Saturday, April 17, 2010

La política de la felicidad: Un comentario


Por Silvia Long Ohni / Poeta y crítico de arte / Argentina

Mi querido Carlos, diré algunas pequeñas cosas muy sumariamente. Creo que Derek Bok se equivoca. Cierto es que salud y educación son necesidades básicas imprescindibles cuando de felicidad se habla. Nadie enfermo y sin posibilidades de atención médica puede decirse o sentirse feliz. De igual forma, nadie que esté privado de educación podría tener muchas posibilidades de acceder la felicidad dentro de los límites humanos que la felicidad permite puesto que se encontrará, irremediablemente, con dos inconvenientes por lo menos.

Uno ha de ser la limitación que su falta de educación cause las dificultades para encontrar una buena inserción laboral. La otra tiene que ver con la carencia, por falta de educación para afrontar dificultades, desafíos y problemas que el hombre, naturalmente, debe afrontar. Un hombre o mujer sin educación se torna, sin duda, en un indefenso, tanto en el plano del logro de lo necesario material para su mínimo sustento como para resolver problemáticas de cualquier tipo, personales, familiares o laborales.

Pero no acaba acá el problema de la felicidad o infelicidad del individuo y mucho menos principia i acaba ni en la conquista de bienes materiales ni en el logro de goces o placeres dentro del marco de la inmediatez. El tengo dinero en el bolsillo o el hoy la pasé bien no hacen, indudablemente, a un ser feliz. Puede tener mucho dinero y vivir, precisamente estresado por esa causa, descuidando a su familia y a sus afectos, privándose de esos disfrutes pues su tiempo y sus atenciones serán requeridas por el otro interés.

En cuanto a la inmediatez del goce resulta imposible que a cualquier individuo se le escape el saber y sentir que lo que hoy tuvo ya fue, ya pasó y nada le asegura que mañana volverá a obtenerlo. Es decir, no hay construcción de la felicidad. Es decir, la felicidad sin proyección, sin visión de futuro ni proyecto no puede ser felicidad porque lo único que hace es presencializar o poner de manifiesto el no futuro.

¿En qué consiste la felicidad del hombre? Se me ocurre que en la memoria de su pasado como bagaje de aprendizajes, en la acción de su presente como actos tendientes al logro de algo que se desea (no se desea lo que ya se tiene, sino lo que no se tiene) y el futuro como posibilidad e concretar esos objetivos.

¿Pero qué hay de quiénes se han propuesto ser ricos y lo han conseguido? ¿Por qué no serían felices? Entiendo que no lo serían porque el estado de felicidad es un estado que tiene que ver con cuestiones más profundas y menos de superficie, Se trataría de una hermosa y costosa vasija, pero vacía, ante lo cual resultaría casi imposible el plantearse ¿Y para qué? ¿Hasta dónde puede tener sentido algo que nada contiene? Son seres que, afectivamente, se sienten solos, vacíos por dentro, como la vasija, siempre temerosos e inseguros porque jamás podrán determinar si quien se les acerca es por ellos mismos como seres amables o por los intereses que sus dineros despiertan. Vivirán desconfiando y en constante temor de perder algo tan lábil como lo son los bienes materiales por muy acumulados que estos sean.

Sin comunicación, sin diálogo profundo, sin afectos sólidos y esenciales, sin solidaridad, sin proyección de futuro que abarque algo más allá de lo externo o de lo inmediato, sin esperanza ni ilusión, sin propuestas y desafíos propios capaces de comprometer al hombre como ser humano, la felicidad resulta o un imposible o una hipocresía.

Gracias por el artículo. Me ha resultado sumamente interesante.

Con mi abrazo siempre, Long

2.

Gracias, mi amigo Carlos, y es que el tema y el encare merecían comentario, sin duda. Creo que esta tendencia de los norteamericanos hacia el conductismo y sus múltiples variantes es siempre demasiado simplificadora, como recetas básicas eficientes y saludables para cada cosa. Tal es la impresión que me queda de lo comentado sobre el libro de Bok. Y creo que es ahí donde Bok se equivoca, es decir, al pretender aplicar una receta práctica que redunde en el aseguramiento o afianzamiento de la felicidad. Ese pragmatismo que peca a la vez de superficialidad, como yo creo que lo hace la psicología conductista, de tanta aplicación, hace años, en los EEUU, habla de una falta inmensa de la comprensión profunda de ciertos fenómenos complejos. Y la felicidad, mi querido amigo, no es cosa, precisamente, simple.

Uno ve a los norteamericanos, en general, «felices» con sus gorduras, sus hamburguesas, sus cornes flakes, sus aparatejos hasta para dosificar el papel higiénico, sus autos, sus shoppings, sus DVD, sus vacaciones en cuotas, sus tarjetas plásticas, sus bandejas frente a cada televisor, su superficialidad y sus infinitas soledades y, realmente, amigo, uno no puede comprender, a menos que entienda que todo ello junto conforma una cortina de humo tan densa que hasta el reconocerse frente al espejo resulte un imposible.

Sí, este hombre habla de salud y educación, y hasta parece pueril, y hasta donde yo lo veo, lo es.

¿Quién que se encuentre enfermo puede ser o sentirse feliz? ¿Quién que se encuentre indefenso, in – válido, como se encuentra quien no tiene educación, puede ser o sentirse feliz? Puede que tenga sus cornes flakes, su tostadora eléctrica y su panquequera último modelo digital, pero ninguna de esas cosas podrá decirle, indicarle, por qué y para qué está acá, sobre esta tierra, en el mundo, viviendo y sabiendo que morirá.

Yo veo en la mentalidad del norteamericano común una extraña trasgresión que consiste en reemplazar lo Bueno y lo Bello por lo Práctico y lo Confortable. Y en este caso, amigo, diré por las mías que, de la mano de Platón, creo más que la Felicidad se encuentra comprometida con el ascenso hacia lo Bueno o el Bien, cuya manera de manifestarse es la Belleza. Entiendo que, solamente por medio de este ascenso, la Felicidad es posible. Desde luego, se trata de un camino cuyo tránsito «dura» toda la vida y, en tal sentido, nada de lo que es inmediato, de lo que comienza y termina acá y ahora mismo puede llevarnos al objetivo antedicho.

Daría la impresión de que el norteamericano común entiende la felicidad como un “entre-tenerse”, es decir, «tenerse» «entre» un hito y otro de la vida y el resultado, o la necesidad, es no cavar profundo.

Simplifiquemos, dice Bok al parecer: salud y educación diligenciadas por el Estado. Pero ¿cuánto de lo humano más esencial se está quedando afuera de esa receta?

Sí, con todo gusto sean mis palabras adjuntadas a tu nota en el blog, y mil disculpas por extenderme ahora también, pero es que el tema es de calibre mayor y mis reflexiones ganan la partida contra mi voluntad de no agregar más nada.

Con mi abrazo siempre,

Long-Ohni
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