Monday, December 29, 2008

El árbol como artista de pertenencia

Por John O' Donohue

La presencia de un árbol contiene algo seguro y digno. Los celtas tenían un sentido refinado de la valiosa maravilla de los árboles. Para ellos, muchos árboles eran sagrados. Juntos a sus manantiales sagrados siempre había un fresno o un roble. El poeta yugoslavo Ivan Lalic captura los secretos de la sabiduría y la guía que dirige el crecimiento del árbol. En su poema What Any Tree Can Tell You (Lo que todo árbol puede contarte), sigue la paciencia del árbol mientras navega por la oscuridad. El árbol sabe evitar la piedra y dónde buscar agua:

...si no actuara así,
fomentaría su propia pérdida, sus ramas se verían
empequeñecidas
su esfuerzo ascendente impedido...


El árbol crece desde la oscuridad. Rodea el corazón de la oscuridad desde el cual se extiende hacia la luz. Un árbol es una presencia perfecta. De algún modo, puede involucrarse e integrar su propia disolución. El árbol es sabio pues sabe cómo fomentar su propia pérdida. No está abrumado por la pérdida ni se vuelve adicto a ella. El árbol protege y cuida la pérdida. De aquí proviene la dignidad silenciosa y la calma de la presencia de un árbol. Los árboles se yerguen hermosamente por encima de la tierra, con dignidad. Una vida que desea honrar sus propias posibilidades también debe aprender a integrar el sufrimiento de las épocas oscuras y tristes hasta conformar una presencia digna.

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