Como algunos ya saben, porque últimamente ando un pelín monotemática, el viernes pasado me entregaron las llaves de la que, en breve, será mi casa... Abrir la puerta, sentir la madera del suelo crujir levemente bajo mis pies y tener la visión del salón vacío de muebles, pero llenísimo de luz, produce una sensación en mi que no sería capaz de explicar con palabras ni que lo intentase un siglo entero... Voy allí, sola, me paseo por cada rincón, la casa me siente y yo a ella, y el gustarnos es una sensación mutua, recíproca... estoy cuidando cada detalle, desde el más nimio al más importante, con un mimo que es una delicia sentir y la casa vibra diciéndome que lo sabe y le gusta...
La imagen, aunque no es muy nítida porque está tomada con la cámara de mi celular, es del que va a ser mi rinconcito en la casa. Ese único cuadro que se ve colgado en la pared es una vista de El Ávila, la montaña que recorre mi Caracas de este a oeste; pronto -espero- estarán colgadas otras cositas entrañables debajo de él, traídas de mi país y de los países que he visitado, y más abajo, estará mi escritorio, sobre el que irá esta laptop desde la que les escribo casi a diario, y mis cositas de El Principito. Prometo que cuando esté ya todo en su lugar, traeré una foto para compartirla con todos... mientras tanto, yo sigo disfrutando como una enana llevando poquito a poco mi toque a cada rincón de esta luminosa casa...
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