Thursday, March 19, 2009

Drugging America y Dark Alliance: Reseña de Libros


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Por CARLOS LOPEZ DZUR / De La Naranja de OC

Un periodista investigativo Gary Webb (1955 – 2004), ganador del Premio Pulitzer (en 1990) y de la Medalla de Héroe en los Medios de Prensa [1997 — durante la segunda premiación del 2nd Annual Media & Democracy Congress], puso un dedo en una llaga que aún no cura en esta nación: sus prolongadas guerras internas entre pandillas y contra pandillas y las gentes que perpetúan tal situación. Atreverse a hacerlo, pese a que este país, los EE.UU. de América, se pinta solo con sus reclamos de garantías para el derecho de libre expresión y prensa, le costó la vida a Gary Webb.

El periódico Mercury News no respaldó su controversial quehacer periodístico, cobardía empresarial que contribuyó a acabar con su carrera y a que se le desacreditara. En 2004, a fin de que quienes se sintieran temerosos, amenazados y vulnerables, o acusados por sus escritos, pudieran volver a la tranquilidad, se le mata. Webb fue encontrado muerto, con dos balazos en la cabeza. Cosas así suceden y uno las espera de la vida en Tijuana mientras se evoca la secuela de los artículos de El Gato en el semanario Zeta. Por igual, el Gato Blancornelas fue asesinado. En este caso de Webb, por comparación, hay una más sombría complicidad. La Oficina del Alguacil en Sacramento archivó el caso como suicidio. La esposa de Webb, Sue Bell, aseveró que que la dificultad de hallar un nuevo trabajo en la prensa lo deprimió; pero, su muerte y la excusa de su depresión son demasiado sospechosas. El había sido contratado por Sacramento News and Review, después que se le despidiera en 2003 con el resto del anterior personal del Portavoz de la Cámara Estatal de Representantes antes que el nuevo portavoz estrenara su cargo. Webb no era persona inclinada a depresiones, sí, un batallador muy audaz. La CIA presiona para que Webb sea estigmatizado como un torpe loco, gacetillero, escandalizador.

¿Qué hizo Gary Webb para que se le asesinara? Publicó el libro Dark Alliance (1998) — Firecracker Alternative Book. El libro fue premiado ese mismo año y desató una serie de investigaciones internas, conducidas por la CIA sobre la conducta administrativa de la Administración Reagan-Bush durante la subversión de los Contras. En 1996, en su serie para The San José Mercury, dicen que Webb comenzó a jugar con fuego y, posteriormente, con su libro Dark Alliance, puesto en la calle con proyección internacional, se equivale el que metiera las manos a la candela. Webb alegó que narcotraficantes nicaraguenses habían vendido y distribuído «crack cocaine» en Los Angeles durante el decenio de 1980, y que los recaudos de la venta fueron utilizados para financiar a los «Contras», con el apoyo de la CIA. Esto no habría sido tan escandaloso, si año tras año, la sociedad estadounidense, dominada por los anglocaucásicos, no creciera fragmentada y polarizada. En Casa Blanca había, sobre todo, una cúpula de halcones, poca moralidad política y un liderazgo incompetente.

Peter Dale Scott, defensor del libro de Webb, cree que el mérito de éste fue apuntar hacia la abundante documentación que «the big media», prensa escrita y electrónica, había tenido a su disposición, por décadas, no sólo para denunciar el encubrimiento que la CIA diera al narco-escándalo como en este caso de Oliver North y los Contras, sino concerniente a otros que involucraron la guerra sicológica contra las minorías, «una forma de guerra de la que la CIA se enorgullece», con la que neutraliza a sus enemigos, especialmente, en el ala izquierda y prevalece sobre ellos. «Quienes desean desmerecer las preocupaciones de Webb colocan sus hallazgos entre la lista de parafernalia exótica en la internet —en la misma categoría de historias como son las de criaturas extraterrestres, horrores de fluoridación y conspiraciones para esparcir el virus del SIDA».

