Sunday, April 4, 2010

¿Qué ha pasado con nuestros valores?


Por Arturo Cardona Mattei / Escrtor y poeta puertorriqueño

En un artículo titulado Rescatemos nuestros valores, nuestro gobernador Luis Fortuño Burset invita a nuestro pueblo a reafirmarse en nuestra fe y en nuestros valores. La Semana Santa parece ser el momento esperado por muchos para hablar de valores, virtudes y ética. Sacamos nuestros sentimientos más profundos e inventamos las palabras más dulces para dirigir mensajes que se caracterizan por una hemorragía de oraciones y plegarias. En esta Semana Mayor todo el mundo parece buscar de Dios. El antes y después de estos días los pensamientos como que no son iguales. Como que vivimos sin darle mucho pensamiento a ese Ser Supremo. El resto del año lo vivimos acorde a nuestro propio librito de la vida.

¿Qué ha pasado con ese viejo catálogo de valores que tanto ha dominado nuestras vidas? ¿Podrá ser rescatado algún día? En verdad, vivimos a la deriva en un mar de valores inestables. No hay un solo rincón en nuestra sociedad donde no comprobemos esta verdad. Desgraciadamente, una nueva categoría de valores se ha levantado para ocupar su posición en toda nuestra vida de pueblo. Valores nuevos dudosos, virtudes nuevas que aflojan los cimientos de nuestra sociedad y una inmensa marea de vicios que arropan toda nuestra vida social, política, comercial y religiosa; he aquí la clave del debacle de nuestra vida de pueblo. Pero no lloremos por Puerto Rico, pues este es el cuadro mundial de todos los pueblos, lenguas y culturas. Son los mismos vientos soplando alrededor del globo terráqueo. Es todo un tsunami que barre todas las latitudes del planeta Tierra. Los gobiernos buscan soluciones, pero solo consiguen paliativos y parches de corta duración.

El gran filósofo griego Diógenes se dio a la tarea de buscar a un hombre virtuoso. Todo parece indicar que nunca logró su empeño. Ese relato se remonta al siglo IV, antes de Cristo. Y si viviera hoy, en estos tiempos tan críticos y turbulentos, su busqueda terminaría en un camino sin salida. ¿Por qué? Porque los hombres e instituciones que rigen nuestro mundo –políticos, comerciantes y religiosos- son seres llenos de codicia, de poder estrangulante, en ellos no hay justicia verdadera, no promueven la igualdad y viven en lujos desvergonzados. En el otro plato de la balanza, tenemos miríadas de seres humanos que nunca han disfrutado de los derechos más elementales. Las constituciones de los pueblos plasman en sus páginas que «todos los hombres son iguales». Por favor, ¿dónde está esa raza tan noble para irme a vivir entre ellos?

Con ritos religiosos mojados con hipocresía no vamos a adelantar nada en nuestra sociedad. Señor gobernador, con leyes tontas –como la que manda cinco minutos de reflexión en nuestras escuelas- no vamos a inculcar verdaderos valores en nuestra niñez y juventud. Eso es una pizca de sal que no llega a salar mar alguno. Nuestros valores son un mar muerto donde ni los peces más audaces pueden vivir.

Señor gobernador, en su artículo usted dice: “De poco nos sirven nuestra fe y nuestros valores si no los practicamos.” Exacto, cuerpo que no se ejercita se torna grasoso y flácido. También ocurre los mismo con los discursos de tribuna y púlpito. En estos días de Semana Santa vestimos nuestras mejores telas y pronunciamos nuestras mejores palabras. Año tras año oímos el mismo libreto. Pero la dura y cruel realidad nos dice que vamos de mal en peor. Los valores aguados mojan la Fortaleza, empapan el Capitolio y roncan en la Catedral del Viejo San Juan.

Señor gobernador, las buenas intenciones seguidas por actos viciosos nos empujan más al desfiladero. Allá abajo en el fondo vemos los valores y virtudes mezclados con toda la basura y corroña que echamos a diario. Se falta a esos valores cuando se despiden de sus trabajos a miles de mujeres / madres que no cuentan con ninguna otra fuente de ingresos. En tanto, la Primera Dama del País sigue apegada a sus jugosos ingresos. Se falta a esos valores cuando se hace mucho ruido político anunciando grandes ayudas al pueblo haitiano, mientras los pobres e indefensos invasores de la comunidad Villas del Sol son desahuciados como perros realengos. Se falta a esos valores cuando políticos y asesores se tragan una buena tajada del bizcocho, mientras un 50% de la población vive de ayudas federales. Se falta a esos valores cuando políticos y religiosos se abrazan en romance electoral para llegar al poder. Se falta a esos valores cuando se desmantela toda estructura de gobierno para darle paso a una privatización egoísta, glotona y burda que trama tragarse el resto de las riquezas de nuestra pequeña geografía.

Señor gobernador, no se puede hablar de valores ni virtudes cuando se juega al vicio espiritual de las tribus religiosas. Quiero decir lo siguiente: cada político anda de la mano de su líder religioso de preferencia y le da la espalda al otro líder religioso, aunque sea de la misma denominación, porque no es de su confianza. Esa aberración política / religiosa también existió en el pueblo judío. Esos relatos abundan en el Viejo Testamento. Por esa gran falla moral aquel pueblo fue duramente castigado por Dios. En esa misma pudrición espiritual estamos viviendo cómodamente.

Señor gobernador, no se puede hablar de valores cuando se tiene y mantiene en la Fortaleza a un líder religioso facineroso chupándose un jugoso sueldo de $120,000 anuales. ¿Tendrá conciencia ese hombre religioso para saber que le está robando a Dios? No lo creo. Ya lo dicen las Escrituras: «No tires tus perlas a los cerdos».

El experto en sociología religiosa, Alan Wolfe, afirma: «Nunca en la historia se ha generalizado tanto la sensación de que no se puede confiar en la guía moral de las tradiciones e instituciones». Los valores no pueden ser trastocados por puro capricho. Hay que buscar la manera de idear e imprimir valores con carácter eterno que guíen nuestras vidas. No puede imperar una sociedad estable si no cuenta con valores que sean reconocidos y aceptados por todos los individuos de la sociedad. Con valores relativos no vamos a ningún lado. La conciencia tiene que estar por sobre el instinto. La historia humana está repleta de fracasos, tanto individuales como colectivos, por la relatividad de nuestros conceptos, ideas y valores. Cada cual anda por su lado y con su propio librito. Queriendo complacer a todo el mundo, se nos viene encima ese tan pesado mundo. Así, acabaremos aplastados. Y no habrá fe que nos mueva esa montaña de encima de nosotros. Arrepentimientos de último trance puede que no sean aceptados.

Si de valores, virtudes y ética se trata, hay una única fuente de donde beber esas aguas limpias y serenas: La Biblia, la palabra de Jehová Dios. Dijo el poeta alemán Goethe: «Yo por mi parte la apreciaba y valoraba (la Biblia), pues debía casi únicamente a ella mi formación ética».

Caguas, Puerto Rico

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