francia recurriera «sistemáticamente a la tortura, las ejecuciones sumarias y el asesinato indiscriminado». ¿Cómo no habrá de existir síndromes histórico de un profundo occidentalismo si al musulmán se le trató peor que un perro? Mas así es la cultura de la guerra y de la resistencia.

Argelia no es sino un caso de lo que es el proceso político bajo el colonialismo francés que contradijo «los ideales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, valores fundamentales de la política de Estado».
Colonialismo sin sentimiento de culpa. El. Dr Mamadou Fall, González Evangelista, la catedrática de Historia de la colonización y la descolonización en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Silvina Silva Aras, Muñoz Delaunoy y Julio Godoy, entre otros, repasan la historia del imperialismo y colonialismo, cuando aún para 1945, «los países europeos eran dueños de la totalidad de Africa y de casi toda Asia». Los dominios británicos incluyeron: Incluían: Australia, Nueva Zelandia, Canadá y Sud Africa, en la parte blanca de la gran Comunidad británica; Jamaica, Guayana, Honduras, Bahamas y Bermudas, entre otras, en América Central; Hong Kong, Birmania y Singapur, en el sudeste asiático; en el cercano oriente, en el Mediterraneo, joyas como Gibraltar, Malta, Chipre, Jordania y Palestina; Gambia, Sierra Leona, Nigeria, Camerún, parte de Sudán, de Somalia, Uganda y Rhodesia. Además de las grandes colonias de India y Pakistán. El imperio francés controlaba «once millones de km2 y una población de 64 millones de habitantes, hacia 1939. La joya de los franceses era Argelia. Pero también destacaban los protectorados de Tunez y Marruecos, en el norte de Africa, Mauritania, Senegal, Costa de Marfil, Sudán, Guinea o Niger, más al sur en el mismo continente, junto con Siria, Libano, en el cercano oriente, Indochina y Tahiti en el sudeste asiático, junto con una serie posesiones en el caribe, como Martinica o Guayana».

El trato colonial fue el mismo: salvaje. Ya que los colonizadores son representantes humanos del Perro Descuartizador, de una edad que rebaja, como decía Franz Fanon, «la condición humana a la ambición y al racismo». Y el hecho es que todos estos países, lastimados y subyugados por siglos por extranjeros, siguen siendo los objetivos de la hostalidad persecutoria. Para ellos, no se asigna posteridad.

Para dar un ejemplo, Sam Manuel en su ensayo
El saqueo imperialista de Iraq nos da cuenta una larga historia de lo que allí sucede y comienza por donde exactamente hay que comenzar si se quiere ser serio y responsable al evaluar el terrorismo y la conducta de la gente que vive en estas naciones. Sam Manuel nos presenta a Londres, capital metropolítica que al descubrirse los campos petrolíferos en el Imperio Otomano, quiso controlar a través de contratos exclusivos por el petróleo con las autoridades locales. «En 1913, por ejemplo, el gobierno británico obtuvo un acuerdo con Kuwait, recibiendo la promesa de que Kuwait firmaría contratos petroleros únicamente con los países designados por Inglaterra. La Ley Pública 80 le quitó a la Iraq Petroleum Company, controlada por Londres, el 99.5% de sus concesiones y la limitó a las zonas ya explotadas. El gobierno de Qasim anunció la formación de la Compañía Nacional de Petróleo de Iraq para explotar todo nuevo sitio petrolífero en el país». Nos presenta sucesivamente la fundación de El Baaz, «partido político árabe, fundado en Siria e Iraq en 1941, que reivindicaba la unidad pan-arábica».

