Entre mayo de 2009 y julio de 2010, la venta de Clarín bajó exactamente en 60.000 ejemplares diarios, tomando el promedio de lunes a domingo. Son cifras brindadas por el Instituto Verificador de Circulaciones (IVC). Esto representa una caída acumulada del 20 por ciento. Mucho más preocupante para los directivos del Grupo Clarín es que, un 12,75% de esa caída se registró en los últimos seis meses. En efecto, en enero de este año Clarín vendió 344.945 ejemplares, mientras que en junio fueron 300.837. Es decir, en los últimos seis meses Clarín vendió 44.000 diarios menos. Cabe consignar que este pronunciado retroceso va en sentido contrario de la venta general de diarios en la Argentina durante este período.
Así como Clarín sufrió un retroceso en las ventas de diarios de papel, la tendencia en soporte virtual es aún peor. Respecto de las visitas al sitio www.clarín.com, se registró una caída del 43,2% en los últimos tres meses. Esto va en sentido contrario de la visita de internautas a las páginas de noticias e información que crece de modo incesante. Por caso, el sitio www.taringa.com ya supera en visitas al de Clarín. Esta información es totalmente confiable y proviene del sitio www.alexa.com/topsite/countries/ar que pertenece a la empresa Amazon.
Alexa tiene un software que le permite hacer diversas mediciones entre los internautas. Entre junio, julio y lo que va de agosto, la cantidad de visitas a sus páginas (ver cuadro 2, pageviews –“páginas vistas”, en inglés–) disminuyó un 43,2%. Esto no mide la cantidad de personas que ingresan al sitio sino el total de las páginas visitadas. Es decir, es una combinación de disminución de visitantes más lo poco que “navegan” quienes ingresan al sitio. Otro indicador importante en este sentido es el de “la tasa de rebotes”, que mide la cantidad de visitantes que al ingresar a la página web de un sitio desisten de ingresar a alguna de sus ventanas. El indicador es importante porque alerta a quienes hacen la página de la cantidad de lectores desencantados. Cabe consignar que hace pocos meses la página de Claríncambió de diseño y trató de poner énfasis en deportes, inseguridad y entretenimiento. Sin embargo, en los últimos tres meses, la tasa de rebotes de Clarín creció un 24%. Esto es, aumentó la cantidad de personas que abren la página y al cabo de unos segundos salen de ella sin ingresar a ningún artículo o blog (ver cuadro 3, bounce rate –“tasa de rebote”, en inglés–).
Estos datos deben ser interpretados y cotejados con las ediciones de Clarín de esta última semana. La primera evidencia es que la caída de las ventas se debe a la tergiversación de la información por parte de sus editores. Así, muchos lectores cambiaron de diario. Cabe preguntarse cómo se comportarán aquellos que, en los últimos días, se encontraron con que las primeras páginas no son firmadas por las principales plumas del diario sino por los empresarios o sus abogados.
Papel Prensa - La Verdad. El martes 24, a las siete de la tarde, las mediciones de audiencia de la cadena nacional pedida por la Presidencia registraron –según la medidora Ibope– 28,45 puntos de rating en Capital y Gran Buenos Aires. Esto es, sin sumar los canales de noticias, que suman centenares de miles de televidentes, la audiencia fue de tres millones de personas, en promedio, durante los 70 minutos de la alocución presidencial. Se puede inferir que no menos de seis millones de argentinos escucharon que Clarín y La Nación están fuertemente sospechados de estar involucrados en un despojo empresarial en el cual hubo torturas y asesinatos. Es decir, el mito de que la agenda informativa la ponen Clarín y La Nación se topó, al menos ese día, con una pared muy fuerte. El gran negocio de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre –o los actuales directivos de La Nación – era mantener el tema Papel Prensa en el silencio. Sin embargo, ellos supieron con varios meses de anticipación que el 24 de agosto el Gobierno haría público el resultado de esta investigación. Lejos de prepararse y elegir un camino potente de comunicación, actuaron de un modo temperamental e improvisado.
