Thursday, May 7, 2009

Un acto de dignidad y vergüenza patriótica



De Yasmím Hernández, Artista boricua


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño

Ayer, 6 de mayo de 2009, seis puertorriqueños mostraron su dignidad y vergüenza cuando irrumpieron en el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica. Su misión era decirle a ese cuerpo político, al pueblo norteamericano y al resto del mundo que todavía hay puertorriqueños con el suficiente coraje para expresar a los cuatro vientos que Puerto Rico, la colonia más vieja del mundo, sigue anhelando su gran sueño independentista. El pequeño David de las antillas aún tiene deseos de enfrentarse al Goliat del mundo. La lucha por la independencia de Puerto Rico ha sido una matizada por frustraciones, enojos y mucho sudor. Por los últimos ciento once años el independentismo puertorriqueño ha tratado por varios medios una ingente tarea para zafarse de ese colonialismo político, económico y social.

Las arcas del gobierno han sido saqueadas a lo largo del tiempo en luchas plebiscitarias que han resultado ser un fraude político. Dichos plebiscitos solo han logrado el mantener el régimen colonial. Los políticos de carrera se han escudado en ellos como el medio más lógico y sensato para resolver nuestro status político. Esa falacia ha ido creciendo con los años. Gran parte del independentismo puertorriqueño ha caído en la trampa. Se han prestado para ese juego peligroso y costoso. Muchos millones de dólares se han regado por ese camino. Como que todo parece indicar que existe una formidable confabulación –por todas las ideologías políticas puertorriqueñas- para perpetuar ese mecanismo. El libreto no ha cambiado por los últimos cincuenta años. Los políticos de acá recogen el dinero, y los de allá prestan sus oídos, pero sin comprometerse a nada en absoluto. Ambos ganan.

Puerto Rico fue descubierto en el año 1493. En el 1511 ya había lanzado su primer grito de dignidad y vergüenza. Con Agüeybaná, El Bravo, los taínos se enfrentaron a una fuerza militar que contaba con una gran superioridad tecnológica. El cañón y la espada sometieron a la flecha y el arco. Aquella raza taína fue sometida a una vida de trabajo tan bárbara que la fue diezmando rápidamente. Por eso fue que el negro africano fue traído a Puerto Rico. Aquel imperio español fue sumamente cruel y egoísta. Un proceso colonizante había nacido en nuestra isla.

Mas tarde, en el 1868, Puerto Rico vuelve a dar muestra de que no quiere seguir siendo colonia de España. Unos puertorriqueños pobremente armados se tiran a la lucha en una gesta que vino a conocerse como el Grito de Lares. Un traidor echó por el piso aquel anhelo independentista. El imperio una vez más imponía su fuerza y fiereza.

El almanaque seguía su destino. En el año 1950, el nacionalismo puertorriqueño dejó sentir su fuerza y coraje y se tiró a las calles para decirle al amo norteño que el ideal independentista seguía latente en los hombres y mujeres que sentían la pasión de la libertad en sus venas. Don Pedro Albizu Campos, el máximo líder del nacionalismo, pagaría muy caro aquel acto de valentía patriótica. Duros años de encarcelamiento lo llevaron a la muerte.

En el año 1954, cuatro nacionalistas puertorriqueños irrumpieron dramáticamente en el Congreso de los Estados Unidos regando ruido y pólvora sobre aquel cuerpo político que representaba la fuente del poder colonial que existía sobre Puerto Rico.

A vuelo de pájaro ese ha sido el historial político de Puerto Rico. Dos soberanías, dos imperios nos han privado del sagrado derecho a la independencia. Ese derecho natural e inalienable se nos ha negado brutalmente. Se nos ha escondido. Y como nunca han faltado los lacayos del patio, se nos ha sometido a un sentimiento innoble de inferioridad. Nuestro sistema educativo siempre ha estado doblegado a los intereses de ese poder extraño. La educación es la que forma hombres y mujeres amantes de todo lo autóctono. En nuestro caso la educación ha sido utilizada para crear hombres y mujeres sometidos a la esclavitud política, económica y social. Un sentimiento de inferioridad ha vivido con nosotros a causa de tantos años de colonialismo. Una realidad cruda y desnuda, pero es la verdad.

Así es como llegamos al 6 de mayo de 2009. Con ese acto seis puertorriqueños amantes de la independencia logran poner el caso colonial de Puerto Rico sobre la faz del planeta. Aún retumba a lo largo de la Cordillera Central el coraje de Agüeybaná, el ímpetu del Grito de Lares, la nobleza de Don Pedro Albizu Campos y el arrojo de Lolita Lebrón.

Somos una isla pequeña de ríos mansos y llanos, con una Cordillera Central que parte la isla en dos mitades, de montañas majestuosamente ataviadas con un gran mosaico de colores, y con un gran sueño de alcanzar la cumbre a la que aspiran todos los pueblos del orbe: ser libres e independientes.

Para terminar: los anexionistas están de mal humor, pues estos seis puertorriqueños han cavado la fosa del Plan Tenesí. Ese fue el camino que usaron algunos territorios para llegar a la estadidad. Su fanática estrategia ha sido pisoteada. He ahí el gran valor de este acto heroíco de desobediencia civil.

Caguas, Puerto Rico

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