Hoy se quiere respaldar el mundo de las potencias europeas, con desprecio por el mundo árabe, pero en un vacío de historia y de precedentes de esa lucha que se inicia, «desde la caída del Imperio Otomano a inicios del siglo XX» por causa de la codicia de las potencias imperialistas para dominar las vastas reservas de petróleo de Medio Oriente y por controlar a Iraq. Londres, en particular, codiciaban tanto las riquezas petroleras y la importancia estratégica marítima de la región en el Golfo Arábigo-Pérsico, «ubicada estratégicamente entre las joyas de la corona británica: India y las colonias de Africa del Norte». Y para controlar a Iraq, detruir su nacionalismo, su religiosidad y su moral, la base de la vanguardia de su revolución de 1958 y el partido baazista, mangoneado por Occidente, hizo ese trabajo sucio. «Llegó al poder en un golpe contrarrevolucionario en 1963 a la revolución de 1958. Con Saddam Hussein, quien había participado en un intento anterior de derrocar al gobierno de Qasim, ascendió entre las filas del partido Baat mediante una sangrienta lucha faccional».

El partido baazista iraquí, en 1968, ya no es lo fue. Ahora es un partido burgués que utiliza «la demagogia nacionalista y antiimperialista». Es un partido permeable a todo interés espurio y que, por tanto, no pude representar intereses realmente nacidos de las co unidades árabes. Saddam no tiene escrúpulos. Es como fue Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, Fulgencio Bastista en Cuba, Papa Doc en Haití, o Augusto Pinochet, en Chile. Los dictadores son «perros de guerra». Guerras que son capaces de gebnerarlas en sus propios pueblos por los pretextos más triviales. Lo que necesitan es el estímulo de un lucro.

Ni los tienen los Bush ni la política Washington (que siempre alentó a Saddam Hussein a que «atacara a Irán, bajo el pretexto de recuperar el canal de Shatt al-Arab)» tienen escrúpulos tampoco. Lo mismo hay que decir del gobierno de Londres. Con el uso de un código secreto, el ejército irlándes (IRA) accesó informaciones que revelan cómo se ventilan los intereses de lucro entre esa jauría neo-imperialista que gobierna el mundo y se complace en iniciar luchas entre perros y gatos. Consideremos, por ejemplo, por una transacción por cien mil billones de dólares, compartida por la Monarquía Británica y la Familia Bush que prevenía de una sociedad privada clandestina de George W. Bush, padre, y Saddam Hussein. El administrador y asesor fue Bush, padre. Las transcripciones obtenidas por IRA en su momento produjeron escándalo.

«George W. Bush y Tony Blair, según las transcripciones secretas y los documentos referentes, están conscientes que Saddam Hussein, como testigo vivo, puede dar testimonio personal directo, acerca de la traición de Papá Bush poniendo a Irak contra Irán, e Irán contra Irak, provocando un gran derramamiento de sangre en la Guerra de Irán-Irak, 1980-1988. Usado contra Irán por Irak fue, el gas venenoso de ingredientes proporcionados por una unidad de una empresa francesa, LaFarge Americana de la cual G. W. Bush, padre, era dueño de una parte sustancial». Con el gobierno de Bush-Cheney, con el uso político de la familia Bin Laden y del Osama Bin Laden, EE.UU. complota los medios de callar estas actividades criminales. A Osama se le reclutará por la CIA, aunque más tarde haya que demonizarlo como a Saddam. Es Sherman H. Skolnick quien alertó sobre la gravedad de los archivos sustraídos, en los que George W. Bush compartió con Tony Blair. A los sionistas habrá que dar una tajada porque «la agencia de inteligencia israelita, El Mossad, estaba chantajeando a Bush permitiendo que se sepa que El Mossad entregó advertencias específicas de antemano a la Casa Blanca, a la CIA norteamericano y al Departamento de Justicia sobre los eventos del negro martes 11 de septiembre del 2001. Blair le dice a Bush que tenía conocimientos previos pero tenía prohibición de tomar alguna acción por parte de ciertos intereses mercantiles».