Lo que pasó esta semana revela que el miedo se adueñó de los ejecutivos. En primer lugar, porque el lunes por la noche, las principales espadas periodísticas del grupo esperaban una andanada de autoritarismo por parte de la Presidenta. Una prueba de ello es que el programa Palabras más, palabras menos, que conducen Ernesto Tenembaun y Marcelo Zlotogwiazda, había grabado los testimonios de Jorge Fontevecchia y Jorge Lanata un par de horas antes del discurso presidencial. Lanata, anticipándose a los hechos, algo muy inconveniente para el ejercicio del periodismo, dio por sentado que los anuncios iban en la catastrófica dirección de la intervención estatal en Papel Prensa que pregonaba Magnetto desde hacía unos días a sus periodistas. El papel de Tenembaum como conductor quedó marcado en un momento en que salió en auxilio de Lanata. Fue cuando éste dijo que “en estos casos yo me pongo del lado del más débil, que en este caso es...”. Tenembaum, que es psicólogo, se apresuró a decir: “... Clarín”. Desde ya, Lanata iba a decirlo, pero por si acaso, el entrevistador disparó primero.
Esto, que resulta anecdótico, fue visto por muchos televidentes ese martes a las 23, un par de horas después de que la Presidenta anunciara que el Ejecutivo giraría a la Justicia el informe y que, además, aun estando en minoría legislativa, enviaría el proyecto de ley que el viernes ingresó a la Cámara de Diputados y que está destinado a transparentar el mercado del papel de diarios y a crear una comisión bicameral que controle el sector. La pregunta elemental es: ¿por qué estos dos periodistas, experimentados, emitieron unas entrevistas que quedaban a contramano y hacían quedar –al menos a Lanata– más que desubicado? La respuesta parece evidente: es más importante que Lanata y Fontevecchia se muestren como aliados incondicionales. Son los “periodistas independientes” que necesita Magnetto. Muy a tono con el pensamiento del CEO de Clarín, ese día, Lanata hizo sus reflexiones sobre el pasado reciente. Casi como un filósofo, dijo: “A mí me parece que a nosotros nos vendieron un montón de carne podrida con lo que fue el ’70 y la visión que nosotros tuvimos fue a lo mejor excesivamente romántica. Yo no estoy de acuerdo con la violencia política. Matar a alguien en un sótano con la cabeza tapada. Así mataron a Aramburu”, dijo el periodista, y continuó: “Yo no me siento lo mismo que eso, y no me parece que esté mal decirlo. Yo no creo que sea un héroe un tipo que hizo eso”.
Eso sí, a costa de que sus presentadores y conductores queden como gerentes ante la luz pública. Eso sí, a costa de que los periodistas de la sección Política de Clarín dejen de firmar sus artículos o que, directamente, los dejen sin escribir porque no saben hacerlo como abogados que sepan argumentar en el sentido de que Magnetto eluda la prisión y no como comunicadores que pretenden informar a los lectores.
Un caso singular es Eduardo Van Der Kooy, el editorialista del terror, que esta semana tuvo la osadía de comparar a la Presidenta con el genocida Emilio Massera. Fue el miércoles y, al principio de su artículo, afirma que “escuchar a Cristina hacer hincapié sobre la importancia de diferenciar al Gobierno del Estado encerraría casi la misma necedad que demostró el almirante Massera cuando reclamó a sus pares de la Junta Militar la publicación de alguna lista de desaparecidos.
Los trabajadores de Canal 13 o de TN, Mitre o Clarín atraviesan un momento de mucha tensión. Un solo ejemplo de los tantos que viven a diario, se dio el miércoles, al día siguiente del discurso presidencial. El locutor y conductor Luis Otero, minutos antes de comenzar el noticiero del mediodía, entró al estudio e interpeló a los gritos al equipo técnico. En tono amenazante preguntó cuál iba a ser, de ahí en más, la actitud frente a “la dictadura”, como calificó al Gobierno. Luego de eso, fue a la oficina de una productora del canal y, en presencia de otros productores periodísticos, dijo que “en la empresa había gente que votaría por los Kircher” en 2011.
Así como Clarín sufrió un retroceso en las ventas de diarios de papel, la tendencia en soporte virtual es aún peor. Respecto de las visitas al sitio www.clarín.com, se registró una caída del 43,2% en los últimos tres meses. Esto va en sentido contrario de la visita de internautas a las páginas de noticias e información que crece de modo incesante. Por caso, el sitio www.taringa.com ya supera en visitas al de Clarín. Esta información es totalmente confiable y proviene del sitio www.alexa.com/topsite/countries/ar que pertenece a la empresa Amazon.
Alexa tiene un software que le permite hacer diversas mediciones entre los internautas. Entre junio, julio y lo que va de agosto, la cantidad de visitas a sus páginas (ver cuadro 2, pageviews –“páginas vistas”, en inglés–) disminuyó un 43,2%. Esto no mide la cantidad de personas que ingresan al sitio sino el total de las páginas visitadas. Es decir, es una combinación de disminución de visitantes más lo poco que “navegan” quienes ingresan al sitio. Otro indicador importante en este sentido es el de “la tasa de rebotes”, que mide la cantidad de visitantes que al ingresar a la página web de un sitio desisten de ingresar a alguna de sus ventanas. El indicador es importante porque alerta a quienes hacen la página de la cantidad de lectores desencantados. Cabe consignar que hace pocos meses la página de Claríncambió de diseño y trató de poner énfasis en deportes, inseguridad y entretenimiento. Sin embargo, en los últimos tres meses, la tasa de rebotes de Clarín creció un 24%. Esto es, aumentó la cantidad de personas que abren la página y al cabo de unos segundos salen de ella sin ingresar a ningún artículo o blog (ver cuadro 3, bounce rate –“tasa de rebote”, en inglés–).
Estos datos deben ser interpretados y cotejados con las ediciones de Clarín de esta última semana. La primera evidencia es que la caída de las ventas se debe a la tergiversación de la información por parte de sus editores. Así, muchos lectores cambiaron de diario. Cabe preguntarse cómo se comportarán aquellos que, en los últimos días, se encontraron con que las primeras páginas no son firmadas por las principales plumas del diario sino por los empresarios o sus abogados.
Papel Prensa - La Verdad. El martes 24, a las siete de la tarde, las mediciones de audiencia de la cadena nacional pedida por la Presidencia registraron –según la medidora Ibope– 28,45 puntos de rating en Capital y Gran Buenos Aires. Esto es, sin sumar los canales de noticias, que suman centenares de miles de televidentes, la audiencia fue de tres millones de personas, en promedio, durante los 70 minutos de la alocución presidencial. Se puede inferir que no menos de seis millones de argentinos escucharon que Clarín y La Nación están fuertemente sospechados de estar involucrados en un despojo empresarial en el cual hubo torturas y asesinatos. Es decir, el mito de que la agenda informativa la ponen Clarín y La Nación se topó, al menos ese día, con una pared muy fuerte. El gran negocio de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre –o los actuales directivos de La Nación – era mantener el tema Papel Prensa en el silencio. Sin embargo, ellos supieron con varios meses de anticipación que el 24 de agosto el Gobierno haría público el resultado de esta investigación. Lejos de prepararse y elegir un camino potente de comunicación, actuaron de un modo temperamental e improvisado.
