Por MIGUEL PEREZ DE LEMA / de Proscrito
Al complejo militar-industrial del que nos avisaron en los 50, se ha añadido la tercera pata, los financieros, y han convertido el mundo en una crueldad asquerosa. Son los dueños de todo y tienen poder ilimitado. Tu vida y la mía les pertenecen.
Los políticos son inútiles comparsas o activos servidores del mal que financia sus carreras. En el primer debate de la campaña americana, los dos candidatos compitieron a ver quien daba el mensaje más belicista. Uno que seguiría toda la vida en Irak, el otro que le iba más cambiar de aires y darle ahora con todo lo gordo a Afganistán y, si sobran bombas, soltarlas sobre Pakistán. Ambos hablaron de China en términos poco amistosos. El único que parecía un poco razonable era el moderador, que les repreguntó por tres veces y con creciente estupor si no iban a anunciar una sola medida nueva contra la crisis –era la noche en que Bush acababa de presentar su maléfico plan-. Una cosa muy triste.
... Ni uno solo de los medios masivos ha explicado el fondo del asunto, alto y claro, que es ya una evidencia matemática: la deuda es impagable. Y pagar la deuda con más deuda es alargar la agonía. Fin del asunto.
Tenemos que cambiar muchas cosas. Tenemos que premiar el esfuerzo del emprendedor industrial, no la vagancia crapulenta del inversor que “pone a trabajar su dinero” mientras él duerme buscando sólo que la acción suba aunque sea mentira y la empresa esté podrida. Hay que despreciar al usurero y prohibirle que nos robe el futuro, y debemos respetar al trabajador y concederle una parte justa de la riqueza, contar con él, porque es un ciudadano y esto es una democracia, coño ya. Sobre todo y, para siempre, tenemos que entender que fabricar deuda y especular con ella no es una forma de riqueza si no de robo, pan para hoy y hambre para mañana. Un suicidio colectivo.
Nuestro problema es sistémico, como dicen los analistas de la crisis refiriéndose a la estructura de la estafa en cadena del mercado financiero, pero va mucho más allá. Necesitamos perseguir y castigar el cinismo, y crear unos mecanismos comerciales que se basen el beneficio mutuo, no en el saqueo del más débil. Y debemos hacerlo porque si no lo hacemos, como estamos viendo, a la larga todos perdemos. Adiós a la clase media. Blinda tu puerta. No vayas por esa parte de la ciudad, ni por esa otra. Evita andar sólo por la noche. Ve engrasando tu arma.
Porque estos deberes acumulados son demasiado serios para nosotros. Y a estos habría que añadir una tarea aun más compleja y dolorosa, la de explicar a la gente que nuestro modelo de crecimiento infinito al 3% dependiendo de un progresivo aumento del consumo de energía, de metales, de agua, de alimentos, y con un crecimiento descontrolado de la población, está ya, hoy, en su punto crítico. Cada año o década que sigamos por ese camino va a ser una autoagresión de la que acabaremos enfermando y después muriendo. Habremos fracasado como especie.
Ojalá a esto pudiéramos llamarlo abrocharse el cinturón. Es mucho más serio. Es la hora de los verdaderos economistas, que trabajen para optimizar nuestras capacidades y encuentren formas de seguir funcionando a un ritmo menor, menos agresivo, atendiendo a lo más necesario, pero no con una menor prosperidad. Redefinir la riqueza.
Quizá pueblos disciplinados y maduros puedan hacerlo. Pero para nosotros, dormidos, anestesiados, drogados, embrutecidos, confundidos, puerilizados, puede que sea una tarea demasiado ambiciosa.
La historia nos va a pasar por encima.
___
Friday, October 17, 2008
Los políticos y el debate
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment