Saturday, October 25, 2008

Ultimos aleteos para la estadidad jíbara



Por Arturo Cardona Mattei / poeta y escritor puertorriqueño

El actual cuatrienio político ha sido uno abrumado y mal oliente para los defensores de la estadidad jíbara. El anexionismo tiene jorobas y dolores en todo su cuerpo. La respiración se le agota, la vista le falla y el corazón le palpita con arritmia alocada. Su sueño es esporádico. Las pesadillas son contínuas. Toda prescripción escrita y ordenada no le cae bien a su sistema. En su arrogancia inconfundible el paciente sigue su curso como si nada pasara. Su fantasía lo lleva al delirio, y de ahí a la locura. Sus ojos nublados no le permiten ver la realidad. Pide agua para calmar su sed, pero agua salada es lo que recibe. Como pez fuera del agua va dando sus últimos aleteos. Solo se espera el momento definitivo de su fatal aletazo.

Las Cortes Federales -Puerto Rico y Boston- le han cerrado las puertas y ventanas a su Caballo de Troya llamado Voto Presidencial. Y ahora, el propio Congreso de los Estados Unidos, está enfilando sus cañones para darle el tiro de gracia. El 'English only' será como tormenta de agua, viento y arena que sepultará por siempre tan descabellada pretensión política. Una vez más lo digo: yo he vivido, yo he trabajado, y yo he paseado en ese territorio donde se vive la verdadera estadidad. El sistema es bueno. Fue diseñado por ellos y para ellos. Su Destino Manifiesto y su filosofía WASP encajaban a la perfección para desarrollar la sociedad política, económica y social que hoy conocemos como los Estados Unidos de Norteamérica.

El Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington , el señor Luis Fortuño, está en una posición sumamente incómoda. Su aspiración como estadista se ve súbitamente amenazada. Es algo así como sentir que el piso donde esta parado se mueve ligeramente bajos los efectos de un sismo categoría 5.9, en la escala del anexionismo. Difícil por demás su posición dual: cómo rendir lealtad a los americanos, y cómo negar que no está traicionando su puertorriqueñidad.

Los caminos siempre terminan. Los ríos todos siempre mueren en el mar. Con la lealtad ocurre algo similar. No se puede estar en dos mesas a la misma vez. No puede existir la misma pasión hacia dos diferentes mujeres. O somos leales, o traicionamos. Hablamos la verdad, o escupimos la mentira. La vanidad de dos idiomas, dos banderas y dos culturas está empezando a poner el lazo en el cuello del anexionismo. Tiene que llegar el día de la suprema decisión. Entonces sabremos si habrá matrimonio honroso, o si habrá amancillamiento lujurioso, o si todo un romance centenario termina en rompimiento total.

El presidente George W. Bush, ha dicho repetidamente que para ser un ciudadano completo hay que asimilarse. Que hay que aprender el idioma inglés. Que hay que adquirir conocimientos sobre la historia de la nación. Y que la versión chistosa de su himno nacional en español es pura guasa. Esa guasería no fue de su agrado. Amo y siervo tienen que entenderse.

Análoga posición, pero con ribetes intelectuales, la pintó el profesor universitario Samuel Huntington. Dice este intelectual de Harvard: «¿seguirá siendo Estados Unidos un país con un único idioma y una cultura central anglo-protestante?» Aquí muere toda aspiración descolorida de la traumática estadidad jíbara. El negro africano era marcado con un carimbo ardiente para saber quién era su dueño y señor. Los puertorriqueños que quieran ser americanos también tendrán que someterse al carimbo de la asimilación total y completa. Todos los vericuetos y pamplinas que toman y hablan los anexionistas del patio llegarán a un trágico final. La cicuta mortal del English only ya está a punto de llegar a la boca de todos los pro-americanos de esta tierra. O tomamos del plumaje de Agüeybaná el Bravo, o brillamos las botas del general George Washington, primer presidente de los Estados Unidos.

De la misma forma que el Faraón de Egipto tomó medidas drásticas para impedir que el pueblo judío superara numéricamente al suyo, así también el Congreso Norteamericano buscará y escarbará hasta encontrar la medida exacta de cómo frenar el imparable avance latino. El Faraón decretó la muerte de todo varón que naciera del pueblo judío. ¿Será la esterilización de toda mujer hispana el decreto obligatorio para frenar tan peligroso avance latino? Razonable es pensar que el pueblo norteamericano no va a permitir, bajo ninguna circunstancia, un Estado hispano dentro de su sistema de un idioma, una cultura, un pueblo. E pluribus unum.

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