Por otra parte, los EE.UU. halla motivos para enfrentarse a Saddam nuevamente: el Canal que el gobierno norteamericano «había forzado al régimen iraquí a cederle a Irán cuatro años antes». Saddam pelea contra Irán, por intereses presionante que vienen de los EE.UU.. En estos momentos previos en lo que se preparaba una intervención occidental, el antes títere Saddam Hussein se jacta y, en hacerlo se vislumbra un tercer factor de guerra: la industria de producción y ventas de armas. «Uno de los principales importadores de rifles AK 47 es Irak. Durante el mandato de Sadam Hussein, prácticamente cada ciudadano irakí tenía un ejemplar de Kalashnikov en su propia casa. Incluso, según parece el propio Saddam presumía de tener uno de oro. Tras la invasión estadounidense la situación apenas ha variado, pues el AK 47 sigue poblando las calles de Irak. El motivo es que el Pentágono se ha decantado por el fusil diseñado por Kalashnikov como arma oficial para dotar a la Policía y al nuevo Ejército irakí... Un fusil de asalto que se ha cobrado más vidas humanas que la temida bomba atómica».
Vid.

8. Conclusión

En un plano simbólico, con la parábola de la algazara entre gatos y perros, más que a la guerra he querido referirme al necesario valor de la moderación, a una ética perdida, a la que referí como santidad benéfica. Esto es lo que se ha perdido. Es lo que hay que rescatar para vivir en paz, sin odios individuales y colectivos... Hay que rescatar a ese patrullero de la noche del que escribe Sabines para dar un servicio al Amanecer: el deber cumplido del Gato de Paz / Cordero de Paz / Hombre de Paz / la hija de Ra: Bastet. Aunque el dios Ra egipcio, no se haya representado como gato, recuerdo estos versos en el Libro de los Muertos, donde se atribuye a Ra haber dicho: «Yo soy el Gran gato que inauguró el árbol Yeshed en la Ciudad del Sol, aquella noche en que fueron anonadados los enemigos del Dueño del Universo». Antes que Abram fuese referido como advertido del enojo de Jehová contra Nimrod, Ra se había dolido de la rebelión de los hombres y envió a su hija Sekhnet / Sejmet, en forma de leona para que los controlara. Ella decidió asesinarlos. Paga a la humanidad con el mismo mal que cometen: la guerra y el feminicidio.

Esta es una importantísima enseñanza sobre las civilizaciones matriarcales en riesgo de extinción. Interpretado políticamente, con los mitos sobre la hija de Ra, se nos informa que las mujeres, si bien nunca se dedicaron a la caza mayor ni destacaron por hacer derramiento de sangre, estaban siendo las víctimas inmediatas de la supremacía masculina y su reclamo de exclusividad bélica. El infanticidio femenino, principal recurso para frenar el crecimiento poblacional, fue el enojo personal de Sekhnet. Egipto es parte las civilizaciones originarias de horticultores. Son, aunque los hombres no estén conscientes de ésto, capaces de proveer de más proteínas al grupo que los hombres que derraman sangre con la caza y que acuden a la guerra. Sekhnet fue drástica. Asesina, imita al exterminador, imita al hombre-bestia. A Ra no le gustó el comportamiento de su hija y envió a Onuris, quien la amansó y la convirtió en Bastet.

Con esta deidad, se representa la adquisición de una calidad moral y espiritual muy importante para tratar con la agresión y el belicismo. Bastet fue diosa de gran bondad. Personificaba la maternidad, la música, la danza y la alegría y se representaba como una elegante y estilizada mujer con cabeza de gata. «A partir del surgimiento de esta diosa, el gato se volvió un animal sagrado, las leyes lo protegían y la religión los veneraba. Se les trataba como un miembro más de la familia» Daisy Maita Martínez: El gato en la historia. La mujer-gato es un comentario mitológico-mágico sobre el motivo de guerra en muchos lugares y momentos en la historia en que se realizaba el rapto de mujeres, con inmensa difusión entre las culturas polígamas, y donde la mujer escaseara, siendo que la poligamia acumulaba tensiones y ejerció siempre una presión expansiva sobre la población masculina. Dicha presión crecía aún más cuando existía infanticidio femenino. La destrucción de matriarcados, de la desacralización de la Madre Tierra. Toda guerra mienta de modo secundario el problema de sobrepoblación territorial, pero, causalmente, «la sobrepoblación ecológica, el agotamiento de los recursos (sobre todo) proteínicos de una zona», es lo que rompe el orden y la paz: Marvin Harris