Peter D. Scott, en su artículo The CIA, drugs, the ghetto — and the Media Whitewash, supo lo roñosamente anti-izquierdista de la administración Reagan. Satanizar a Webb fue el primer paso antes de preparar su suicidio y colocarlo en las galerías de lo exótico, historias conspiracionales. Había que trivializar todo lo suyo.

Webb nunca dijo que la CIA ayudó directamente a los narcos a recaudar el dinero para la contraguerrilla Contra, pero documentó que la CIA estaba enterada de las transacciones de cocaína y de los enormes embarques hechos hacia los (Los Angeles) EE.UU. por el personal de la Contra. ¿Y qué ganancia puede que aspiraran los narcos, colaborando con la CIA y la contra? ¡Protecciones para el tráfico y los narcos en riesgo de condena judicial o de captura?

Esta acción de la CIA es terrible y, aunque tardía y parcialmente confirmada y aún negada por la policía local, tiene consecuencias. Una, el asesinato, disfrazado de suicidio, de Webb. La Columbia Journalism Review se apresuró a condenar los escritos de Webb. Funcionó como entidad vendida al miedo y a los intereses corporativos de una cáfila de editores cuando tildó como «infame» la serie del periodista valiente, mas al desclasificarse muchos documentos mediante el Acta de Libertad de Información, incluyendo una versión de 450 páginas del informe de 1988 del Inspector General de la CIA Frederick Hitz, fue claro que la evidencia demostraba que Webb estuvo en lo cierto. La Casa Blanca y Oliver North sabían y apoyaban el uso del dinero del contrabando de drogas para financiar a los Contras. Estos fueron una partida de mercenarios antirrevolucionarios, gente sin escrúpulos, jugando al protagonismo patriótico. La CIA los creó. Webb lo fue sacando a la luz. No era un mentiroso, sí un valiente...

Una de las consecuencias sociales, más allá de la corrupción del aparato gubernativo y de Casa Blanca, es que tales operativos y trafique del Gobierno de Reagan, trajeron el aumento de la violencia pandillera y del consumo de sustancias más adictivas y peligrosas en los '80. Con drogas como cocaína crack que se vaciaran en las calles, obviamente, advinieron más muertes, heridos de armas, gastos sociales: la obra maestra de Reagan. «Webb also alleged that this influx of Nicaraguan supplied cocaine sparked and significantly fueled the widespread crack epidemic that swept through urban areas. According to Webb, the CIA was aware of the cocaine transactions and the large shipments of drugs into the U.S. by the Contra personnel and directly aided drug dealers to raise money for the Contras».

No fue Webb el único que vio estas conexiones de los aparatos de inteligencia en los EE.UU. con la difusión de drogas ilegales y peligrosas entre los jóvenes. Y cómo el Sistema Gubernativo utiliza las drogas y pandillas en una estrategia que origina la división y la autoaniquilización entre minorías no deseadas, en momentos en que su consciencia política crece o su liderazgo carismático está en las vías de producir un despertar ideológico polarizador. Me interesa reseñar un par de libros que tratan sobre el fenómeno del uso y promoción de las drogas como una estrategia de guerra sicológica.

Para que la muerte de Gary Webb no se produzca en vano, existen varios libro de Rodney Stich, uno de 520 páginas, en el que muchos informantes del gobierno («insiders») y ex-narcos ofrecen al autor su evidencia convincente sobre empleados de la CIA en coexistencia con hampones extranjeros y domésticos y figuras del crimen organizado, traficando decenas de toneladas de narcóticos a los EE.UU., con el encubrimiento del Departamento de Justicia y otras agencias, mientras que los fiscales gubernamentales simultáneamente dan sentencias excesivas a prisiones casi de por vida a miles de hombres y mujeres. Los cargos de conspiración por drogas o por posesión de cantidades insignificantes de droga se castigan sólo por entretener a la prensa de noticias poquiteras, el establecimiento conservador que odia a investigadores de Webb, Stich y otros.

El primer libro se titula Drugging America: A Trojan Horse, otro Defrauding America. Escritos han sido para revelar la conducta de la CIA en el tráfico de drogas y sus consecuencias en la vida política del mundo y de las comunidades internas por lo menos durante los pasados 50 años.

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