Monday, September 1, 2008

Muros y murallas: Una Aberración más para la historia






Por ARTURO CARDONA MATTEI / Escritor puertorriqueño

La Gran Muralla China es una monumental obra de unos 7.300 km. de este a oeste. Esta fortificación fue levantada para proteger el imperio chino desde el siglo III, A.C. de las tribus nómadas provenientes de Mongolia y Manchuria. Por más de mil años esta extraordinaria muralla fue levantada por diferentes dinastías chinas. Al día de hoy es una gran atracción turística. Esta admirable construcción fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1987.

Ahora bien, lo que se está levantando en la frontera México / Estados Unidos no es otra cosa que una aberración en su máxima expresión. Viniendo de la nación más rica y poderosa del mundo, esta muralla es una vergüenza y una traición a los principios más elementales de la humanidad. Es un extravío, una desviación y un vicio de una nación que se cree montada en la cresta de la verdad, la razón y la justicia. Este montón de tablas, clavos y cemento representa una fuerte enfermedad de xenofobia. Es el producto de un ego desplumado, de una patriotería insípida, y de un fanatismo enfermizo. El Muro de Berlín también se distinguió por su torpe propósito y por su negación a los valores humanos. Para esa época el gobierno de Estados Unidos se convirtió en el enemigo número uno de todo lo malo que aquella muralla representaba para la paz y seguridad del mundo entero. Aquella división, aquella separación era inconcebible dentro de las sociedades democráticas. La unión de Alemania no podía seguir esperando por el destino. Aquel símbolo de la Guerra Fría era un puñal clavado en el costado de todo un mundo civilizado. Era menester que desapareciera.

El poderío norteamericano, canalizado a través del presidente Ronald Reagan, caló hondo en el espíritu del mandatario soviético, cuando lanzó su grito: ¡Señor Gorbachov, destruya este muro! El prestigio de la nación norteamericana se elevó a la estratosfera. Poco tiempo después, aquella ignominia producto de una ideología espúrea, fue hecho añicos. Hoy, toda la infamia que representaba aquel Muro ha quedado en el olvido. Entonces, ¿cómo es posible que los Estados Unidos puedan resucitar algo tan nefasto para toda la raza humana? ¿Dónde quedan la cooperación y la hermandad de todos los pueblos del orbe? ¿Acaso vamos a globalizar las murallas y los puentes para dividir a la humanidad? ¿Por qué no imitar la Unión Europea? ¿Por qué seguir aplastando y humillando a los pueblos más pobres y débiles? ¿Dónde está la tan cacareada compasión del presidente George Bush? ¿Acaso su Biblia y conciencia le dictan esta pauta? ¿O es la política de quincalla la que le abre ese camino?

Bueno, ¿y cómo nos moja a nosotros los puertorriqueños este experimento tan fatulo? A los proponentes de la Estadidad Jíbara esta infame muralla debiera ponerlos a pensar en cómo les va a afectar en sus aspiraciones políticas. El mensaje es claro y fuerte: al privilegiado Club de los 50 no se puede llegar por el camino de la diversidad cultural. El sistema político de los Estados Unidos fue diseñado y desarrollado pensando en unas necesidades y aspiraciones comunes que estaban hilvanadas bajo el pensamiento de un Destino Manifiesto. Y en ese tablero de juego Puerto Rico no tiene ficha alguna que jugar. Por eso es que todo pedido de estadidad ha sido mutilado, maniatado y tirado al zafacón del olvido. Las trabas nunca han faltado. Siendo el idioma español la gran piedra de tropiezo. Ese junte no se hizo para nuestro pueblo.

El planeta se nos está encogiendo. Los más de 6 billones de seres humanos claman al unísono por un sistema de gobierno más justo y equitativo. La cooperación entre todas las naciones es el recurso más sabio a seguir. Pero las naciones poderosas siguen dándole la espalda a esos reclamos humanos. Dejemos a la naturaleza que sea ella la que cree divisiones con sus montañas, ríos, selvas y desiertos. Esos accidentes geográficos son parte normal que están allí para el beneficio de toda la humanidad. Esas fronteras naturales sirven para que el hombre use su ingenio a favor de un desarrollo que beneficie a los pueblos.

Pero, ¿por qué el hombre tiene que amargarle la vida a tantos millones de seres humanos creando barreras y muros? ¿Por qué destruir la confianza mutua que debe existir entre los pueblos? ¿Acaso vamos a cambiar el mandamiento divino para que lea «separados los unos de los otros?» En este presente siglo vamos a seguir viviendo con los mismos privilegios y odios que tantos sueños han estropeado a lo largo de la historia humana. Seguimos caminando con las mismas viejas muletas.

Caguas, Puerto Rico
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