Las belicosas tribus de los hititas que atravesaron la antigua Mesopotamia y se hicieron finalmente sedentarias en el Asia Menor, habían conquistado Siria y parte de la Mesopotamia. Son parte esta edad mitológica en la que se entroza el arquetipo del Perro, el Depredador y uno que se sintió capaz de apoderarse de la ciudad de Babilonia, a la que saquearon duramente y vario siglos después, hacia — 1300, extendidas sus fronteras en un nuevo período de esplendor: sus fronteras, alcanzan los limites del poderoso Egipto. Sus más grandes reyes, Shubiluliuma y Katusil III someten a su dominio a Fenicia y Canaán. Egipto les dio batalla a su empeño belicista. Después de la batalla de Kadesh, Katusil firmará un tratado de paz desventajoso con Ramsés II. No obstante, hay algo aprendido mutuamente de esta relación y que se adscribe como el aporte más importante del hitita, que no es el militar, si se les compara con los hicsos y otros imperios militares que sobrevendrán. Lo que del hitita se valorara en el Mundo Antiguo es el culto religioso a la Gran Madre, la Luna, encamación de todas las fuerzas germinativas y reproductoras de la tierra. La irrupción de la Diosa Gato, en sentido cosmológico, mágico y mucho más humanizador, revela lo mismo. El Padre Ra no eligió un perro para transformar a su hija, sino al gato, mas no despreció a espiritualmente a ninguno.

Posiblemente, los sacerdotes que redactaron el Libro de los Muertos sabían que el uso del perro como pastor y protector de los rebaños, su utilidad para la caza y las labores de guarda, fue bastante posterior al primero de sus usos. En las zonas del Oriente Medio, por su aspecto con los chacales, se asoció a estos. «De hecho científicamente se creyó hasta el desarrollo de la genética a fines del siglo XX que los perros comunes de todo el mundo eran descendientes de chacales y, al ser los chacales animales principalmente carroñeros, los perros también han sido considerados impuros». La fecha en que se vale el reclamo del perro, como símbolo de guerra y antagonista mitolágico del gasto, puede extenderse a más de 4,000 años a.JC y, más o menos, 4,000 años se encuentra una representación, grabado en bajorelieve, de un perro de tipo mastín, al que un soldado tiene asido por el cuello. El colosal perro colosal es un moloso de Epiro, reconocidos en Oriente por sus «dotes de fuerza, valor y ferocidad».

En contraposición, los egipcios intuyeron y divinizaron su conexión espiritual con el gatos. Otros pueblos de los albores del periodo Neolítico se identificaron con piedras grabadas con imágenes de gatos salvajes y otros animales en Asia Occidental. Estos artefactos son evidencias de que los animales tenían una importancia espiritual para las personas. Como nos dice Daisa Mata Martínez: «La diosa gata Bastet y otras deidades felinas del antiguo Egipto son los ejemplos más antiguos que se conocen de gatos en la mitología, los arqueólogos han descubierto evidencias aún más antiguas que apuntan a la existencia de una conexión espiritual entre los seres humanos y los animales, incluídos los gatos».

La práctica de la guerra por los hititas, pese al aporte de su religión, su visión de la Diosa Madre, no ayuda a que se entienda más allá de su externalidad. Inclusive daba lugar a prácticas violentas y licenciosas. Y como ritos supersticiosos se extendieron por todo el Oriente. Significa que ya entraría, con todo vigor, la Edad del Descuartizador Canino.


[1] Jaime Sabines, Mal tiempo (Joaquín Moritz, S.A, México: 1972), p. 77
[2] Op. cit. p. 80
[3] Acerca de Jaime Sabines (1926-1999), en:
Felinia
[4] En op. cit, «El gato loco», p. 73
[5] Ibid.

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