Hoy les traigo un texto de su autoría, yo que conozco la historia me he conmovido hasta los huesos leyéndola, pero no hace falta saber mucho más, para que su texto nos toque el corazón, así que con su permiso expreso, se los dejo aquí. Entre muchas otras cosas sirve su lección de valentía, la luminosidad con que mira las cosas, su nostalgia enorme y, espero, pronta a finalizar porque se reencontrará más pronto que tarde con los suyos... Sirve para que miremos a nuestro alrededor y agradezcamos tener a nuestro lado a nuestros seres queridos, y a los que no los tienen cerca, para darse cuenta de que somos muchos los que estamos lejos, muy lejos, físicamente, pero absolutamente cercanos en el corazón porque lo esencial, ya saben, es invisible a los ojos...
Se nos viene la Navidad...
Salgo a la calle en tarde de sábado. El centro de la ciudad hierve de gente, vehículos, luz y edificios con renovadas vestimentas primaverales/navideñas. Movimiento nervioso, miradas que buscan regalos, toneladas de nuevas mercancías en las vidrieras. En los pasillos de los almacenes, las empleadas que en Junio me ven con malos ojos, ahora parecen estar de muy buen humor. Hasta me ofrecen perfumes y fragancias de esas que nunca uso. Las mamás con sus niños parece que más que de compras, asisten a una tarde de juegos.
Las grandes tiendas del centro de Temuco sonríen en pleno inicio de Diciembre, en este fin de semana en que las ofertas surgen hasta para los más olvidados. Parece que el dinero abunda y después de todo, cada quién se siente imbuido de cierto glamour y vanidad satisfecha. Yo prosigo mi camino de trashumante vagabundo, disfrutando de la vista general y de las caras sonrientes.
Voy a la Feria Pinto, donde la gente es sencilla y mira las cosas de otra manera. Pero voy siguiendo su ritmo, frenético también, donde cada uno persigue su trocito de felicidad, sea merecida o no. Y el ambiente es el mismo. A un lado de los cerros de papas y las demás verduras, asoman su cabeza los pinos que se convertirán en Árboles de Navidad. Los hay naturales y artificiales, y advierto decenas y decenas de cajas con esferas plásticas. De momento, suspiro recordando los adornos del árbol que ponía en la casa, con mis hijos. La última vez, fue en Diciembre de 1998. Han transcurrido muchos... muchísimos años.
Mientras que en México los arbolitos se adornan con una punta hermosamente trabajada en cristal soplado, lo mismo que las esferas, el ambiente que se respira en las calles de la ciudad donde viven mis hijos es más o menos el mismo que advierto ahí, en esa Feria Pinto. Sin embargo, no hay piñatas, tejocotes, cañas, ni ponche, ni el olor del heno fresco y el musgo para el Nacimiento. Todo aquello que empleamos para festejar Las Posadas, son solo una nube en mi recuerdo. Pero sobre todo, no están ellos, mis hijos.
En casa era una tradición que el 1 de Diciembre, cayera en el día que cayera, se ponía el arbolito. Salíamos a comprar esferas nuevas, adornos relucientes, escarcha para las ventanas, figuras de cartón y terciopelo para las paredes, y al llegar empezábamos una especie de fiesta que transcurría durante todo el día. Sacábamos las cajas con las esferas del año anterior y las limpiábamos, leíamos las tarjetas antiguas y probábamos las series de luces por si fallaba alguna. Nuestro árbol era sacado de su estuche y estirábamos sus ramas con amor, como para despertarlo de su letargo de un año. No era un objeto de plástico. Era un símbolo que nos unía.
Comíamos mientras adornábamos toda la casa y de fondo se escuchaban las canciones de Feliciano, Las Ardillitas de Lalo Guerrero, y de todos esos artistas que han hecho esas melodías para los que deseamos ser felices mientras sentimos que existe un Espíritu de la Navidad. Cantábamos a todo pulmón y yo hacía una voz como de Santa Claus y su "jo jo jooo".
Eventualmente Oliver o Damayanti, mis hijos, dejaban caer alguna de las esferas y al romperse estallábamos en risas. Más de una vez dejábamos caer algunas a propósito solo para reír más. Mientras estábamos en eso, Rocío, mi esposa, trataba de que la casa no se desbaratara de tanta felicidad y nos llamaba a la cordura. Entonces yo la tomaba de una mano y nos poníamos a bailar. En ocasiones llegaba algún amigo a visitarnos y se veía envuelto en esa celebración.
Al llegar la noche, quedábamos en silencio un segundo antes de conectar las luces del arbolito. Apagábamos toda la demás iluminación y entonces, como una aurora bendita y mágica, comenzaban a danzar las luces rojas, verdes amarillas y azules surgidas no solo del Árbol de Navidad, sino desde nuestros corazones. Para nosotros, era un momento importante encender cada noche de diciembre esas luces. Y yo siempre insistía en dejarlas hasta el amanecer. Las manteníamos así hasta el siete de enero.
Y así, pensando en todo esto sigo caminando mientras me dejo empapar por todo este fluido de Buena Voluntad y aire navideño. Cuando me siento energetizado emprendo el camino de regreso a mi buhardilla. Al llegar, enciendo la PC y mi Damayanti, ahora una adolescente de 16 años, está en el MSN, con muchísima tarea de Matemáticas a entregar el lunes. Conversamos un poco, como siempre, y nos sentimos amados y acompañados. Se que esta Navidad, como las ocho anteriores, serán a través de la pantalla. Pero el hilo indisoluble de nuestros sentimientos va más allá que cualquier cable y conexión ADSL.
Nuestras almas están conectadas por el amor.
Jorge Luis Martínez Hernández
Locutor/Productor, Voice Over de orígen Mexicano
Radio Antena 9, 88.7 FM
Temuco, Región de La Araucanía, Chile.
http://viajerosvirtuales-troy.blogspot.com/
http://estudiotroy-audio.blogspot.com
No comments:
Post a Comment