Tuesday, December 8, 2009

El día de mañana si fracasa Copenhague


Si la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático fracasa en su objetivo de actualizar el protocolo de Kioto con objetivos de reducción del CO2 más rigurosos que involucren también a los grandes contaminantes, esto es lo que podemos esperar del día mañana.

De aquí a entre veinte y treinta años, podremos atravesar el Océano Ártico durante el verano. El Polo Norte habrá desaparecido como tal. Como nadie ignora, sus casquetes polares ahora derretidos habrán contribuido a acelerar la subida del nivel del mar. En 1960, los mares empezaron a ganarle a la tierra 1.8 milímetros al año. A partir de 1991 han sido 3.3. A finales de siglo el nivel del mar habrá aumentado 59 centímetros.

Territorios insulares como las Maldivas o Micronesia desaparecerán completamente, mientras que naciones como Bangladesh verán desaparecerer la mitad de su tierra firme. España no será inmune y el litoral Mediterráneo es especialmente vulnerable a los cambios climáticos. En 2100 los contornos de la península serán irreconocibles, y tanto su ecosistema como su modelo de producción agrícola habrán sido alterados para siempre.

Durante el siglo XX la temperatura mundial aumentó entre uno y dos grados y medio Celsius en función de la latitud. No parece gran cosa, pero basta comprobar que en las dos últimas décadas se han vivido los años más calurosos desde que se tiene constancia.

Los habitantes de tierra adentro tampoco pueden considerarse a salvo. Si no se alcanza un acuerdo para evitar el aumento de las temperaturas más allá de otros dos grados, la desertización de grandes áreas será irreversible. También significará el fin de los grandes glaciares del mundo en 40 años. 1.300 millones de asiáticos, por ejemplo, están amenazados por el deshielo de los glaciares del Himalaya, reservas mundiales de agua dulce que podrían desencadenar una catástrofe nunca vista en caso de derretirse.

Los océanos crecen, pero la vida en ellos no se beneficia. Los científicos alertan de un aumento en la acidez del agua derivada de la absorción del CO2. Esto afecta a los microorganismos, lo que a su vez repercute en toda la cadena alimentaria de la fauna marina. Sube la temperatura del agua, peces de aguas cálidas empiezan a aparecer tan lejos como en el Mar del Norte.

Cambiarán las estaciones. Por ejemplo, a finales de siglo España sólo tendrá dos, un verano tórrido y seco seguido de un invierno salpicado de lluvias torrenciales. Cambios brutales como estos conllevarán la desaparición de entre un 20% y un 30% de las especies actuales. Otras podrán extenderse, como el mosquito, llevando hasta España enfermedades tropicales.

Pero ¿cuál será la factura humana? El mundo del futuro estará marcado por la figura del eco-refugiado. Millones de personas habrán visto como sus medios de vida, por no decir la propia tierra que pisaban, desaparecen o se vuelven inviables. La presión migratoria hacia las economías industriales será intensísima. Y habiéndose perdido la ocasión de desarrollar una producción sostenible, el resultado será un círculo vicioso que perpetúe y acelere el calentamiento global.

Los retos de Copenhague: Establecer objetivos para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de los principales contaminantes. La UE aprobó un recorte del 20% con respecto a los niveles de 1990 y espera poder subir a un 30% si logra el consenso con China, Brasil y Estados Unidos. Barack Obama ofreció un recorte del 17% pero sobre los niveles de 2005, algo muy inferior a lo que pide Europa.

China ofrece un recorte de entre 40% y 50% sobre los niveles de 2005, pero condicionado al segundo punto, el de las ayudas económicas.

· Financiar los efectos del cambio climático y la brecha en tecnología sostenible. La paradoja del cambio climático es que afecta más a los países que menos contaminan. Asimismo, los países en desarrollo ven en los recortes a la emisión de CO2 un obstáculo a su crecimiento económico. La ONU calcula una minuta de 10.000 millones de dólares anuales para luchar contra la deforestación, la desertización y las inundaciones.

· Regular los objetivos. El tratado de Kioto es jurídicamente vinculante, pero Estados Unidos lo abandonó por ese preciso motivo. Aunque la administración Obama se haya reincorporado a la lucha mundial contra el calentamiento global, queda por ver si aceptarán la legislación supra-nacional del tratado vigente o deberá aprobarse uno nuevo.

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