Hace unos tres añitos publiqué el texto de Og Mandino que hoy rescato. Con ese libro, "El don de la estrella" me sucedió algo mágico. Lo tuve muchas veces cuando vivía en Caracas y de una forma u otra siempre lo regalaba. En la época en que se obró la magia, yo estuve con mi prima Anna Mari, buscándolo por los stands de una exposición de libros descatalogados que se hizo aquí, en Córdoba, porque a ella fue la última que se lo regalé y ella, a su vez, lo prestó y lo perdió. La búsqueda fue "infructuosa" y lo digo entre comillas, porque cuando publiqué el post, también lo envié por correo a varios amigos, comentándoles eso, que estaba buscando el libro como loca, pero que aún siendo infructuosa la búsqueda, gracias a San Google, había encontrado el texto de Credenda y se los estaba enviando para compartirlo con ellos.
A los pocos días de enviar el correo, me contesta Cecilia, una amiga muy querida que vive en México DF y me dice algo así como: "Bonita, mándame tu dirección postal, yo tengo ese libro en mi biblioteca y se que en la tuya estará aún más cuidado". Así que gracias al gesto de Ceci, el libro vuelve a estar en la estantería de mis libros favoritos y yo le estaré eternamente agradecida por ese gesto de generosidad que ha tenido conmigo :)
A los pocos días de enviar el correo, me contesta Cecilia, una amiga muy querida que vive en México DF y me dice algo así como: "Bonita, mándame tu dirección postal, yo tengo ese libro en mi biblioteca y se que en la tuya estará aún más cuidado". Así que gracias al gesto de Ceci, el libro vuelve a estar en la estantería de mis libros favoritos y yo le estaré eternamente agradecida por ese gesto de generosidad que ha tenido conmigo :)
Quiero pedirles disculpas por no visitarlos con la frecuencia que me gustaría, entre los estados de ánimos que a veces no me acompañan y la corredera en la que vivo últimamente, no he podido sentarme a visitarlos como a mi me gusta, con calmita para leer y comentar, espero que pronto pueda volver como siempre...
Credenda...
Aléjate de la muchedumbre y de su afán infructuoso de fama y oro. Nunca vuelvas la vista, una vez que hayas cerrado tu puerta al deplorable tumulto de la codicia y la ambición.
Enjúgate las lágrimas del fracaso el infortunio. Pon a un lado tu onerosa carga y descansa hasta que tu corazón haya recuperado la calma.
Consérvate en paz. Es más tarde de lo que piensas, pues tu vida terrena, en el mejor de los casos, no es más que un parpadeo entre dos eternidades.
Desecha todo temor. Nada puede dañarte aquí. Sólo tú mismo. Haz aquello que temes y aprecia con orgullo esas victorias.
Concentra tu energía. Estar en todas partes es tanto como no estar en ninguna. Sé celoso de tu tiempo, porque es tu mayor tesoro.
Recapacita sobre tus metas. Antes de permitir que tu corazón se aficione demasiado a algo, examina la felicidad de que gozan los que ya tienen lo que tú deseas.
Ama a tu familia y ten muy presente la ventura. Piensa con cuánto afán la buscarías si no la poseyeras.
Haz a un lado tus sueños imposibles y lleva a cabo la tarea que tienes a tu alcance, por desagradable que sea. Todos los grandes éxitos resultan de trabajar y saber esperar.
Sé paciente. Los retrasos de Dios no son negativas.
Espera. Mantente firme. Ten presente que tu tesoro siempre está cerca. Lo que siembres, bueno o malo, eso será lo que coseches.
Nunca culpes a los demás por tu situación. Eres lo que eres por decisión tuya eso es todo.
Aprende a vivir en una pobreza honrada si así debe ser, y ocúpate en cosas más importantes que en llevarte oro a la tumba.
Nada de hacer concesiones a la dificultad. La ansiedad es la herrumbre de la vida y cuando agregas las cargas de mañana a las de hoy, su peso resulta intolerable.
Aléjate de la compañía del quejumbroso y da más bien gracias por tus derrotas. No las sufrirías si no las necesitaras.
Aprende siempre de los demás. El que se enseña a sí mismo, tiene por maestro a un necio.
Sé cuidadoso. No graves tu conciencia. Lleva tu vida como si tuvieras que pasarla en una palestra llena de gente chismosa.
Evita la fanfarronería. Si ves en ti algo que té hincha de orgullo, obsérvate de cerca y encontrarás materia más que suficiente para humillarte.
Sé sensato. Date cuenta de que no todos los hombres han sido creados iguales, porque no hay igualdad en la naturaleza. Sin embargo, jamás ha nacido un hombre cuyo trabajo no haya nacido con él.
Trabaja cada día como si fuera el primero, pero trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a medianoche. Ama a todos, incluso a los que te repudian, el odio es un lujo que no puedes permitirte.
Busca a los menesterosos. Aprende que el que da con una mano recogerá siempre con las dos.
Consérvate en buen estado de ánimo. Por encima de todo recuerda que se necesita muy poco para llevar una vida feliz.
Mira hacia arriba. Camina siempre adelante.
Aférrate a Dios con sencillez y recorre en silencio tu sendero hacia la eternidad, con caridad y con una sonrisa. Cuando partas, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor...
Og Mandino
"El Don de la Estrella"
Credenda: palabra latina para designar materia de fé o doctrinas que deben creerse.
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