Junto con Héctor Magnetto construye candidatos y defiende privilegios corporativo.
La relación de Paolo Rocca con el Gobierno Nacional nunca fue cordial. En el mundo empresario aseguran que el distanciamiento irreversible comenzó por un supuesto apoyo financiero del factótum del Grupo Techint a la campaña presidencial de Roberto Lavagna. El hecho, sin embargo, no le impidió desgranar elogios a Néstor y Cristina Kirchner hacia mediados de 2007, incluido un público agradecimiento, cuando necesitó de sus gestiones ante el presidente venezolano Hugo Chávez por la nacionalización de Siderúrgica del Orinoco (Sidor). Desde entonces, Paolo dedicó buena parte de su tiempo a los trebejos de la política. Su última celada fue el apoyo a la frustrada candidatura presidencial del radical Ernesto Sanz, operada por Luis Betnaza, director ejecutivo del grupo y hombre al que colocó en la vicepresidencia primera de la Unión Industrial Argentina (UIA).
La jugada política es consecuente con la fuerte ofensiva que lanzó, acompañado por Héctor Magnetto desde la Asociación Empresaria Argentina (AEA), donde Rocca y Magnetto colocaron como mascarón de proa a Jaime Campos. Ahora, acompañado por un sector de la UIA y el núcleo duro de AEA, intenta resistir el rol activo del Estado en las empresas con integración accionaria del sector público. La decisión del Gobierno, que modificó el esquema de participación en las compañías donde la Anses tiene inversiones mediante el Decreto 441, busca alinear el interés privado con el público. Una alternativa que, al decir de los hechos, contradice la historia del Grupo Techint.
Dictadura y menemato. Los requisitos antimonopólicos en las licitaciones de la era menemista nunca se hicieron efectivos. En la práctica, fueron fácilmente desvirtuados. Uno de los ejemplos más notorios fue la adquisición por parte de Acindar de las tenencias accionarias –en poder del banco Chartered West LB Ltd. de Gran Bretaña– en Aceros Paraná –la ex Somisa–. La maniobra le permitió el grupo comandado por Paolo Rocca quedarse con la mayoría accionaria de la principal productora de acero y derivados del país. En los hechos, las privatizaciones se constituyeron en un nuevo “traje a medida”, esta vez estampado con motivos democráticos, para los mismos actores económicos que se habían consolidado al amparo de la represión obrera y de la política neoliberal de la dictadura cívico-militar.
Al promediar la dictadura, las reformas neoliberales y los “negocios privados” avalados por el Estado impulsaron al conglomerado de Rocca. El aumento de la inversión pública con obras de infraestructura y la concesión viales por el sistema de peaje, sumados a las privatizaciones periféricas y los fuertes subsidios para la promoción industrial de sectores considerados estratégicos por el complejo militar-estatal –como la siderurgia– beneficiaron al grupo. Hacia fines de los años de plomo, los seguros de cambio, la estatización de la deuda externa y la licuación de los pasivos locales les garantizarían a los grupos concentrados la irreversibilidad de los hechos. Durante el alfonsinismo, devenidos en “capitanes de la industria”, presionarían a una democracia débil para conseguir la impunidad por lo actuado.
Hacia fines de los noventa, al igual que otros holdings, el grupo liderado por Paolo Rocca dominaba un conglomerado de sociedades vinculadas y/o controladas que abarcaba concesiones viales, la generación, distribución y transporte de energía, las telecomunicaciones y el transporte ferroviario. Al igual que las familias Macri, Soldati, Pérez Companc y Roggio, el desguace de YPF le permitió al factótum de AEA avanzar en el negocio petrolero mediante la adquisición de activos y de áreas de explotación. En la práctica, la captura de activos y concesiones de servicios públicos le facilitó, directa o indirectamente, un mayor grado de integración de sus actividades. El proceso implicó integrar, en los casos de Techint y Acindar, la producción y distribución de energía eléctrica y gas, insumos fundamentales de su producción.
La otra historia. El relato oficial señala que Paolo, el menor de los hermanos Rocca, nació en Milán en 1952. El tercer hijo de Roberto Rocca y Andreina Bassetti siguió al primogénito Agostino y a Gianfelice. Quienes lo conocen aseguran que detrás de una apariencia tranquila se esconde una personalidad implacable y fría cuando se trata de hacer negocios. En el grupo empresario aseguran que reparte su tiempo entre Milán y su casa de San Isidro, los cuarteles generales desde donde comanda los negocios del grupo. Su currículum académico incluye un diploma en Ciencias Políticas en la Universidad de Milán y un máster en negocios en la Universidad de Harvard. Su arribo a la conducción del holding se concretó en 2001, luego del fallecimiento de su hermano Agostino.
La otra cara de la historia es la que liga la familia Rocca, en la Italia fascista, con la Banca Commerciale, la poderosa entidad peninsular que controlaba en la década del treinta la firma Dálmine, siderurgia donde hizo sus primero pasos Roberto y que bajo los auspicios de Benito Mussolini –en el marco del Istituto per la Ricostrusione Industriale (IRI)– se convertiría en una de las principales acerías de Europa y en un socio clave del complejo militar-industrial de la Alemania nazi. Las relaciones con el Duce llevaron a Roberto a desempeñarse en Confindustria, firma estratégica de la maquinaria bélica italiana. Sin embargo, el despegue de los Rocca llegaría con el final de la guerra, cuando se funda en Italia la Compañía Técnica Internazionale Techint, afincada desde 1946 en nuestro país como Techint Cía. Técnica Industrial S.A. y que tendría en Dálmine Siderca y Propulsora Siderúrgica sus buques insignias.
Hoy como ayer. El Grupo Techint mantuvo durante la dictadura vínculos privilegiados con el Estado y estrechas relaciones con el sistema financiero. El primer factor le permitió operar en condiciones oligopólicas, fijar precios y acrecentar ganancias. El segundo le posibilitó explotar el diferencial entre las bajas tasas de interés internacionales y los altos rendimientos locales. Además, la diversificación le posibilitó reorientar inversiones hacia actividades más rentables, según la necesidad del momento.
A fines de la dictadura, muerto el patriarca, el holding registraba una franca expansión. Las petroleras Tecpetrol SA, Golfo Petrolera SA, Cañadón Piedras, Progreso Perforaciones Petroleras, Tecminera, Consorcio de Comunicaciones Patsa, Metalúrgica Metanac, y las constructoras Tauro y Mudar, además de Nuclear, abocada al negocio de las plantas nucleares, engrosaban el tejido de firmas vinculadas y controladas. Los años noventa tampoco le fueron esquivos. La adquisición de Somisa terminó de catapultar al grupo en la producción de aceros planos y tubos sin costura.
El viernes pasado, el GrupoTechint, con Paolo Rocca a la cabeza, volvió a dar muestra de las condiciones prebendarias con las que consolidó su poder económico. Lo hizo al negarle al Estado los derechos políticos que le otorgan la tenencia de casi el 26 por ciento de la acciones de Siderar. Una posición fiel al modelo económico que le permitió, sea en dictadura o democracia, alimentar ganancias extraordindarias.
Fuente:
Miradas al Sur
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