Kampusch, que ya anunció sus intenciones hace dos años, no quiere que el lugar se convierta en un punto de peregrinaje para turistas macabros y prefiere evitar que sea dañada por vándalos o que sea demolida y se construya otro edificio, tal y como asegura en una entrevista concedida a la publicación alemana Bunte.
Natascha, de 20 años, asume la ironía que supone el hecho de que tenga que pagar "la electricidad, el agua y los impuestos" de una casa en la que nunca quiso vivir, según ella.
La casa pertenecía a su secuestrador, que se suicidó después de que Natascha se fugara.
Esta chica no está bien de la azotea.
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