Por Josean Ramos / periodista independiente
Hace unos meses que vienen circulando por internet y otros medios unas supuestas expresiones del célebre escritor universal, Gabriel García Márquez, sobre los puertorriqueños, que tristemente han celebrado unos como elogio, e injustamente han utilizado otros para desacreditar al consagrado fabulista, víctima de la fama. El texto no habría tenido tal éxito en su difusión internacional a no ser porque lleva el nombre del famoso escritor y periodista que, como un Rey Midas, todo lo que toca se convierte en noticia.
Siendo Puerto Rico el único país latinoamericano que nunca ha visitado, al menos más allá de la “celda” donde lo encierran los federales cuando hace escala aquí, dicen que de repente un periodista le preguntó a García Márquez su opinión sobre los puertorriqueños, y el Gabo le soltó de un tirón una verborrea que, a juicio de unos, nos describe a plenitud, y según otros, constituye un insulto:
“Ah, los puertorriqueños… qué difícil pregunta!”, dicen que dijo con entonado acento ante la pregunta imprevista, y luego prosiguió en palabras de profeta: «Los puertorriqueños están entre ustedes pero no son de ustedes. Los puertorriqueños beben en la misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de su música. Los puertorriqueños toman en serio sus chistes y hacen chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en todo. No se les ocurra discutir con ellos jamás!».
Después, entra en un tono más crítico y burlón para referirse a nuestro alegado modo de ser; que si los puertorriqueños no necesitan leer porque todo lo saben, ni viajar porque todo lo han visto, y por eso son el pueblo escogido (por ellos mismos); que si en grupo los puertorriqueños son gritones y exagerados, con tendencias antropofágicas por usar la frase se la comió como una expresión de admiración y comerse un cable en señal de una situación crítica.
Dijo que el puertorriqueño ama tanto la contradicción que llama monstruos a las mujeres hermosas y bárbaros a los eruditos, y que no acaba de entender por qué la gente no quiere aprender a hablar español como ellos. Ah, los puertorriqueños… No podemos vivir con ellos, pero es imposible vivir sin ellos!…, concluyó su respuesta dedicada con cariño a los habitantes del mejor país del mundo.
Para bien o para mal, dicho texto no es de García Márquez y mucho menos sobre los puertorriqueños, sino un mal plagio de un artículo irónico escrito por el profesor cubano Luis Aguilar León sobre sus compatriotas, que causó sensación cuando se publicó por primera vez en el Diario de Las Américas, de Miami, en 1986. Se trata de El Profeta, inspirado en el clásico libro del poeta y místico libanés Khalil Gibran, que se volvió a publicar en El Nuevo Herald, tras la muerte del Dr. Aguilar León en enero pasado. Al ver el libro de Gibran, se dio en imaginar lo que pensaría el Profeta de sus paisanos cubanos.
No es la primera vez que le atribuyen al Gabo textos y expresiones que nunca ha hecho o entrevistas apócrifas y encuentros imaginados, con la mera intención de alimentar egos ajenos. Lo extraño es que, tratándose de una de las plumas más notables de la literatura universal, se tome por suyo cualquier texto o expresión que se le atribuya, sin considerar su estilo singular ni su modo de hablar tan propio.
Hace unos años, cuando se le diagnosticó cáncer linfático, circuló por internet, periódicos y revistas, un poema de despedida a sus amigos bajo el título de La Marioneta, que causó conmoción entre sus asiduos lectores, quizás porque lo creían inmortal. La mera frase inicial -“Si por un instante, Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida…”- sólo cobraría sentido en la voz de su verdadero autor, el ventrílocuo y comediante mexicano Johnny Welch.
Aún así, muchos ingenuos lectores se lo creyeron, sobre todo, periodistas, escritores y académicos, que se dieron en divulgar las últimas palabras de García Márquez al estilo de Macondo. Hasta que el Gabo reaccionó desde Los Ángeles con ese sentido de humor que distingue a los mamadores de gallo del Caribe colombiano, al comentar que estos sustos sobre la calidad de su literatura son los que pueden agravar su estado de salud: «Lo que me puede matar es que alguien crea que escribí algo tan cursi», dijo entonces.
Sirva, pues, esta lamentable distorsión histórica, que tanta confusión y malestar ha generado, a los fines de que alguna institución cultural o educativa se digne extenderle una invitación formal a García Márquez, de manera que conozca también este otro lado del Macondo latinoamericano. Y él cumplirá de seguro su promesa de venir a la Isla, aunque sea una visita clandestina para descubrir y conocer este modo extraño de ser del Caribe boricua.
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Tomado de La Revista / El Nuevo Día digital
* No es la primera vez que le atribuyen a García Márquez textos y expresiones que nunca ha hecho. Lo extraño es que, tratándose de una de las plumas más notables de la literatura universal, se tome por suyo cualquier texto o expresión que se le atribuya, sin considerar su estilo singular ni su modo de hablar tan propio. JR
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