Ya saben lo que yo pienso... “Todos somos ángeles con una sola ala... y solo podremos volar si nos abrazamos los unos a los otros...”
El que está en la foto es mi angelito más chiquito, Isabella :)
Era la noche de Navidad y en todas las casa se disponían las familias para celebrar la Nochebuena. De pronto, en el silencio dela noche, se oyó un fuerte ruido en la calle. Algunas personas se asomaron con miedo a sus ventanas y vieron a un grupo de hombres encapuchados que habían tirado varios adoquines contra el escaparate de un bazar y pintaban con brocha en la pared: ¡Fuera extranjeros! ¿España para los españoles! El bazar era propiedad de un inmigrante marroquí que se había instalado en el barrio siete años atrás y vivía en un piso cercano con su mujer y tres hijos, que estudiaban en el colegio, allí mismo.
La gente muy asustada corrió las cortinas o cerró sus ventanas. Al poco rato, siguieron con sus preparativos de la cena de navidad. Nadie se atrevió a llamar a la policía. Los asaltantes se marcharon tan tranquilos y con grandes risotadas.
Al poco rato, dentro de la tienda se oyeron algunas voces: “¡Vámonos a nuestra tierra!”... “Pero ¿te has vuelto loco? ¿Cómo nos vamos a ir?”... “¿Es que no te das cuenta que aquí no nos quieren?... ¡Ea! Vámonos ahora mismo”:
Y el bazar empezó a bullir como si fuese un hormiguero. El café se marchó enseguida para Colombia y Brasil de donde habían venido hacía muchísimos años. El té cogió un vuelo charter para la India, Camerún y Ruanda. Los collares de diamantes sacaron vuelo para Sudáfrica, Sierra leona y el Congo. Los anillos y otras prendas de oro se fueron muy irritados también a Sudáfrica. Las telas de algodón prepararon su pasaporte para Egipto y las de seda para China. Toda la ropa vaquera se largó a EE.UU.
La carne, muy enojada, hizo sus maletas para Argentina y las bananas para Guatemala, Colombia, Nicaragua y Ecuador. El chocolate se quedó sin cacao, pues éste se fue a Guinea. El maíz y las papas se repartieron por todos los países de Latinoamérica, donde habían nacido sus tatarabuelos. El cobre se fue a Chile y el níquel a Nigeria... y así, poco a poco, cada cosa se marchó a su país de origen. La tienda se iba quedando vacía.
La gente del barrio volvió a asomarse a sus ventanas al sentir tanto movimiento en la calle, de extranjeros que se largaban tan enfadados. Se reían de ellos y se encogían de hombros diciendo: “¡Bueno, que se vayan! Aquí tenemos de sobra y nuestras fábricas producen de todo...”
En ese mismo momento, el fuego de sus cocinas se apagó: la comida se estropeó y sus hornos dejaron crudo el pavo, pues el gas se marchó volando a Argelia. Así que en todos los hogares tuvieron que pedir urgentemente una tele-pizza, pero les contestaron que el servicio había quebrado: ¡todas las pizzas se habían largado a Italia sin avisar!
Dispuestas a no quedarse sin la cena navideña, muchas familias cogieron sus coches para ir a algún restaurante que quedase abierto, pero... ¡no había gasolina en sus depósitos, ni en las estaciones de servicio!... El petróleo se fue a Venezuela y al Golfo Pérsico. Además, los coches habían quedado hechos una birria: el caucho de las ruedas también se había ido a África y las carrocerías parecían chicle, pues el aluminio, el hierro, el plástico, etc., ya no estaban tampoco.
¡Vaya Navidad!... casi desesperados, con mucha hambre y aburridos, unos conectaron el ordenador para pasar el tiempo con un video-juego; otros marcaron mensajes en sus teléfonos móviles. Pero tampoco pudieron hacerlo: nadie sabía que tales mecanismos funcionan con un mineral llamado coltán, que fue el primero en irse al Congo, de donde lo habían traído recientemente. Además, estos utensilios tan modernos ya habían reservado billete para Japón, Taiwán y Tailandia.
“¡Bueno, no pasa nada! Encendamos la chimenea de leña y cantemos Noche de Paz”... se dijeron unos a otros para animarse. Mas ni siquiera eso pudieron cantar: el villancico había regresado a Austria, a vivir en la casa de su compositor... Entonces, aquella gente de aquel barrio miró con lágrimas de arrepentimiento la pintada en la pared del bazar: “¡Fuera extranjeros!”. Y pensaron qye no debieron haber permitido a aquellos brutos hacer tal barbaridad...
Si tu Dios es judío, tu coche es japonés,
tu pizza es italiana, tu gas argelino,
tu café brasileño, tus cifras son árabes,
tus letras latinas...
¿Cómo te atreves a decir que
tu vecino es extranjero?
Fuente: Plataforma para la Integración
Instituto de Educación Secundaria Luis de Góngora
(Córdoba - España)
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