Tuesday, November 4, 2008

«Change has come» / El cambio ha llegado




Por CARLOS LOPEZ DZUR

La victoria del Partido Demócrata y su candidato presidencial Barack Obama señala efectivamente que el electorado de los Estados Unidos de América creyó en la urgencia y necesidad del cambio. Y se trabajó, desde las filas demócratas, por la urgencia del mismo. Obama lo enunció: «Es la Hora del Cambio». Yes We Can / Sí Se Puede: el lema de arrancada. Un cambio que es algo más que el relevo de partido y la elección del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y el primer ejecutivo de la Casa Blanca.

La victoria del 'Cambio Que Ha Llegado a América' fue económicamente costosa. Es el precio del proceso electoral en una democracia capitalista burguesa bajo las actuales reglas. Barack Obama recaudó unos $600 millones de los bolsillos de los estadounidenses; se aduce que es menos de $77 aportados por cada donador a su campaña. Más bien, su equipo en los comités de finanzas fue tras cada hombre, mujer y joven, el ciudadano común, a pedir lo que puedar dar, siempre en el marco de la ley. Y el entusiasmo por donar a su campaña fue sin precedentes. La gente de Obama superó toda expectativa; Hillary Clinton se habrá quedado con la boca abierta. Los recaudadores del GOP se han referido a la lluvia de oro a los cuarteles de Obama, tanto con asombro como con envidia... y la razón... el país, no ya sólo el misterioso voto indeciso, estuvo sediento, por primera vez en largo tiempo, de una imagen de cambio y un plan de acción que desafiara la mediocridad vigente. Obama dio la talla. La nación lo instuía...

Obama no necesitaría los donativos y jugosas tajadas del chantaje o la simonías provenientes de los intereses especiales. Un pueblo unido, cuando convoca los sectores apropiados, obsequia más que las corporaciones. He leído muchas veces: «Obama hasn’t gotten special interest money». El sólo dijo, con una humildad y seriedad que el pueblo creyó: Help us win!» En esta competencia, los republicanos, voceros típicos del gobierno de las corporocracias, dieron hasta la señal de su incapacidad e inhábil liderazgo con la estrategia de sus campañas, frívolas e insustanciales, personalistas y viles. El triste dueto McCain-Palin, ni en recaudar dinero dieron lecciones. ¡Y eso que se pintaron como par de sabios y expertos económicos! En toda cosa, frente a Obama, se pintaron como sabihondos ejemplares y fracasaron.

De hecho, en Norteamérica imperan todavía las visiones fragmentarias y conservadoras, discursos ideológicos que manipulan los significados de la libertad, la participación y el valor de decir lo que se siente y se aspira. En el país, la palabra LIBERAL se hace pasar y funcionar como insulto. Que seas llamado liberal estigmatiza y descalifica. Es la palabra acusadora utilizada por los metemiedos profesionales, demagogos y gente antidemocrática. Con la palabra, tiemblan demócratas y republicanos, por igual. Este año, el elector hispano, casi siempre centrista, dejó de temblar y al demonio se lo describieron negro e islámico. El no lo creyó. No quiso quedarse en su casa ni pasar inadvertido. Se fío en su mejor instinto, se identificó con alguien cercano a su alma y votó por Barack Obama, aunque los demócratas, como partido, ofrecieron para él y su comunidad muy poco o cuasi nada. Sólo que los republicanos, como partido, son tradicionalmente más hoscos, prepotentes y miserables. Al Partido Republicano le abundan en sus filas los Pete Wilson, los Bob Dornan, los Pat Buchanan y otros

mbio que vence este 4 de noviembre le dice al ultraconservador de este tipo, al que acusa: «Cállate, ahórrate el insulto. Díme Liberal. Ya se acabó el miedo». Le dice al que no quiso oírlo, con la voz del más joven candidato (Obama) y para los oídos del más anciano (McCain): «Vivimos la crisis más grande de nuestro tiempo: dos guerras, un planeta en peligro y la peor crisis fnanciera del siglo». Le dice que es la hora de la honestidad y que hay que enfrentar los retos: «There are many who won't agree with every decision or policy I make as president, and we know that government can't solve every problem. But I will always be honest with you about the challenges we face».

