Friday, April 23, 2010

A la educadora Frances Perkins


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Por Carlos López Dzur / Fundador de La Naranja de OC

[El siguiente poema sobre la educadora Frances Perkins, nacida en 1882 en Boston, Massachusetts, es un homenaje de Carlos López Dzur, incluído en El libro de anaquistas. Ella se graduó en Mount Holyoke College en 1902, y de Columbia University en 1910 con el grado de Maestría en Sociología. En 1910 adivin como jefa de la Liga de Consumidores de New York, luchando por mejores horas y condiciones de trabajo. En 1933, Franklin Roosevelt, el entonces Presidente de los EE.UU., nombró a Ms. Perkins su Secretaria de Trabajo, posición en la que sirviera por 12 años, más que cualquier otro Secretario del Trabajo. Fue la primera mujer en tener una posición de Gabinete en los EE.UU. de Norteamérica.

El historiador Arthur Schlesinger Jr. ha descrito Frances Perkins de este modo: «Brisk and articulate, with vivid dark eyes, a broad forehead and a pointed chin, usually wearing a felt tricorn hart, she remained a Brahmin reformer, proud of her New England background... and intent on beating sense into the heads of those foolish people who resisted progress. She had pungency of character, a dry wit, an inner gaiety, an instinct for practicality, a profound vein of religious feeling, and a compulsion to instruct».

Como Secretara del Trabajo desempeñó un papel clave en la elaboración de legislación para los programas del New Deal / Nuevo Trato, incluyendo la aprobación de leyes sobre salario mínimo. Sin embargo, su aporte más importante fue en 1934 como jefa del Comité Presidencial sobre Seguridad Económica. En esta posición estuvo involucrada en todos los aspectos de preparación y celebración de audiencias públicas que cuajaron en la aprobación del sistema del Seguro Social y la ley «Social Security Act de 1935». Aquí el poema a la reformadora social más influyente de su siglo en términos prácticos; hubiese logrado más si la opinión pública y la mentalidad de los partidos en Norteamérica hubiesen sido más realistas, generosos y libres de fanatismos majaderos].

«The quality of his being one with the people, of having no artificial or natural barriers between him and them, made it possible for him to be a leader without ever being or thinking of being a dictator»: Frances Perkins (1880-1965)

No estarán hablando sobre tí porque eres
educadora, noble y fuerte como esos árboles
a los que deseaste subir
como chico travieso, siendo muchacha hermosa.
Y para tí hubo reglas, neciamente forjadas
desde la niñez en Worcester, amazona:
«No subirás a un árbol, no enseñarás las piernas
ni las nalgas, y no te pongas pantalones».
En fin que no subíste al árbol.

Con el tiempo dijíste, «ya no quiero ese nombre,
Fannie Coralie, ese nombre me recuerda
árboles a los que no subí, árboles
con los frutos amargos de las prohibiciones»
y te llamaste Frances, tú elegiste tu nombre.

También te dijeron: «No estudies. Hacerlo
no es necesariamente femenino».
Es mejor que se estudie con las ollas,
con el lavar a mano, con la cama de un marido
y ser una noble, sacrificada esposa;
pero te fuíste a Columbia University
y te hicíste socióloga y fuíste hasta maestra voluntaria
y dijíste que entre la gente y tú no existan barreras
ni artificios que te separen de un pueblo
ni condición natural de género que te orille.
Y por eso no van a hablar sobre tí
ni mujeres ni hombres.

2.

Ahora tu esposo, Paul Caldwell, te ha virado
la cara, él no quiere hablar sobre tí, tú no quieres
su apellido, Caldwell Wilson. Te díste
nombre y apellido con tu propio derecho.
No venga él a decir que te da algo.
Te díste profesión, vives con metas, Frances.
Que no sea él un obstáculo, sólo le pides
compañía, amor, no que te estorbe.

El no quiere hablar sobre tí
porque has ido a la corte a señalar
que un apellido no es nada. Que tú vales
con tu nombre dado, que no necesitas muletas,
que sabes lo que quieres.
Y eres fuerte y hermosa, libre
y no necesitas más dictadores
como sombra.

3.

No estarán hablando sobre tí
Nadie hallarás que elogie en tí sabiduría.
Te llaman «mujer con rojos pensamientos»
que hablas con vigor sobre mejores horas
y condiciones de trabajo. Que culpas al industrial
de ese trágico fuego que consumió
Triangle Shirtwaist Factory
(la fábrica de camisas newyorkina).

Han virado la cara para decirte socialista,
antipatronal, pro-rusa, enemiga del rico,
feminista con faldas, en días en que la mujer
trabaja 48 horas y el marido quiere que le sirva
desayuno en la cama, trapée todos los pisos,
lo atienda, lo mime, lo complazca
aunque estés cansada.
Ellos no estarán diciendo bendita,
deseada mujer, compasiva Frances.
Virarán la cara al menospreciarte.

4.

La élite se mostró descontenta
porque promueves el salario mínimo
y que haya leyes de compensación
por despido al obrero. Estás pensado en el pobre
y la paradoja: el explotado no lo agradece.

Alega que si él trabaja menos de 48 horas
la economía decae,
el progreso se joderá lo mismo
que el salario. Y el obrero lo creyó y ya no
quiere hablar sobre tí ni darte gracias.
¡Qué mala suerte tienes, Frances!
por querer darte solidaridad con el de abajo.

La gente de la élite industrial te menosprecia
y el obrero empobrecido te vira
la cara y enmudece y lo peor es que las mujeres
también hace lo mismo; tú no las quieres
en el servicio militar; se necesitan en casa
si es que por la guerra se decide el gobierno.

Pero todo el mundo opina.
Y en Norteamérica, ya lo dijíste:
«Public opinion is the leader».


5.

«I came to Washington to work for God, FDR, and the millions of forgotten, plain common workingmen»: Frances Perkins

Al fin estás donde más se necesita,
Frances Perkins, en rol de Gabinete,
en Consejo de legislación para el Nuevo Trato
con The Roosevelt I Knew, el presidente
del salario mínimo, el que creará, gracias a tí,
el Seguro Social, la pensión de los pobres,
las mínimas garantías de bienestar del jubilado.

¡Pero te están llamando comunista
y creen que se probó, rotundamente,
al negarte a deportar empleados / rojos subversivos /
cuestionables progresistas / rough-and-tumble labor leaders /
toda la gama de International Longshore y Warehouse Union.
Los llaman comunistas infiltrados, espías
en la Costa Oeste, reformeros rojos
como Al Smith y otros secuaces del Tammany Hall
y por salir a su defensa / viran la cara los locarios /
tu marido y tu hija / sí hasta Susana /
hacen sus rabietas maníaco-depresivas /
salen de clínicas mentales /
deprecando a tu nombre.

Y la élite, vilmente con la esperanza
de que seas despedida de tu Secretariado
de Trabajo y cada responsabilidad de gabinete.
Que no se hable sobre tí buenamente, Frances.
Que te odie el mundo porque la opinión
de la blasfemia pública es que has subido
al árbol del impeachment y, como una Eva,
del mal tiraste el fruto,
tu comunismo siquitrillado.

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