Lo único que lamento es no poder sentarme hoy en tus piernas, como lo hacía siempre, y te decía como cuando de bebé quería que me cargaras: "¡ápa!¡abiba!", y tú te reías, porque te lo decía cuando ya era tan alta como tú, en un intento por retener esa seguridad y protección que sentía a tu lado siempre que estabas cerca...
81 años, Papá, y te ves como un carajito de 60, aunque ya los achaques estén comenzando a aparecer... Ojalá que cuando yo llegue a tu edad esté tan bien por fuera como tú, y tenga tu sabiduría y ternura por dentro...
Feliz cumpleaños, Papi, desde tan lejos te abrazo fuerte, con los ojos llenitos de lágrimas, porque como tú siempre dices, yo no las llevo en los lagrimales, sino detrás de las orejas...
Te amo con todo mi corazón...
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