Lo que pasó esta semana revela que el miedo se adueñó de los ejecutivos. En primer lugar, porque el lunes por la noche, las principales espadas periodísticas del grupo esperaban una andanada de autoritarismo por parte de la Presidenta. Una prueba de ello es que el programa Palabras más, palabras menos, que conducen Ernesto Tenembaun y Marcelo Zlotogwiazda, había grabado los testimonios de Jorge Fontevecchia y Jorge Lanata un par de horas antes del discurso presidencial. Lanata, anticipándose a los hechos, algo muy inconveniente para el ejercicio del periodismo, dio por sentado que los anuncios iban en la catastrófica dirección de la intervención estatal en Papel Prensa que pregonaba Magnetto desde hacía unos días a sus periodistas. El papel de Tenembaum como conductor quedó marcado en un momento en que salió en auxilio de Lanata. Fue cuando éste dijo que “en estos casos yo me pongo del lado del más débil, que en este caso es...”. Tenembaum, que es psicólogo, se apresuró a decir: “... Clarín”. Desde ya, Lanata iba a decirlo, pero por si acaso, el entrevistador disparó primero.
Esto, que resulta anecdótico, fue visto por muchos televidentes ese martes a las 23, un par de horas después de que la Presidenta anunciara que el Ejecutivo giraría a la Justicia el informe y que, además, aun estando en minoría legislativa, enviaría el proyecto de ley que el viernes ingresó a la Cámara de Diputados y que está destinado a transparentar el mercado del papel de diarios y a crear una comisión bicameral que controle el sector. La pregunta elemental es: ¿por qué estos dos periodistas, experimentados, emitieron unas entrevistas que quedaban a contramano y hacían quedar –al menos a Lanata– más que desubicado? La respuesta parece evidente: es más importante que Lanata y Fontevecchia se muestren como aliados incondicionales. Son los “periodistas independientes” que necesita Magnetto. Muy a tono con el pensamiento del CEO de Clarín, ese día, Lanata hizo sus reflexiones sobre el pasado reciente. Casi como un filósofo, dijo: “A mí me parece que a nosotros nos vendieron un montón de carne podrida con lo que fue el ’70 y la visión que nosotros tuvimos fue a lo mejor excesivamente romántica. Yo no estoy de acuerdo con la violencia política. Matar a alguien en un sótano con la cabeza tapada. Así mataron a Aramburu”, dijo el periodista, y continuó: “Yo no me siento lo mismo que eso, y no me parece que esté mal decirlo. Yo no creo que sea un héroe un tipo que hizo eso”.
Eso sí, a costa de que sus presentadores y conductores queden como gerentes ante la luz pública. Eso sí, a costa de que los periodistas de la sección Política de Clarín dejen de firmar sus artículos o que, directamente, los dejen sin escribir porque no saben hacerlo como abogados que sepan argumentar en el sentido de que Magnetto eluda la prisión y no como comunicadores que pretenden informar a los lectores.
Un caso singular es Eduardo Van Der Kooy, el editorialista del terror, que esta semana tuvo la osadía de comparar a la Presidenta con el genocida Emilio Massera. Fue el miércoles y, al principio de su artículo, afirma que “escuchar a Cristina hacer hincapié sobre la importancia de diferenciar al Gobierno del Estado encerraría casi la misma necedad que demostró el almirante Massera cuando reclamó a sus pares de la Junta Militar la publicación de alguna lista de desaparecidos.
Los trabajadores de Canal 13 o de TN, Mitre o Clarín atraviesan un momento de mucha tensión. Un solo ejemplo de los tantos que viven a diario, se dio el miércoles, al día siguiente del discurso presidencial. El locutor y conductor Luis Otero, minutos antes de comenzar el noticiero del mediodía, entró al estudio e interpeló a los gritos al equipo técnico. En tono amenazante preguntó cuál iba a ser, de ahí en más, la actitud frente a “la dictadura”, como calificó al Gobierno. Luego de eso, fue a la oficina de una productora del canal y, en presencia de otros productores periodísticos, dijo que “en la empresa había gente que votaría por los Kircher” en 2011.
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