El cambio ha llegado; pero, si bien será para todos, quien lo hizo posible tuvo que encarar desafíos. Perder el miedo y trabajar por la unidad. Al elector hispánico le correspondió aliarse a los afroamericanos; algo que se dijo que sería imposible e indeseado. Las minorías divididas y divisibles son más débiles cuando no se buscan ni se examinan unas a otras, aprendiendo a negociar entre ellas y a sumar sus fuerzas por objetivos comunes. Los estrategas de división y opresión no desean que el inmigrante, ciudadano de recién arribo, haga un bloque de unidad con otras minorías. El que divide es quien vence para favorecer la agenda de su ventajería. El elector anglocaucásico, enemigo de la amnistía migratoria, prefirió votar por McCain. El no votó por el cambio. Lo obstruyó, pero no tuvo suerte. Esta vez perdieron gobernaturas y, al menos, mayorías en el Congreso y el Senado. Esta fue una paliza, senda tunda al GOP y una advertencia a McCain y la mata-osos de Sara: ¡Par de muermos!

El cambio lo produjo quien buscó la coherencia y la honestidad en medio de una campaña electoral sucia. Ha sido así. Y, pese a ésto, el anglocaucásico que no teme a la acusación que estigmatiza al liberal, ni teme a la mentira de que Obama es un islámico-comunistoide, enemigo de los Tratados de Libre Comercio con América Latina (e.g., Colombia, México, etc.), es el que ha vencido. Ha vencido la fe del afroamericano, ha vencido la mujer pacifista (que desea que sus hijos regresen de Irak) y el hispánico, que votó en números sin precedentes por la fórmula demócrata.

En términos de sus partidos, la vocación centrista del gringo, su humanismo vulnerable, en fin, la fe del país en la organización que da la democracia representativa, permite que nuestros liderazgos políticos se combatan desde sus fuerzas contrapuestas. Al gobierno de las derechas oligárquicas, aliadas con el dominio globalista del mundo y el miltarismo, se le asigna un papel policíaco de los EE.UU. en el mundo. Jamás fue tan mal manejado ese rol como fue con la Administración Bush. El costo económico, en vidas humanas y en prestigio, originó el desaliento y catalizó la urgencia del cambio. Mujeres, afroamericanos e hispanos, se unieron para que haya un cambio. Ese cambio incluye el fin de la Guerra de Irak y una nueva estrategia de paz para tratar las relaciones de los EE.UU. con Oriente Medio.

El liderazgo de Barack Obama ha inspirado la esperanza. El péndulo regresa hacia el centro del que se nos alejara. Mayoritariamente, esta vez el electorado creyó que Barack Obama, abogado afroamericano, ridiculizado por McCain y su equipo de asesores como socialista, «el senador más liberal en el Congreso», dizque ciudadano vinculado al extremismo o al terrorismo, «musulmán siquitrallado», presunto creyente del Islam, «inexperto, sin experiencia» para ser presidente, es la esperanza. Es el cambio. La gente lo creyó y puso oídos sordos al que malhablara acerca de Obama.

El Partido Republicano no lo es. En parte, porque McCain proyecta la imagen de un hombre viejo y resentido. Ha requerido de la treta publicitaria de buscarse a una «Cheerleader» de Alaska. el fondillo nevado del mundo, que no sabe lo que quiere ni lo que dice. Palin con sus actos desmiente la credibilidad de su expediente. McCain es, por otro lado, la continuidad del mal que en la Casa Blanca se encarnó con George W. Bush, Jr. y sus adláteres por 8 años. El derrotado Senador es y fue el símbolo del bushismo que ya sumó dos cuatrenios.

En campaña, por cara dura y cobardía, McCain se sostuvo mintiendo, sobajando a Obama, ensalzando su récord militar como héroe-prisionero en Vietnam y su servicio en el Senado. Fingió una distancia crítica a las políticas de fracaso económico y de ego militarista de la Administración Cheney-Bush; pero, en Phoenix, Arizona, en su discurso de concesión de victoria para Obama, tuvo que quebrantar su orgullo y decirlo: «El fracaso es mío». A su lado, la supuesta «bala mágica», la esperanza de McCain para compensar su imagen decadente y cómplice, Sara Palin, tuvo que callar y bajar finalmente avergonzada. Con el rabo, entre las piernas. La historia les hizo perdedores ante la nación la misma noche en que, ante la trascendencia de un hito histórico, el reverendo Jess Jackson, lloraba de emoción en medio de la mulitud que esperaba las palabras de Barack Obama, el primer Presidente de la Raza Negra de los Estados Unidos. El que hizo realidad el Sueño del Mártir Rvdo. Martin Luther King, Jr.

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